Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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Melany Ferrari: “El sentido que me falta lo tengo en el corazón”

Estudiante ejemplar de la carrera de Educación Física, quedó hipoacúsica siendo una bebé, cuando le suministraron medicamentos ototóxicos debido a un virus intrahospitalario.
Melany Ferrari: “El sentido que me falta lo tengo en el corazón”. Sociedad. La Nueva. Bahía Blanca

Cecilia Corradetti

Ccorradetti@lanueva.com

Para Melany Ferrari el amor es la base del éxito.

Tal vez por eso, ella, que tiene 20 años y es hipoacúsica, anda por la vida feliz, siempre con una sonrisa más allá de las situaciones difíciles que sufrió desde que, siendo bebé, su vida cambió para siempre.

Fue cuando le diagnosticaron Síndrome Urémico Hemolítico (SUH) y debió permanecer 22 días internada de gravedad.

Pero eso no fue todo: durante ese proceso, un virus hospitalario la obligó a ingerir medicamentos ototóxicos que le afectaron la audición. Melany quedó sorda, aunque familia y profesionales se dieron cuenta tres años después.

Así, primero llegaron los audífonos que la acompañaron hasta los 15 años. Luego fue el turno de los implantes cocleares que le permitieron hacer una vida normal e, incluso, ser hoy una destacada alumna de segundo año del profesorado de Educación Física en el Instituto 86, de Vieytes y Colón.

“¿Si me siento una estudiante más? En algunos momentos, no”, confiesa, suelta, sincera, y agrega: “Para la parte acuática de mi carrera me sumerjo sin el implante porque me falta el procesador acuático, que lo estoy tramitando, entonces quedo, de alguna manera, aislada”.

“Hablé con los profesores y les expliqué que en ese momento necesito situarme frente de ellos y a escasa distancia. En el aula prefiero sentarme en el primer banco y que los docentes puedan resumir con ítems en el pizarrón”, acota.

--¿Suelen mezclarse los ruidos al usar implantes?

--No escucho con normalidad, es un ejercitar permanente. Los espacios más grandes son los más complicados. Pero tengo profesores de lujo, me aceptan y consideran como alumna responsable, constante. Con mis compañeros cuesta, siento que recién ahora se están acostumbrando a estar conmigo.

--¿Cómo te desenvolvés desde el punto de vista social?

--La parte social la he sufrido bastante y mucho tiempo he sentido que no terminaba de encajar. Sin embargo, hace poco viví una experiencia maravillosa que me ayudó muchísimo.

--¿Qué sucedió?

--Dentro de la materia Naturaleza y Aire Libre 1, a cargo de Mariano Abenel, realizamos un campamento a Pehuen Co, donde se programaron actividades divertidas, de integración y cooperación. Al final, en el momento de las reflexiones, muchos pudieron conocer mi historia y saber quién soy.

--¿Por qué?

--Sentí que se emocionaron con mi relato, tal vez porque no lo conocían. Dije, leyendo en mi cuaderno, porque me expreso mucho mejor a través de lo escrito, que para mí fue una hermosa noche, que sentía un nudo en la garganta y que mis sentimientos de agradecimiento los suelo demostrar sonriendo. Pude confesar que me sentía feliz.

--¿Es cierto que el sentido del que carecés te permite agudizar otros?

--Sí. Muchas veces me preguntan por qué soy tan sensible y alguien, una vez, me dijo que el sentido que me falta fue directo al corazón. Que escucho con el corazón y es así. Aquellas palabras me ahorraron muchas lágrimas. Soy hipoacúsica y soy feliz. Amo mi vida, mi carrera, mi familia, mis amigas...

--¿Cuál es tu anhelo?

--Soy estricta con el estudio y, como tal, espero recibirme, trabajar y ser una buena profesora. Mi carrera es tan amplia que no sé bien el camino que seguiré. Quiero continuar bailando, modelar, aprender de los errores, asumirlos. Para mí, todos los días representan un desafío y creo que la vida está llena de sorpresas.

--¿Te sentiste alguna vez discriminada?

--Sí, sobre todo durante la secundaria. Hoy, si bien a veces sufro algunas situaciones, comprendo que nada tienen que ver con la maldad. Además, me siento una afortunada porque tengo dos grandes amigas, Mariana Ramos y Micaela Nievas, que son incondicionales. Están en las buenas y en las malas. Y de mi familia no puedo pedir más.

--¿Qué reflexión hacés de tu vida?

--Me tocó lo que me tocó, pero me apoyo en los progresos. Sufrí mucha angustia, pero uno no puede vivir amargado, hay que transmitir alegría. Cuando comencé a escuchar me di cuenta que era sinónimo de amar: el amor es la base del éxito y los valores que aprendí se los debo a mi familia y a mi maestros de la escuela 513. No sería lo que soy.

--¿Recordás el día en que te colocaron los implantes cocleares?

--Sí, resultó maravilloso. Fue el 30 de septiembre de 2013 y la cirugía estuvo a cargo del equipo del doctor Luis Annunziatta, integrado también por la fonaudióloga Diana Laurnagaray. No fue fácil, fue un proceso complicado pero exitoso.

--¿Qué recordás del después?

--Las voces de mis padres nunca voy a olvidarlas. Escuchaba a los automóviles de manera clara. Escuchaba a la yerba cayendo en el mate, incluso el ruido de la piel cuando me rascaba o de mi lapicera cuando escribía en una hoja. No podía creerlo. Uno, como oyente, no valora esas cosas.

Todos los pilares de un largo y proceso

Melany no se cansa de agradecer a todas las personas que la han acompañado durante su largo proceso, desde que supo que era hipoacúsica hasta el día en que volvió a oír casi con normalidad. Y menciona como fundamental su paso por la Escuela 513.

Tanto su directora, Liliana Azcárate, como las fonaudiólogas María Eugenia Musso, Miriam Laplace, Marcela Morelli y las maestras Mariana Leumberger y Lorena Sánchez han sido verdaderos sostenes, asegura.

Actualmente, además de su profesor Mariano Abenel (alias “El Chavo”), destaca a Luciana Canova, también de la materia Acuática.

“El desafío es mutuo. El mío, lograr aprobar la materia; el de ella, enseñarme con paciencia y sensibilidad, como lo hace. Porque, insisto, en el agua no uso implante”, recuerda.

“Luciana me dio la oportunidad de asistir más seguido a natación. Para mí es un verdadero esfuerzo, por eso valoro y agradezco su predisposición”.Hija de Claudia Vidal y Néstor Fabián Ferrari, ambos de Tornquist, Melany nació el 19 de febrero de 1997. Tiene dos hermanos: Luana, de 17 y Lautaro, de 13.

A los siete meses comenzó con malestares que llevaron a internarla en Bahía Blanca. Sufrió Síndrome Urémico Hemolítico (SUH) y durante su internación padeció un virus intrahospitalario. Los medicamentos le provocaron hipocausia.

Recién a los tres años fue diagnosticada. Hasta ese momento, cuenta su mamá, “gritaba, era hiperquinética y de habla muy pobre. Apenas decía palabras sueltas”.

Claudia recuerda: “Fue una etapa muy traumática porque no llegábamos a tener un vínculo. Sentía que me ignoraba. No me escuchaba. Señalaba”.

La incertidumbre la llevó a consultar al pediatra, que en un principio le sugirió que no la sobreprotegiera.

“Pero nada avanzaba y así fue como volvimos. Hicimos estudios neurológicos y luego en el oído y así fue como conocimos el diagnóstico”, rememora.

Para Melany, el audífono tiene gran diferencia con el implante. “El primero permite escuchar, aunque de manera más cerrada, es decir, no lo que señala alguien que se encuentre en el costado”, diferencia, para agregar que el implante es “fantástico”.