Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

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El negro Olmedo

Sus amigos armaron este circuito turístico sobre la vida del comediante en su ciudad natal. Piden que el 24 de agosto, día en que nació, sea el Día del Buen Humor. Corina Canale / corinacanale@yahoo.com.ar

La esquina de Rivadavia y Pueyrredón, en el barrio de Pichincha, nunca será una esquina solitaria. Allí está la escultura de bronce del gran humorista, que lo muestra sentado y sonriente en un banco de la plaza.

En ese barrio nació Alberto Olmedo, el 24 de agosto de 1933, cuando todavía Pichincha no era un barrio cool, sino la cuna del rufianismo y la mala vida. Un barrio de pasado prostibulario.

La artista Carmita Batle llamó a su obra "Olmedo al bronce, un banco para compartir", presagiando que el gran capo-cómico siempre estaría acompañado de sus admiradores, quienes se sentarían con él para la foto.

Batle instaló a su lado un pequeño muro con los rostros de sus inolvidables personajes: Rogelio Roldán, el Capitán Piluso, el General González, Rucucu y El Manosanta.

Su casa natal, en Tucumán 2765, ya no existe, pero aún está la vieja carnicería y verdulería de José Becaccece, en Salta al 3000, que fue donde trabajó por primera vez.

El siglo XXI trajo a este barrio un boom inmobiliario fenomenal; aparecieron los mercados retro y artesanales, y también los locales de los anticuarios. Esa explosión, que favoreció al turismo, borró para siempre la bohemia de las primeras décadas.

Y la Secretaría de Cultura de la ciudad se mudó a Pichincha, un barrio que enfrenta un futuro incierto signado por nuevos megaproyectos.

Lo que no ha cambiado, lo que resistió al tiempo, es el ombú del Parque España, donde Olmedo solía refugiarse en el verano. Tal vez, en algún sueño loco vislumbró, sin creerlo, lo que el destino le deparaba al pibe rosarino.

Sus días de estudio comenzaron en la escuela Juan Seguí, donde cursó hasta quinto grado, y siguieron en la escuela Almafuerte, donde terminó la educación primaria.

Mientras tanto, la primera comunión lo encontró estudiando el catecismo en la Parroquia de la Inmaculada Concepción, donde cuentan que acudió varios años a esa ceremonia religiosa, tentado por el chocolate y las facturas que los curas ofrecían ese día a los chicos.

Sus amigos de siempre, Osvaldo Martínez, Víctor Morjosé y Bernardo "Chiquito" Reyes, mentores de este circuito, dicen que el Negro pensó en esos días de su infancia cuando acuñó su emblemática frase: "Eramos tan pobres".

Un día de 1947, con apenas 14 años, el mundo del espectáculo se abrió, tímidamente, ante sus ojos. Fue Salvador "Chita" Naón quien lo llevó a integrar la claque del Teatro La Comedia, patrimonio histórico de Rosario y baluarte de la escena nacional. En las últimas gradas de su "gallinero" durmió algunas noches.

En ese tiempo, como si el universo le estuviera indicando por dónde iba lo suyo, con Osvaldo Martínez integraron el Primer Conjunto de Gimnasia Plástica del Club Newells Old Boys, y el grupo artístico La Troupe Juvenil, del Teatro Asturiano, sitios que son parte del nuevo circuito.

Pero fue en 1951 cuando el gran maestro de la improvisación se unió con Antonio Ruiz Viñas y formaron el dúo Toño-Olmedo. La rueda del destino comenzaba a andar y su escuchaban los primeros aplausos.

Tres años después llegó a Buenos Aires y su primer trabajo fue el de peón técnico en el entonces Canal 7. No era lo suyo, pero estaba cerca de lo suyo. El resto es historia conocida. Una cena con los directivos del canal, un inconveniente en la transmisión y un silencio que había que llenar. Y el Negro mostrando lo que sabía hacer y ocupando un lugar que nadie le puede disputar.

No fue casualidad. Estaba destinado a ser un prócer del humor, a ser admirado y amado. Y a morir trágicamente en 1988. Pero eso no está en este circuito.