Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

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¡Otra vez me robaron una idea!

Ante la inseguridad se toman distintos recaudos y se implementan diferentes estrategias: Ana contrató un servicio de monitoreo y alarma, Raúl colocó rejas, Juan se compró un perro y lo adiestró, un grupo de vecinos está conectado a través del celular, se cuida y vigila de forma cooperativa. José, como muchos otros, está cada vez más aislado y sufre en silencio, ya casi no comparte y, tal como si tuviera una puerta blindada, optó por cerrar su boca: está harto de que le roben las ideas.

¿En un mundo donde prácticamente está todo inventado cotizan las ideas? ¿Existen los ladrones de ideas? ¿Cuándo una idea es exitosa?

Vivimos plagados de nociones, conceptos, formas y apariencias. Resulta placentero y estimulante cuando una idea surge, máxime si se trata de una buena y original.

La palabra idea está íntimamente ligada a la visión, etimológicamente proviene del griego idéa que significa “aspecto, forma o apariencia”; y dicha palabra deriva de eído que significa "yo vi".

El diccionario de la Real Academia Española arroja más de 11 acepciones, y para no convertir la columna en un tratado semántico, pues no es la idea, resumo que idea es el “primero y más obvio de los actos del entendimiento, que se limita al simple conocimiento de algo”.

En épocas donde las ideas se suceden, se entrelazan, se superponen, convengamos que hay ideas, buenas, regulares, malas, exitosas, espectaculares.

También hay ideas vagas, “ideas fijas”, ideas de avanzada, ocurrentes y también chispeantes.

En el ámbito de la psicología hay personas portadoras de ideas obsesivas, maníacas.

En definitiva, existen ideas como personas hay en mundo. Están los que no tienen la más “remota idea” y encima hablan, opinan y sugieren, también los que viven generando nuevas ideas y jamás las pueden concretar, y, para el deleite de algunos y la envidia de otros, están los que considero “una verdadera usina de ideas” que además de la creatividad y la pertinencia logran concretarlas y plasmarlas en proyectos individuales y colectivos.

Conozco varios casos que alardean de ser visionarios y jamás pueden concretar una idea. También tropiezo a diario con los “ladrones de ideas”. Ambos tiene en común la imposibilidad de la ejecución y al final del camino el balance es triste, pues en un caso “la idea” cae en saco roto y se enfrentan con la frustración, en el otro, la necesidad de descollar con una “gran idea” lo sumerge en una sucesión sin fin de “tomar prestado lo ajeno sin permiso” solo por un momento. El resultado nunca va más allá de eso.

En la realización radica la diferencia, pues quien logra plasmar las ideas en obras seguramente tiene la suficiente grandeza intelectual para reconocer en más de una ocasión que la idea no es propia y cita a su autor.

Los grandes ejecutores están alejados de la idiotez intelectual, muy por el contrario, el desafío reside en canalizarla. Se requieren altas dosis de tenacidad, perseverancia, compromiso, dedicación, osadía y determinación, confianza en sí mismo y tolerancia, pues la concreción en más de una ocasión implica barajar y dar de nuevo. Sería imposible transitar por la vida “patentando ideas”, resulta poco enriquecedor guardarlas bajo siete llaves; en la era “del copy and paste” (copiar y pegar), lo que cotiza es la creatividad, el talento y el toque original que requiere todo proceso de construcción. Así como hay personas que dicho de forma vulgar “no se les cae una idea”, celebro y admiro aquello seres que son un fluir de ideas y realizaciones, estoy convencida de que el valor no está en evitar que te roben o te copien, sino en lograr que muchos te quieran copiar...