Bahía Blanca | Jueves, 18 de abril

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Guadalupe Aráoz, por los mundos de la Tierra

Es economista, tiene 32 años y una gatita, Catalina, que la espera en Buenos Aires. Tras reponerse de un accidente, recorre América en una Honda XR125N.
Hacer camino al andar. Guadalupe en su paso por Bahía. "Viajar es lo que me hace feliz”, sostiene.

Por Ricardo Aure / haure@lanueva.com

--Hasta pronto Catalina.

Catalina, una siamesa de 3 años, se acurruca en los brazos de Claudia y prefiere dormirse a soportar otra despedida.

En un departamento de una torre del barrio de Belgrano (piso 14), Catalina espera mientras su dueña, Guadalupe, la hija de Claudia, desafía las más largas distancias de América Latina en una moto Honda XR125N.

Por estos días, tras su paso por Bahía Blanca, emprende rumbo hacia la austral Ushuaia. Después subirá junto a los Andes hasta el norte argentino, y de allí a Bolivia, Perú, Venezuela, el norte del Brasil, Guayana y Méjico, siempre por los más zigzagueantes senderos. Tardará, como máximo, dos años. Es el tiempo que le prometió a sus sponsors. Pero puede ser menos.

***

Guadalupe Aráoz tiene 32 años, nació en Buenos Aires y es economista graduada en la Universidad Torcuato Di Tella. Trabajó en una multinacional de consultorías, hizo una maestría en Estadística Matemática, de la que le resta la tesis, volvió a emplearse, pero como analista de mercados de capitales en el exterior, y ...¡basta de la rutina de Buenos Aires!

A principios de 2013, la señorita que no paraba de vivir en el futuro, cargó su mochila, su computadora y se despidió de Catalina, que por entonces tenía un año.

Ya parada en el presente llegó a Beijing en un avión, anduvo por China, Tailandia, Malasia, Indonesia, Brunei, Borneo y volvió a China por Hong Kong.

En transporte público, a dedo o en motos alquiladas siguió por Vietnam. El destino asiático le tenía reservada una sorpresa en la milenaria Camboya.

Guadalupe todavía siente que vuela por el aire.

Una muy oscura y húmeda noche de febrero de 2014, por un peligroso camino de ripio de la zona de Kampot, se sostenía sobre una pequeña moto, de luz muy corta, a no más de 40 kilómetros por hora. De pronto un cartel en el medio del camino. Pudo esquivarlo, pero no advirtió la extensa prolongación metálica. Y voló.

--La moto se me vino encima, me arrastré por varios metros y la pierna se me llenó de sangre. También se me rompió la clavícula. En un tuc tuc me llevaron a la ciudad y de allí, en taxi a la capital, Nom Pen, donde me operaron como pudieron. Gracias al seguro de viaje pude regresar a Buenos Aires en compañía de un enfermero. No podía moverme.

De nuevo en casa, con la compañía de Catalina, los dolores se agudizaron cuando comenzaron a fallar las placas metálicas que le habían aplicado en Camboya. Finalmente, un grupo de especialistas en hombros le advirtió que la habían operado mal. El 23 de octubre volvió al quirófano.

--¿Cuándo me voy?–- fue lo único que preguntó Guadalupe ni bien salió de la anestesia. Después aguantó los meses de rehabilitación con optimismo y escribiendo para espacios periodísticos de viajes de nuestro país y España.

A principios de enero volvió a subirse a una moto. El sábado 21 de febrero, sus amigos y sus seguidores en la web la despidieron en El Planetario. Azul-Necochea (donde la esperaba su papá) y Bahía Blanca fueron las escalas de su pasaje por territorio bonaerense.

--Pero, ¿qué buscás?

--Nada. Viajar es lo que me hace feliz, lo que me lleva a vivir el día a día, a pensar solo en el hoy, a disfrutar del paisaje y de la gente sin pasado ni futuro.

--¿Y eso no es posible en la ciudad?

--Sí, si se tiene una gran sabiduría y fuerza mental. De lo contrario, por ejemplo, se pasa por una plaza sin verla, sin sentir sus aromas. Se vive sin darse cuenta. En Buenos Aires, la vida se arma proyectándola al mañana. En el secundario pensás en la universidad, después en la maestría, más tarde en conseguir un buen trabajo, luego en otro que te deje más dinero, y en otro que te guste más... y así se va la vida.

--¿Y cuál es la conclusión de este diario de viaje?

--Que viajar es mucho más que conocer un lugar. Es pararme, compartir la casa con su gente, adentrarme en su cultura e interactuar con franqueza y curiosidad para después poder escribirlo. Creo que todo lo nocivo de las relaciones humanas se debe al desconocimiento. A cada paso puedo comprobar que hay un montón de cosas lindas en los millones de mundos que ofrece la Tierra.

--Hasta ponto Catalina...