Volviendo a casa

Redacción de La Nueva.

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Ya se resignó. No va a decirle más lo que quiere de él. No va a repetirle lo que necesita un beso, una caricia, una frase.

—Igual voy a seguir con él —le dice a su terapeuta.

Su terapeuta se enoja un poco.

—Ya lo hablamos María.

—No lo voy a abandonar, sólo me voy a alejar un poco. Pero cada vez que me necesite voy a estar. No me importa si mi vida se circunscribe sólo a eso.

—Ok, pero no te va a hacer bien. Lo sabés.

—¿Y? El amor es eso. O por lo menos yo lo entiendo así.

Ella volvió a su casa. Sus hijos la esperaban: había que bañarlos, hacerles la comida, contarles un cuento, acostarlos, esperar su sueño...

“¿Me hacés un favor?”.

Bastó un mensaje de él para que ella cambiara todo.

Sus hijos quedaron con alguien, no hubo cuento, no hubo baño, la cena fue la sobra del mediodía...

En el viaje de vuelta pensó. Pensó más que nunca. Y se dio cuenta.

¿A quién le robaba su amor? ¿A quién le faltaba su amor? ¿A quién le daba su amor? ¿Quién debía entender sus ausencias? ¿Quién debía entender que no podía estar en todos lados? ¿Qué iba a hacer de su vida en los próximos años? ¿A dónde iba?