Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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Vista Alegre emociona con el ejemplo y sus mensajes

En medio de un ámbito de carencias, necesidades y cierta vulnerabilidad para los más jóvenes, asoma un tejido de contención. De dignidad. Con muy poco, este club hace mucho.
Rafael Gómez, sin duda un líder de esos que hacen mucha falta a la hora de pensar en cómo arraigar a muchos jóvenes al sistema.

Walter Gullaci

wgullaci@lanueva.com

Vista Alegre emociona.

Esos once pibes, categoría 2000, ya no saben qué hacer para mitigar el cansancio. Frenar esos calambres tras semejante esfuerzo.

Pasaron 80 minutos en los que se vieron superados. Por momentos más de la cuenta. Pero ni un atisbo de desconsuelo. De fastidio. De intentar frenar al rival con malas artes.

Los chicos asumen sus limitaciones con dignidad. Como la que irradia ese profe de gestos nada ampulosos. Que parece entender cabalmente la esencia del fútbol formativo.

El 0-2 ante Villa Mitre, en el predio tricolor, apenas queda en una anécdota.

Pero el mensaje contundente, alentador, que dejó ese grupo junto a su cuerpo técnico, seguramente no...

* * *

Rafael Gómez, a sus 33 años, tiene tantas cicatrices en el alma como experiencias de vida. Algunas de ellas cultivadas en ese club que lo somete a una prueba tras otra.

A este hombre, empleado en una empresa de transporte de cargas, no le interesa disimular nada. Es tal cual se ve. Firme, convincente, en ocasiones “mal llevado”, generalmente enérgico. Sin poses. Pero por sobre todo, un formador nato. De esos capaces de alinear un destino descarrilado.

"Si no fuera por Rafa yo estaría preso. Así de simple. Me hizo entrar a su familia, sumar a este trabajo con los chicos. Después de mi padre, es la persona que más influyó en mi vida, la que me ayudó y me marcó con sus consejos cuando era chico", sostiene Ezequiel, de 22 años, y uno de los dos ayudantes del DT en las menores de Vista Alegre.

Rafael llegó al club a los 10 años. Por un amigo.

“No tenía ni idea de lo que era el fútbol. Me crié en una guardería con un arenero, pero pelotas no nos daban porque sino rompíamos todos los vidrios. Si me ponían en un torneo para hacer castillitos de arena, ganaba seguro, pero con la pelota, poquito y nada... Recuerdo que había otros dos chicos en mi misma condición. Frente a la canchita había un tamarisco, y el profe de ese entonces nos decía: "Ustedes tres vayan a patear allá". No jugábamos casi nunca. Sólo lo hacían los que más o menos se la rebuscaban. Pero fui mejorando y llegué a jugar en La Armonía”.

Pasaron los años. Y hoy, Rafa está del otro lado de la línea de cal. Con una mirada profunda, cruda y certera del fútbol formativo.

“Son muy pocos los clubes que hacen escuela. En la mayoría de los casos, si jugás bien, quedás. De lo contrario, tangas 8 o 9 años, no te abren las puertas. Están quienes van directo a lo competitivo. Y casos como el nuestro, que apuntamos a otra cosa. A sacar a los chicos del estado de vulnerabilidad en que viven. A que sigan normas de conducta, valores, principios, porque ese chico seguro no va a vivir del fútbol y sí va a tener que trabajar, ser padre, liderar una familia. Es lo que muchos clubes olvidan”.

Padre de una nena de 5 años, Gómez no descuida su papel de padre.

“Ella me moviliza. Me ayuda acá, en el club. Les planteo a los chicos que cuiden la boca, porque si mi hija aprende una mala palabra es culpa de ellos. No lo permito. Donde ella repita un insulto, el culpable no toca la pelota en toda la semana”.

Matizada la charla por el mate y sl sonido lejano del paso de un tren, Rafael sostiene que el adolescente suele ser guapo en su entorno.

“Pero lo sacás de ahí y es uno más. Lo traes a la adolescencia y a la niñez real. ¡He tenido a cada uno! Pero todos los que he dirigido vienen y me saludan, comemos juntos, jugamos a la pelota. El pibe que más reté en mi etapa de entrenador hoy me grita: ‘dale Rafa, no aflojes, seguí para adelante’”.

-Al cabo son chicos, no dejan de ser dóciles. ¿Y qué pasa cuando se topan con las adicciones?

-Acá ha venido un chico pasado de drogas, llorando. Tuve que dejar lo que estaba haciendo, por entonces vendiendo empanadas, para contenerlo. Me la pasé dando vueltas y vueltas con mi auto hasta que pudimos hablar un poco y me confesó cosas que uno ya sabía. Lloran, se quiebran, vuelven a la realidad, pero después caen de nuevo. Es muy duro.

-¿Cuál es tu límite, el momento en que te ves superado? ¿A quién recurrís?

-En su momento acudí a la delegación municipal para ver si podían enviarnos algún psicólogo social, y la respuesta que recibí fue: “no podemos mandarte a nadie". Y al rato: “mirá, tengo el nombre de un pastor que trabaja en el tema adicciones". Bueno, lo llamé, pero tampoco pudo venir. Entonces acudí a algunas iglesias cercanas, de diferentes religiones, y la respuesta siempre fue la misma: "traelo al pibe que nosotros lo vamos a ayudar". A todas les respondí lo mismo. "¿Yo traerte al chico a la Iglesia? De ninguna manera. Ustedes acudan a ayudarlo. Necesito que vengan acá". No tuve suerte.

-¿Qué religión profesás?

-Soy católico, pero mi religión la cultivo con hechos. Así la interpreto y así la practico. Tuve la suerte de conocer a Nela Agesta, del Hogar Margarita, y a otras personas que se comprometen seriamente en ayudar al prójimo. Yo entiendo esa manera de desempeñarme, en este caso por los adolescentes. No se si es lo mejor que puedo hacer por ellos. Pero lo intento cada día.

-¿En algún momento sentís la necesidad de decir "basta, hasta acá llegué"?

-Todos los fines de semana. Tan simple como eso. Generalmente me comprometo a trabajar durante todo un año. Debe pasar algo muy grave para que me vaya durante la temporada. Trato de cumplir con la palabra. Después, el cansancio está siempre. Toda esta etapa que la venimos luchando con mi padre enfermo fue muy dura. Pero no podía parar.

-¿Cuál es la carencia que más los afecta?

-Todas, pero si tengo que mencionar una en particular es la de contar con un preparador físico (NdR: La comuna se comprometió a brindarle el trabajo de un profesional). Para los chicos sería una imagen gigante que venga un profe a trabajar con ellos. La única premisa es que el pibe de acá vuelva muerto a su casa. Si logramos eso el chico no va a salir. Se va a la casa a bañarse, a comer y a dormir.

-¿Cómo te pico el bichito de dirigir a los chicos, de ponerte en la piel de un formador?

-Mi primer año arrancó cuando jugaba mi hermano y no me gustaba la forma de manejarse del técnico que tenía en su división. Me ofrecí a trabajar. Entonces me ofrecieron manejar la categoría y ser el tesorero de la comisión. Todo junto. Y, la verdad, es que en ese entonces yo lo podía hacer. A partir de ahí ya no paré más.

Jugar con 8, ¡y el banco!

Las carencias, en Vista Alegre, están al orden del día.

“El año pasado arrancamos con cuatro pelotas para cuatro categorías. Gracias a algunos eventos que armamos, fuimos comprando una cuantas más hasta tener más o menos las mínimas indispensables. Acá hace falta de todo. Desde gente que colabore hasta toda clase de elementos. Está claro que el adulto no aparece.

“Cuando jugamos de visitante, tratamos de ponerle a los chicos dos colectivos. No quiero que anden viajando solos ni que se queden sin poder ir a jugar a Cabildo, White, Punta Alta o mismo a otras canchas de Bahía”.

-¿En este contexto de tantas limitaciones, tan neurálgico, ser estricto es casi una obligación?

-He hecho locuras como jugar con 8 y dejar tres en el banco. El grupo sabe por qué lo hice. Porque en la semana no vinieron a entrenar, porque estuvieron paveando o porque cometieron una falta de conducta. Les tengo que marcar una disciplina. Y respetar a los que vienen siempre y se rompen el lomo durante la semana. Lo bueno es que los chicos no se quejan. Todo lo contrario, entienden.

“Acá viene el chico que no tiene fundamentos técnicos, que se le ocurrió jugar al fútbol a los 14, 15 años. Y el que llega sabiendo jugar, es porque le faltó algo para estar en otro club, no tuvo conducta o es vago. Soy de la idea de hablarle, hablarle y hablarle hasta hacerle entender que sin esfuerzo no se llega a nada en la vida. Amistad de mi no van a tener nunca, porque sería desviar mi papel. Simplemente los trato desde el consejo, la explicación, el ejemplo.

-¿Y qué ocurre con los padres?

-Las quejas vienen por el lado de ellos, que no pueden entender cómo jugamos el partido que te comenté con 8 jugadores cuando había tres pibes en el banco. "Este muchacho está loco", es lo que dicen. Pero el adulto no se acerca a hablar. En todo caso, lo hace por atrás.

-¿Como manejás a la estrellita del equipo?

-No le doy espacio. Es uno más. Y si el dìa de mañana tiene condiciones para crecer, para irse a otro club, alentamos a que pueda desarrollarse.

-Justo, ¿cómo manejás emocionalmente el tema del chico que, de pronto, tiene buenas condiciones, tuvo su período de formación en Vista Alegre y de pronto emigra a otro club?

-Por talento y capacidad, el chico que tenga condiciones se va a ir. Es así. Pero eso no nos corre el eje. Lo primero, acá, pasa por formar al ser humano, educar al chico. Por supuesto que cada uno que se va, me apena. Pero por el otro lado me pone muy feliz que pueda desarrollarse, progresar.

“Tuvimos a un chico en menores que el año pasado hizo 14 goles en su división y este año se fue a Villa Mitre. Lo tomamos como a un hecho muy positivo. Molesta, sí, cuando un club viene por atrás, me lo hablan al chico, le piden el celular e intentan llevárselo sin la mínima ética.

“Lo lógico es que si yo veo a un chico que nunca juega en su club, entonces voy a hablar con sus profes a preguntar si lo puedo traer para acá. Acá soportamos situaciones indeseables. Nos pasó con un pibe que fue a un club importante en reemplazo de un centrodelantero que se había lesionado. Fue becado. Pero cuando el 9 se curó y volvió, quedó relegado, y hasta le querían cobrar una cuota mensual de 500 pesos para seguir en el plantel. Obvio que no la podía pagar. Tuvo que dejar de jugar. Se perdió casi medio año. Eso no se hace. No le dijeron la verdad: `Te vamos a usar solo cuando nos hagas falta´”.

Hoy, la categoría más pareja que pone en cancha Vista Alegre es la quinta división, que ha logrado resultados muy importantes teniendo en cuenta su compleja realidad.

“Ha sido competitiva dentro de nuestras limitaciones. Se trata de una categoría que padeció muchas bajas. El 5 se nos fue a La Armonía, el 9 a Villa Mitre, un mediapunta a Sansinena. Y así y todo el grupo ha entendido que se trata de eso, de un grupo. Son chicos que tienen su carácter. Afuera, hasta hubo peleas a golpes de puño entre algunos de ellos, pero acá adentro saben cuál es el comportamiento que deben tener. Y han respondido con creces”.

* * *

El vestuario de Vista Alegre nos protege del frío, de ese viento que arrecia, pero que allí dentro sólo se convierte en un molesto chiflido, con el sonar insistente de alguna chapa floja.

Momento de hablar de los árbitros, un tema que para Rafael tiene una importancia medular. Y no por un penal mal cobrado...

-¿Cómo planteas tu relación con ellos?

-Como no podemos ser una mala referencia para los chicos, nadie del cuerpo técnico debe ser expulsado. Jamás. No les puedo pedir buena conducta a mis pibes cuando el que se saca soy yo. Después, obviamente, hay situaciones que a veces se plantean. A mi ayudante, contra Tiro B, el árbitro lo amenazó siete veces con que lo iba a echar por entrar a atender a un chico que se había lesionado. Esas faltas de criterio me fastidian un poco.

“Cada vez que le hablo a un árbitro lo hago después del partido. Trato de que entiendan que su función no pasa sólo por impartir justicia, sino también por ayudar a educar al chico.

“Semanas atrás un árbitro entró a nuestro vestuario en forma prepotente para apurarnos con la entrega de la planilla. Le dije: ‘pará, pará, primero se respetuoso, saludá a los chicos. Después hablamos de la planilla’. Son detalles que no se pueden omitir.

“También están quienes ejercen la autoridad desde el arbitraje con respeto, con una bajada de línea que a los chicos no les pasa desapercibida, porque seguramente les servirá el día de mañana a la hora de ser padres, con su pareja, en el trabajo. Los referís también tienen que hacer escuela”.

-¿Notás que el juego a veces se torna demasiado violento?

-Me ha tocado ver, en reiteradas oportunidades, a chicos que pegan una, dos, tres patadas descalificadoras, o insultan a un rival, y siguen jugando como si nada. Sus técnicos no los sacan. No hace mucho un jugador mío le tiró un codazo a un contrario y el árbitro no lo percibió. Entonces lo saqué yo de la cancha y le explique que de ninguna manera quería escuchar de su boca quejarse porque no le daban un penal o no le cobraban un foul a su favor. Porque eso sería de ventajero. Su actitud desleal quedó tapada por la no sanción del árbitro. No es así.

Convivir con los contrastes

Los domingos son, para Rafael, casi un remanso. Aunque el rol de formador no pare un segundo.

“Me traigo el termo y el mate, me subo arriba de la zona de vestuarios y me pongo a mirar a los más chiquitos. No participo en nada. Hace poco me disgustó ver a un nene de 9 años llorando en forma desconsolada por no haber jugado ni un ratito. Se privilegió el resultado deportivo por encima del daño que se le hizo a esa criatura. Una barbaridad”.

-¿Cómo manejas la frustración de cada fin de semana, con las derrotas que se acumulan?

-Si pienso en cada frustración que yo me llevo de acá no tendría que dirigir más. De hecho, si vamos a los resultados ya me tendrían que haber echado hace rato. Lo primero acá pasa por forjar personas de bien. Y puedo asegurar que es un trabajo mucho más complejo que enseñar a pegarle seco a una pelota.

-¿Debés haber acumulado muchas experiencias?

-¡Ni hablar! Como la de un chico cuyo padre cayó preso por homicidio. Se crió con la banda que integraba su padre. Fue complicado. Pero mientras estuvo con nosotros lo sacamos adelante, con trabajo, estando mucho encima. Lamentablemente, terminó su etapa de fútbol formativo y hoy, a los 23 años, terminó preso por un robo. El, a pesar de su realidad, tuvo una etapa de contención y se manejó en un parámetro similar al de cualquier otro chico proveniente de un entorno mejor.

“El contraste, a veces, es muy cruel. Pero acá también veo a algunos pibes que llegan con sus padres en una 4x4 y se manejan de manera incorrecta en una cancha. Pero está claro que los entornos juegan un papel clave en el desarrollo de los jóvenes. Está la fortuna de caer en uno bueno o la desgracia de criarse en uno malo.

-¿Hay casos que te conmueven?

-Sí, claro. Recuerdo a Cristian, que tuvo avances notables en su conducta. O a Maxi, que el primer contacto que tuvo conmigo fue difícil, porque lo vi peleándose con un compañero y de entrada, nomás, recibió un duro apercibimiento. Pero al poco tiempo me estaba ayudando a colocar los reflectores en la cancha, haciendo el cableado, siendo que lo primero que recibió de mi fue un reto.