Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

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La hora de los deseos vitales

Por Guillermina Rizzo

Tradiciones heredadas y transmitidas por cientos de años se pondrán de manifiesto. Con el deseo de transformar aquello que de alguna manera se desea que cambie se ejecutan diversos rituales y cuando el reloj marque las 12, Rosa echará un vaso de agua desde su casa hacia la calle expulsando lágrimas, energía negativa y penas; Osvaldo estrenará un slip amarillo para que no le falte la felicidad y la riqueza; Ema, a pesar del calor de la noche, apelará al “zapato cerrado”, un billete debajo de la plantilla le augurará prosperidad económica; José dará una vuelta a la manzana –valija en mano- con el deseo de viajar el año próximo; Ana recurrirá a la lencería roja para atraer amor y pasión y Elsa ya compró las uvas, deberá comer 12, un deseo por mes…

Culmina el año y los sentimientos están a flor de piel, la mayoría se dispone a realizar un balance y cerrar ciclos, es un momento que nos concilia con las metas alcanzadas y nos enfrenta con aquellos objetivos que quedaron por cumplir. Hay un estallido de emociones, pues se suceden en la mente, cual si fuera una película sin editar, momentos, situaciones, personas y experiencias que preferiríamos borrar de la agenda, de la vida. Con mayor velocidad aun, como en un juego “de play” evocamos todo lo positivo que sobrevino, días felices que seguramente “marcamos con rojo en el almanaque que yace en la heladera”; inexplicable sensación la del ser humano y tal como dice el refrán “lo bueno dura poco” mientras que lo malo parece eterno…

Hacer un balance implica satisfacción y oportunidad. Satisfacción por los peldaños alcanzados y oportunidad para revisar lo que todavía no se concretó o tan solo a medias; es la ocasión para analizar, reconocer y para rediseñar a partir de lo real, aceptando las limitaciones con la libertad necesaria para decidir intentarlo nuevamente o tal vez no. Luego del balance algunos formularán los nuevos deseos para el año que comienza, por eso hoy quiero compartir con ustedes, mis lectores de "Temas vitales", lo que defino como “deseos vitales”.

Deseo que en el próximo año en lugar de padecer o criticar la realidad tengamos la valentía de poder cambiarla; que en lugar de aceptar con resignación el futuro, nos atrevamos a concebir que otra historia puede ser posible. Deseo que recuperemos espacios y fundemos nuevos ámbitos para la palabra y la escucha; que podamos pensar y expresarnos trascendiendo los mensajes de texto; deseo que los afectos y las emociones sean más importantes que el cajero automático y la tarjeta de crédito; deseo que el sentir esté por encima del consumir y el apreciar por encima del comprar. Deseo que la niñez y la adolescencia no sean especies en extinción, que la mujer sea valorada en lugar de minimizada, que la violencia y la trata sean abolidas, que los hombres sean “menos machos” y comprendan que se construye “a la par”. Que la Justicia nos cobije y la corrupción nos indigne, que la solidaridad sea contagiosa. Deseo reivindicar el derecho a soñar para que nos impulse a transitar y para que nuestras acciones estén colmadas de sentido. Deseo que entendamos que una sociedad es rica y próspera cuando tiene la capacidad de reconocer al otro; no hay peor recesión que la afectiva.

Deseo, y tal como dijo Francisco, que tengamos valor para “hacer lío”, lío viene de liar, significa unir, pues mientras entendamos que el otro es imprescindible fortaleceremos los vínculos y los lazos sociales, solo la fraternidad vence la indiferencia. Por último les deseo felicidad y agradezco la generosidad de haber leído “estas letras” cada domingo. ¡Feliz 2015!