Bahía Blanca | Jueves, 18 de abril

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Estafadores emocionales

¡Se vende…! Hojear avisos clasificados nos sitúa ante a la más variada gama de objetos: autos, motos, casas, mascotas, ropa y la lista podría continuar de acuerdo con la oferta, la demanda, las necesidades individuales y la creatividad. El “artículo” –por así llamarlo- en venta en el día de hoy tiene que ver con el mundo masculino, pues se trata de “la bragueta”.

Generalmente quienes sufren el desprestigio de consolidar una relación de pareja por interés son las mujeres, pero... ¿la ambición es un motivo del hombre para pasar por el registro civil? Cuando los deseos de triunfo son desmesurados,¿todo vale? ¿Existen estafadores emocionales?

El ser humano tiene motivaciones variadas al momento de elegir a otro especial para conformar una relación de pareja: construir un proyecto de vida, deseos de una sexualidad plena, hijos, evadir la soledad, huir del hogar de los progenitores y, seguramente, muchas otras razones tan humanas y legítimas como lectores hay. Pero también existe aquel grupo que elige una relación como vía de paso a un futuro mejor.

Si bien en Oriente y África hoy en día las bodas son “arregladas”, revisar la historia nos permite advertir que las parejas se consolidaban por intereses económicos, acuerdos religiosos, culturales, por prestigio, dinero, y es a partir del siglo XVIII cuando se produce la transición del matrimonio por pactos familiares al casamiento por libre elección. Obviamente en aquellas épocas ambos contrayentes sabían de antemano el origen de la relación, sus limitaciones y las remotas posibilidades de alcanzar la felicidad. Resulta muy diferente cuando la mujer se casa por amor y el hombre por interés, pues lo que subyace es el engaño, la ambición desmedida y una vil burla disfrazada de “enamoramiento”.

¡Tranquilos, muchachos, no voy a dar nombres! Sucede que evocar las vivencias de muchas mujeres me remite a “la gran estafa”, en la que el denominador común es que el amor de ellas no basta para sostener la relación en el tiempo.

Convengamos que “vender la bragueta” es un dicho de mi abuela y como tal está en desuso; pero seducir a la hija del millonario para asegurarse un buen pasar, enamorar a la viuda con una sólida cuenta bancaria y suculenta pensión para disfrutar de los beneficios, romances para adquirir un estatus de ciudadanía, o peor aún, estar casado e intentar cautivar a la mujer influyente y poderosa para consolidar un ascenso laboral, son algunas de las historias protagonizadas por rufianes ambiciosos que camuflan la galantería, el erotismo y el amor en pos de sus propias metas.

Si bien el dinero es necesario al momento de construir un vínculo cada vez son menos las personas que desean aventurarse a un futuro incierto; en ese caso, evaluar las condiciones de ambos es uno de los aspectos a tener en cuenta, máxime si se desea armar una familia.

Siempre digo que, así como existen “los informes Veraz”, en los que se constata los incumplimientos de obligaciones, cuya información constituye un aporte fundamental para la toma de decisiones patrimoniales, comerciales y crediticias, debería haber un registro para consignar “los vende braguetas”, pero seguramente en una sociedad en la que actualmente las decisiones en su mayoría las toman los hombres resultaría imposible; sólo me resta decir que amar implica dar y recibir, compartir lo poco o mucho que se tiene. Amar implica también poner en juego los sentidos y la razón, amar con los ojos bien abiertos, de manera que, si un “estafador emocional” llega a tu puerta, puedas advertir la farsa que te conducirá al engaño.