Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

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Cuando ya no te quiero más

Fin, the end, game over… son palabras y frases que marcan finales de una película, libro, juegos, que conectan con la satisfacción cuando han sido muy buenos o al menos del agrado del espectador, lector o jugador. Caso contrario, el lamento o la decepción es proporcional al dinero invertido o al tiempo destinado. “Continuará”, “to be continued” o “ha ganado pasa al siguiente nivel” generan una serie de expectativas. En las relaciones sucede algo similar, algunos encuentros preludian una continuación, el compartir ciertas vivencias amerita “pasar al siguiente nivel”, en ocasiones y sin banda sonora de fondo, aparece “fin”.

¿Es doloroso aceptar el final de una relación? ¿Hay indicios y señales que anticipan el fin? ¿Ambas partes sufren? Si bien la libreta de matrimonio -–en caso de que haya unión civil-- no tiene fecha de vencimiento, las relaciones de pareja “con papeles” o sin ellos no escapan a la posibilidad de que concluyan.

Encuentros casuales, miradas que se cruzan y calan profundo se convierten luego en verdaderas historias de amor, frases iniciales tales como “me gustás, sos especial” enmarcan el comienzo de una relación e invitan al “siguiente nivel”, luego brotan sentimientos que se traducen en un “te amo” sincero y con proyección en el tiempo; dos vidas comienzan a girar al unísono como una danza perfecta, y las palabras fluyen.

Contrariamente, cuando uno de los miembros de la pareja decide concluir la relación más allá de los motivos, las palabras se estancan en la garganta y la fluidez de los inicios quedan allá a lo lejos. Resulta difícil, doloroso expresar que los sentimientos han mutado pronunciando las frases adecuadas como para expresarle al otro el final. Emerge la culpa que paraliza, y más de una vez posterga la decisión, sometiendo a ambos a una agonía, en la que son evidentes las señales y mensajes que deberían ser rematados con una frase sincera, pues prolongar la decisión se vuelve un acto de cobardía.

Tener el valor de decir “ya no te quiero” con claridad y sin rodeos implica el coraje de poder enunciarlo. Asumir que la otra parte saldrá dañada requiere compasión en honor al tiempo compartido. A los “tragos amargos” hay que “beberlos” con rapidez. Hablar sin vueltas y sin crueldad, de manera de no abrir aún más la herida demanda de habilidades emocionales y comunicacionales que no todos tienen.

El final no surge de un día para el otro, sino que es el “broche” de una sucesión de problemas no resueltos, ausencia de pasión, divergencias en gustos y deseos y proyectos en los que ya no hay punto de encuentro, indicios que no quisieron ser advertidos ni asumidos.

“Quiero hablar con vos” es una forma sensible de preanunciar la decisión a transmitir, brindar un abrazo contenedor es facilitarle al otro para que comprenda y entienda que el amor de años se transformó y que solo existen sentimientos fruto del tiempo compartido. Llanto, bronca, despecho, son estados que emergen. Arrojar a un integrante de la pareja a un duelo a veces tiene costos, pues habrá que sobrellevar con entereza y cierto acompañamiento pero sin detener la vida propia, menos aun siendo un rehén.

Tener claridad y valentía para finalizar una relación implica saber que la culpa, el dolor y a veces la depresión, se sentirá también en quien tome la decisión, máxime si se trata de una relación de años. Es preferible el final y no vivir de simulaciones y mentiras, tal como decía García Márquez: “No llores porque se terminó, sonríe porque sucedió”.

Fin.