Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

¡Gracias Luis Braille! Perdieron la vista y hoy llevan una vida plena

Graciela Hinojosa dejó de ver paulatinamente. Para Sergio Espinosa fue repentino. Sonia Zabala pasó por 2 trasplantes. La entidad les permitió rehabilitarse. Hay 15 personas en lista de espera.
Fotos: Emmanuel Briane.

   Anahí González
   agonzalez@lanueva.com 

   Graciela Hinojosa, Sergio Espinosa y Sonia Zabala atravesaron una dura prueba. En algún momento de sus vidas la luz se apagó en sus ojos -total o parcialmente- y todo cambió de modo radical.

   Necesitaban y querían avanzar pero las sombras parecían cubrirlo todo.

   ¿Cómo seguir adelante? ¿Cómo no dejarse vencer por el pesimismo y la angustia? ¿Cómo retomar sus vidas sin depender de la ayuda de otros para todo?

   Hasta que alguien les habló del Centro de Rehabilitación y Biblioteca Popular Luis Braille de nuestra ciudad y comprendieron que perder la vista no era igual a perderlo todo. Estaban vivos, tenían familias que los apoyaban y mucho camino por andar.

   Hoy, plenamente rehabilitados, agradecen la enorme tarea que se realiza la institución que los hizo sentirse “como en casa” y marcó un antes y un después en sus vidas.

   Querer es poder

   Sergio Espinosa quedó ciego por un disparo. Hace silencio luego de contarlo. Tenía 24 años y vivía con una tía en Coronel Dorrego, de donde es oriundo. Su mamá falleció cuando él era un bebé y hasta los 12 años lo crió una abuela.

   Cuando la oscuridad se apoderó de su vida tuvo momentos muy duros. Estaba todo el día sentado, no se animaba a moverse de la silla porque sentía que no sabía hacer nada. Debía aprender todo de cero.

   -Dependía de que alguien me llevara a cualquier parte o alcanzara un mate. Pensaba ¿Cómo voy a caminar? No creí que fuera a poder.

   Hasta que un tío lo acompañó al Centro Luis Braille y todo cambió. La angustia cesó y se encontró con otro mundo posible.

   -Aprendí a hacer la cama, a cocinar y cebarme un mate. A hacer las cosas solo. Es fundamental no depender de otro.

   También dejó de necesitar ayuda para dar un paseo o realizar un trámite.

   -Esto (por el Centro Braille) me cambió la vida. Me sacó del pozo. Aprendí mucho y nunca se termina de aprender. Ahora soy una persona normal pero sin luz.

   Cuando desde el Centro le ofrecieron trabajar en el Taller Protegido, en primer instancia rechazó la oferta sobre todo por la distancia que debía recorrer desde su pueblo hasta Bahía Blanca. Le resultaba complicado viajar todos los días. Sin embargo, al tiempo logró organizarse y llamó a la entidad para saber si la propuesta seguía en pie.

   La Municipalidad de Coronel Dorrego solventa sus viajes para que asista al Centro tres veces por semana. Trabaja en doble turno en la confección de cepillos y perchas de madera.

   Hoy se siente muy bien. Útil. Hace los mandados, paga los servicios, maneja dinero.

   -Creí que no iba a adaptarme. Pensaba “Soy de Dorrego, acá no me conocen”. Pero no fue así. Es una institución muy familiar.

   Tenía tantas ganas de aprender que la rehabilitación no le costó.

   -Me rehabilité bastante rápido.

   Para él, buena parte de la sociedad sabe cómo colaborar con una persona ciega pero todavía falta avanzar.

   -Algunos te ven en la esquina y te preguntan ¿querés cruzar? o ¿adonde vas? Te quieren ayudar. Pero otros tienen temor, no saben cómo preguntarte.

   Otra de las cosas que jamás imaginó que podría hacer estando ciego fue sacar fotos pero hizo un curso de fotografía y lo logró.

   -Hasta hice fotos a la luz del sol con una cámara estenopeica. No era imposible. Querer es poder.

   Sergio cuenta que el sentido que más lo ayuda a orientarse es el oído.

   -A las personas las reconocés mucho por la voz. En la calle también es muy útil, sabés cuándo viene una bicicleta porque escuchás el rodado o cuándo se cruza una paloma.

   -Hacé de cuenta que nací de nuevo. La manera de enseñar que tienen no es de un maestro a un alumno. Te enseñan en familia.

   Recuperar la autonomía

   Graciela Hinojosa dejó a su hijo más chico en el jardín, en Pedro Luro, y todo se apagó. Desde hacía un año venía perdiendo gradualmente la visión -luego de haber sido sometida a una punción cerebral por la aparición de un quiste- hasta que un día se hizo la oscuridad total.

   En aquel momento estaba por cumplir los 26 años y tenía tres hijos chiquitos a su cargo: una nena de 8 años, un nene de 6 y otro de 4. Quedarse de brazos cruzados no era una opción.

   Antes de perder la vista solía ver pasar a un hombre con bastón blanco pero nunca se le había dado por preguntarle cómo lo usaba y, menos aún, quién le había enseñado.

   -No se me había ocurrido que podía pasarme a mí.

   Desde su llegada al Centro Luis Braille aprendió muchas cosas. Por empezar, que estar ciego no significa vivir aislado y, en segundo lugar, que había muchas personas como ella que habían logrado seguir adelante.

   Hoy, totalmente rehabilitada y a punto de terminar la secundaria en una escuela de adultos confiesa que su mayor temor pasaba por enfrentar el afuera. No se imaginaba que sería capaz de caminar sola por la calle y hasta tomar colectivos.

   -Mirá como son las cosas. Hoy me oriento mejor que antes de perder la vista. Voy para todos lados sola y no me pierdo nunca.

   Graciela vive con su hijo de 16 años, que cursa la secundaria y su hija de 21 años que fue mamá de Taiel, de cuatro.

   Taiel siempre está atento a su abu, más allá de que ella se maneja sola por completo. Él se fija, por ejemplo, que no haya sillas en el camino sino arrimadas a la mesa y la ayuda a armar los pares de calzados.

   -Aunque yo sé reconocer mis zapatillas, él está siempre voluntario y me dice: “Mirá, estas son las dos iguales”.

   Braille le dio a Graciela la posibilidad de trabajar en el Taller Protegido donde se confeccionan productos que luego se comercializan en el mercado local. Viaja tres veces por semana desde Pedro Luro para cumplir su tarea en doble turno. Aprendió escritura Braille y usa la computadora y el teléfono celular con una aplicación especial.

   -Siempre me sentí como en casa. Veía gente más grande que yo que se manejaba con el bastón y pensaba ¡Yo también tengo que poder!

   Volver a casa

   Sonia Zabala se convirtió en presidenta del Centro Luis Braille luego de atravesar varias experiencias muy difíciles.

   Siempre supo que su vida se encaminaba hacia la ceguera ya que padecía queratocono, una enfermedad congénita progresiva.

   A los 25 años se sometió a un trasplante de córnea de su ojo izquierdo pero la operación no salió bien y perdió la visión en ese ojo. Entonces tenía una hija de 9 años. En el ojo derecho sufría una disminución visual severa.

   -Estaba limitada. No podía conseguir trabajo, no podía leer, que me encanta, ni había podido terminar el secundario.

   Una prima le dijo ¿Por qué no vas a Braille?

   -Yo pensaba que era sólo para ciegos pero después de una entrevista empecé a venir para aprender lectoescritura Braille. Mi rehabilitación empezó por ahí.

   Concurrió durante cuatro años a la entidad que jamás le negó una prestación aunque ella no tenía obra social.

   -Antes no sabía hacer nada sola, siempre iba acompañada con alguien que me decía “Allá está esto” o “Allá está lo otro”.

   Tras su paso por Braille cobró una mayor autonomía. Se colocó un lente de contacto en el ojo en que aún tenía visión y consiguió trabajo en la Cooperativa Obrera. Durante mucho tiempo siguió visitando la entidad, esporádicamente.

   Dos décadas más tarde -hace cuatro años- recibió una noticia que puso su mundo de cabeza: debía hacerse un trasplante de córnea en el ojo en el que aún tenía visión. Entonces retornó a la institución en busca de contención y la recibieron con los brazos abiertos.

   -Había que intentar la operación para no llegar a la ceguera. Fue un duelo, un proceso difícil. En Braille me ayudaron mucho.

   La cirugía fue exitosa. Hoy Sonia tiene un 20% de visión en el ojo trasplantado y usa anteojos sólo para ver de lejos.

   Tras esta experiencia se acercó a la entidad desde otro lugar: para ofrecer su colaboración como voluntaria y terminó convirtiéndose en Presidente ad honorem.

   -Siempre estuve muy agradecida con la entidad pero desde que conocí cómo se sostiene económicamente lo estoy mucho más. Es increíble el trabajo que hay detrás, por parte de la comisión directiva, del equipo de profesionales, de los voluntarios y las ganas que le pone todo el mundo para seguir sosteniendo la institución.

   En el Centro, cada día, un equipo de 17 profesionales brinda a las personas ciegas o con baja visión las herramientas que necesitan para autovalerse y reintegrarse a la sociedad y contención psicológica para concretar sus objetivos.

   La lista de espera crece

   Carlota Elizari, profesora especial de ciegos y disminuidos visuales y directora del Centro Luis Braille en Bahía Blanca aseguró que la situación financiera de la entidad les impide extender los servicios de rehabilitación a más personas.

   “Tenemos 15 personas en lista de espera. Aún con el número actual de personas en rehabilitación se hace muy difícil hacer frente a los compromisos”, dijo.

   Para funcionar, el Centro depende exclusivamente de la colaboración de sus socios activos y de la venta de papel fruto de donaciones.

   También reciben subsidios otorgados por la comuna y el cobro de acuerdos con obras sociales como IOMA y PAMI. La suma de todos estos ingresos sólo alcanza para cubrir el pago de sueldos, servicios, insumos y el mantenimiento del viejo edificio donde funcionan las prestaciones.

   Si bien en el último tiempo la cantidad de socios se incrementó los ingresos no son estables lo que no les permiten proyectarse.

   Una labor para aplaudir

   El Centro cuenta con un equipo técnico compuesto por 17 profesionales. En la actualidad hay 29 personas en rehabilitación y 33 operarios que trabajan en el Taller Protegido.

   Posee un área de rehabilitación que cuenta con departamentos de Trabajo Social, Psicología, Orientación y Movilidad, Actividades de la Vida Diaria, Educación Física, Lectoescritura y Computación. En el área del Taller Protegido los operarios elaboran productos que luego se insertan en el mercado local.

   La Biblioteca Popular Especial cumple un importante rol en la integración de las personas ciegas y con baja visión. Cuenta con una bibliotecaria y libros escritos en Braille, en tinta y audiolibros.

   Los 14 miembros de la Comisión Directiva trabajan ad honorem y también hay voluntarios que leen libros y los graban en la biblioteca.

   El servicio que se brinda está restringido por la falta de infraestructura edilicia adecuada. La concreción de los proyectos de refacciones previstos, sería la alternativa válida para cubrir este déficit y continuar trabajando para favorecer el proceso de integración, socialización y autovalimiento de las personas discapacitadas visuales.

   “La familia es fundamental en la recuperación. Si no contiene y estimula a la persona ciega o con baja visión es probable que al volver a su casa tras el paso por el Centro, se quede encerrada. La sobre protección no sirve. ”Dejá que te vas a lastimar” o “Yo lo hago más rápido”, son las peores frases", dijo Carlota Elizari, directora del Centro Luis Braille.

   Creado en septiembre de 1959 por iniciativa de Antonio Zillio, Laura Laplaza y Oscar Díaz Súnico, entre otros fundadores, el Centro funciona en el antiguo caserón de Thompson 44.