Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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Anjan Sundaram: lo que puede decir el silencio

Es de la India y tiene 32 años. Periodista y escritor, trata de contar cómo viven los whitenses tan cerca de un polo petroquímico. Dice que muy pocos aceptaron hablar.
Anjan Sundaram: lo que puede decir el silencio. Sociedad. La Nueva. Bahía Blanca

Ricardo Aure / haure@lanueva.com

El ruido intenso, el olor a amoníaco... el puerto, el polo y la gente. Todo eso impresionó a Anjan Sundaram mientras recorría Ingeniero White durante una calurosa tarde de febrero. Tanto que volvió en marzo para escribir un informe sobre cuánto incide en la salud el funcionamiento de un conjunto de plantas petroquímicas de tanta magnitud en pleno contexto urbano.

Periodista y escritor, Anjan nació hace 32 años en Chennai, antiguamente llamada Madrás, una ciudad de la India con más de 4.300.000 habitantes. En su ir y venir por el mundo para ver, descubrir y contar, sobre todo cuestiones ambientales y conflictos bélicos, el primer día de febrero llegó a Buenos Aires y luego emprendió su viaje por el sur. Tras casi todo marzo en Bahía Blanca reunió datos y testimonios para expresar cómo es la vida tan cerca de un polo petroquímico. Por la nota están interesados diarios de Inglaterra y Estados Unidos.

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Anjan sonríe con espontaneidad casi todo el tiempo, incluso cuando se refiere a lo que le disgusta, por ejemplo que en su búsqueda por White y Bahía Blanca encontró muy poca gente dispuesta a hablar de la contaminación.

“A ese silencio, en un tema que afecta a todos, lo siento como una señal de miedo y de tristeza. No busco polémicas, sino tratar de decir cómo se acepta vivir así. También son pocos los que se rebelan y luchan para cambiar. Para la gran mayoría es una normalidad. Y eso es muy fuerte porque es lo mismo que me han dicho en otras partes del mundo. Lo que no se puede cambiar, aunque genere enfermedades, se acepta”, señala.

Respecto de los incidentes, supo que un escape de cloro en Solvay-Indupa significó, el 20 de agosto de 2000, el más serio de los registrados y que el viento desvió la nube tóxica hacia zonas despobladas. La planta fue clausurada y los pobladores cortaron los accesos a la misma. Ocho días después, en la puesta en marcha de Profertil, se detectaron entre 40 y 100 partes de amoníaco por millón. El máximo permitido era de 35, con una exposición máxima de 15 minutos.

Hubo más de 80 asistidos en el Hospital del Menor, escuelas autoevacuadas y clases suspendidas en White.

Su experiencia en Bahía Blanca también le confirmó que muchos prefieren tener un empleo seguro en una planta petroquímica que proteger la salud. Por eso cree que parece no haber fin para esta ilusión de producir y trabajar más y más, “donde lo que importa es el dinero para consumir sin reparar que se destruye el futuro”.

La muerte, de muy cerca

Hijo de un contador y de una editora periodística, Anjan cumplió parte de la educación primaria en Dubái, donde trabajó su padre; también estudió en la Rishi Valley School y en el Instituto Indio de Tecnología de Madrás, en Francia y en los Estados Unidos, donde se recibió en Matemáticas en la prestigiosa Universidad de Yale, en 2005, y obtuvo una maestría. Con varias tentadoras propuestas de trabajo, incluso de la Goldman Sachs, sintió que su vida es para el periodismo y se fue al Congo, antes Zaire, para escribir sobre la guerra desatada entre 1998 y 2002 para la agencia de noticias AP y para el “New York Times”. También abordó temas ambientales y sociales.

“De la Argentina conocía la historia de personajes como Evita y el Che Guevara. Justamente fue él quien en 1965 entrenó a Laurent Kabila, cuyo hijo, Joseph, es el actual presidente de la República Democrática del Congo”, comenta.

Siempre como periodista independiente, Anjan estuvo dos años en Ruanda y cinco en la República Centroafricana, donde una guerra civil causó estragos, sobre todo entre más de dos millones de niños. Allí afrontó las situaciones más extremas.

“Varias veces me pusieron los fusiles en mi cabeza. Los milicianos cristianos creyeron que yo era un espía del gobierno. También, por el hecho de ser musulmán, estuvo a punto de morir mi chofer. He visto la miseria, la muerte y el terror muy de cerca... Jamás podré olvidar las ropas de un niño tiradas en un camino. Imagino a su madre escapando con su hijito”.

El desastre, y después

Acerca del panorama ambiental en la India, un país con 1.240 millones de habitantes, Anjan evoca la tragedia de Bhopal, sucedida el 3 de diciembre de 1984 por un escape de gas en una fábrica de pesticidas de la compañía estadounidense Union Carbide, que causó cerca de 30.000 muertes y afectó a unas 600.000 personas. “De la polución tampoco se habla mucho en mi país”, agrega.

En cuanto al crecimiento de la India, considerada entre las potencias emergentes, Anjan dice que fue humillada por los ingleses, de quienes pudo liberarse en 1947, aunque a costa de perder lo que hoy es Pakistán, y que por mucho tiempo se trabajó con la idea de demostrar que se podía crecer sin los invasores.

“Hay una fuerte expansión económica, pero también mucha pobreza. A las universidades solamente acceden las élites, y sobre las castas, un tema tan complejo y tan importante para la generación de mis abuelos, los jóvenes en la ciudad no lo tenemos en cuenta, pero sí los de los pequeños pueblos”.

Convencido de que el rumbo de la humanidad solo se corregirá si profundamente se cambian los pensamientos, Anjan concluirá su informe sobre Bahía este mes. Mientras tanto, descubre y admira el norte argentino. Afirma que en años de elecciones es mucho lo que sale a la superficie de un país y que, en general, espera un mundo humanizado y sin fronteras. Sin ese ideal no podría hacer lo que hace.