Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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Día de fiesta… día de lucha

Desde 1886 el 1 de mayo se asocia con el reclamo de las ocho horas de trabajo. En 1889, la Segunda Internacional instituyó la fecha como jornada mundial de lucha para recordar la memoria de quienes murieron luchando por esa causa.
Día de fiesta… día de lucha. Sociedad. La Nueva. Bahía Blanca

Ricardo de Titto / Especial para La Nueva 

   En los Estados Unidos la lucha por la jornada laboral de ocho horas registraba antecedentes desde 1850, cuando se crearon las “Grandes Ligas de Ocho Horas” en diversas ciudades industriales. En mayo de 1866, un Congreso General realizado en Baltimore reclamo la instauración nacional de la jornada de 8 horas con una proclama. En el país del Norte casi dos millones de niños menores de 15 años trabajaban entre 14 y 16 horas diarias, incluyendo rudas labores como las que se realizaban en las minas. Como comenta Leónidas Ceruti en un trabajo reciente,1 en Chicago, la segunda ciudad en importancia de Estados Unidos, las crónicas periodísticas relataban que “los obreros parten a las 4 hs de la mañana y regresan a las 7 u 8 de la noche e incluso más tarde. Jamás ven a sus esposas e hijos a la luz del día. Unos se acuestan en corredores y altillos, otros en barracas donde se hacinan tres y cuatro familias. Muchos no tienen alojamiento, se los ve juntar restos de legumbres en los recipientes de desperdicios como los perros, o comprar al carnicero sólo algunos centavos de recortes”.

   Posteriormente, el Congreso de EE.UU en junio de 1868 aprobó la Ley Ingersoll que fijó la jornada de 8 horas para los empleados estatales y los trabajadores que se desempeñaran en actividades privadas que realizaran trabajos contratados por el gobierno federal. La mayoría de los trabajadores quedaba, sin embargo, por fuera de esa disposición de modo que el Cuarto Congreso de la Federación Americana del Trabajo (A.F.L), aprobó en octubre de 1884, una resolución que expresaba: “Se resuelve que a partir del 1º de mayo de 1886, la jornada de trabajo será de ocho horas”. El movimiento reivindicativo encontraría su culminación en las jornadas del 1º de mayo de 1886, desarrollada por los obreros estadounidenses.

Los “mártires de Chicago”

   Las protestas llevadas a cabo adquirieron especial repercusión en la industrial Chicago.y, en especial, entre los obreros de la fábrica de maquinarias agrícolas Mac Cormic. En la que militaba un grupo de sindicalistas anarquistas donde , el 3 de mayo, durante una reunión con los empresarios el conflicto derivó en represión policial a una asamblea con el trágico saldo de seis trabajadores muertos y cerca de cincuenta heridos entre los obreros.

   Las manifestaciones se multiplicaron. En el marco de una marcha una bomba que cayó entre los policías mató a un agente e hirió a otros varios, lo que fue contestado con fuego de metralla que cobró la vida de más de treinta manifestantes. Implantado el estado de sitio y toque de queda, el ejército se desplegó por los barrios obreros y realizó centenares de detenciones. Se inició entonces un proceso contra ocho de los dirigentes anarquistas que –luego de un proceso irregular− fueron condenados a muerte. Dadas las pruebas de que el juicio había sido amañado, a tres de ellos se les conmutó luego la pena mientras que otro apareció “suicidado” en su celda por la explosión de un cartucho de dinamita colocado en su boca a modo de cigarro. Los que fueron ejecutados en la horca el 11 de noviembre de 1887 fueron los cuatro restantes: Albert Parsons, periodista, Adolfo Fischer, tipógrafo, George Engel, tipógrafo, y Augusto Spies.

   Años después un ex juez que era gobernador del estado de Illinois promovió la revisión del proceso judicial y quedó en evidencia que todo había sido orquestado para culparlos y en junio de 1893 resolvió absolver a los tres condenados ordenando su liberación.

El Congreso de París

   Diversas organizaciones socialistas de distintos países se dieron cita en París. El 14 de julio de 1889, en coincidencia con el centenario de la toma de la Bastilla durante la Revolución Francesa, los marxistas liderados por Federico Engels reunió a poco menos de cuatrocientos delegados, de 21 países europeos y de los Estados Unidos y la Argentina, que estuvo representada por el maestro socialista, Alejo Peyret.

   Entre otras resoluciones el congreso se pronunció en especial sobre la lucha por una legislación laboral internacional que protegiera el trabajo y, como prueba de unidad del movimiento estableció que el 1º de Mayo sería en adelante una Jornada Internacional de lucha de la clase obrera: “Se organizará –señala el acuerdo− una gran manifestación internacional con fecha fija, de manera que en todos los países y ciudades a la vez, el mismo día convenido, los trabajadores intimiden a los poderes públicos a reducir legalmente a 8 horas de trabajo…Visto que una manifestación semejante ya ha sido decidida por la Federación Americana del Trabajo para el 1 de Mayo de 1890 en su Congreso de diciembre de 1888 en Saint Louis, se adopta esta fecha para la manifestación internacional. Los trabajadores de las distintas naciones llevarán a cabo esta manifestación en las condiciones impuestas por la especial situación de cada país”. El congreso dio así origen a la II Internacional socialista y a la fecha que, por excelencia, recuerda los reclamos de los trabajadores en todo el mundo.

Día de lucha, día de fiesta…

   Quienes tomaron la iniciativa en Buenos Aires fueron los socialistas alemanes nucleados en el Club Vorwärts (Adelante), que emitió un comunicado dirigido “a todos los trabajadores de las Repúblicas del Plata” que comenzaba así: “Hermanos nuestros: ¡Salud a todos!”. Y convocó a un encuentro para el 30 de marzo cuyo temario señalaba: 1.- Informe que dará la comisión en varios idiomas; 2.- Elección de un comité definitivo; 3.- El 1 de Mayo, día de fiesta; 4.- Meeting Internacional; 5.-Proceder a una petición al Congreso Nacional reclamando la sanción de leyes protectoras de la clase obrera.

   En Rosario, entretanto, el Comité Internacional comenzaba su “Manifiesto a todos los trabajadores de la República Argentina” de este modo: “1º de mayo de 1890! Trabajadores: ¡Viva el primero de mayo día de fiesta obrera mundial!”.

   Además de estos dos encuentros, se registran también meetings en Bahía Blanca –con mayoritaria presencia de portuarios− y Chivilcoy, que reunió sobre todo a trabajadores agrícolas.

  El acto conmemorativo en la Capital se realizó en plena zona de la Recoleta, en la sede del Prado Español, reunión que congregó a unas dos mil personas, una concurrencia numerosa para la época. Al día siguiente, los asistentes se enteraron de que habían perdido su jornal. En el acto hablaron varios oradores en diversos idiomas (alemán, italiano y francés, además de castellano) señalando “las deplorables condiciones de trabajo en todos los gremios” y reclamando la limitación de la jornada a ocho horas. Los diarios comentaron con asombro ese hecho, al que consideraban “extraño a las costumbres del país”. La Nación dijo, por ejemplo, que “había en la reunión poquísimos argentinos, de lo que nos alegramos mucho”. 

   En las conmemoraciones siguientes hubo jornadas luctuosas como en en 1904 y 1905 y, especialmente, en 1909 cuando, como señala Oscar Troncoso en una nota,2 “los hechos tomaron rasgos muy graves al atacar la policía el mitin anarquista en la plaza Lorea, provocando catorce muertos y ochenta heridos. […] El dolor obrero unió a socialistas y anarquistas, y el lunes 3 el trabajo se paralizó completamente. Durante el entierro de las víctimas se produjeron nuevas refriegas con la policía, se levantaron barricadas y los tiroteos duraron toda la noche. Por ocho días se detuvo en absoluto la vida industrial y comercial de Buenos Aires en una de las actitudes más enérgicas y duraderas que registra el movimiento obrero argentino y que se conoció como la ‘huelga general de la semana de mayo’”.

Desde 1930, feriado nacional

   El 28 de abril de 1930, poco antes de ser derrocado, el presidente Hipólito Yrigoyen decidió instituir el 1° de mayo como “Fiesta del Trabajo en todo el territorio de la Nación”. Según los considerados “es universalmente tradicional consagrar ese día como descanso al trabajo”.

   “Producido comenta Troncoso− el movimiento militar del  6 de septiembre de 1930, tuvieron que hacerse al año siguiente insistentes gestiones ante el presidente Uriburu para que autorizara los actos del 1° de mayo. Obtenido ese permiso en 1931, pudieron desfilar los socialistas con grandes carteles que decían: “Por una Argentina grande y justa, económicamente próspera y políticamente libre”.

   “Hacia 1940, en un gran acto del 1 de mayo, millares de trabajadores argentinos repudiaron desde Buenos Aires el avance del nazismo europeo y reclamaron medidas progresistas en el país” y, desde la primera celebración bajo el gobierno de Perón, el 1° de mayo de 1947 se impuso una nueva forma de celebración. “El programa de festejos fue en esos años más o menos similar: comenzaba con un discurso del secretario general de la CGT, otro de Evita y culminaba con la palabra de Perón. Luego se presentaban números artísticos en los que intervenían figuras populares (Hugo del Carril, Antonio Tormo, Hermanos Ábalos) y tras un gran desfile de carrozas se elegía la Reina del Trabajo. Los opositores (socialistas y comunistas, entre ellos) debían recordar la fecha en días anteriores y en actos que solo eran permitidos fuera del radio céntrico”.

   Desde 1955 hasta el presente la conmemoración ha tenido claramente esas dos vertientes, la del peronismo y la dirigencia cegetista, asociando el día con una fiesta popular; el de la izquierda que persevera en levantar y actualizar las iniciales banderas reivindicatorias de los trabajadores. El 1º de mayo es día de fiesta para algunos; día de lucha para otros… y feriado nacional, para todos.