Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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El placer de transformar lo grande en chico

El amor de Víctor Taffetani por Emilse, y por las miniaturas, nació en El Divisorio y continúa en Bahía.
El creador y una pequeña parte de su obra. Emilse y Víctor se conocieron en 1948.

Por Ricardo Aure / haure@lanueva.com

El Divisorio, en sus tiempos de esplendor, aquellos de trenes y grandes cosechas, tenía 350 habitantes. Uno de ellos era Víctor Taffetani, el mismo que hoy, con sus activos 88 años, revive aquel ayer vital de su pago en un cuadro del pasillo que conecta la entrada de su casa con el living.

El verdadero escenario de esta historia tiene el paisaje urbano de Charlone al 600, justo frente al estadio de 9 de Julio. Y se llega desde el pasillo hacia la izquierda. Ni bien Emilse Carbajo, la mujer de Víctor, abre la puerta, irrumpe el taller donde las herramientas y las más diversas miniaturas y relojes parecen esperar ansiosamente a su creador.

Entre maderas y metales, sobresale un torno Wecheco (made in USA), de 75 centímetros de amplitud, de sólidos 50 años y que hace más de 40 está en las manos de Víctor. El espacio está repleto de cajas y frases famosas escritas en tinta negra sobre fondo blanco.

Por estas horas, otro reloj nace de la imaginación de Víctor. “Cada uno es distinto. Mejor o peor, pero diferente a los demás”, indica serenamente, rodeado de relojes que tienen formas de guitarra, molino, etcétera. ”Trabajo sin planos. Todo sale con esfuerzo, insistencia y pasión-pasión. Sale una idea, la plasmo en un cartón y así arranco”, agrega.

La obra está testimoniada en 200 piezas, la mayoría de ellas ha sido expuesta en 95 muestras cumplidas en varios puntos del territorio bonaerense, La Pampa, Río Negro y Chubut. La premisa no es vender, sino estimular la ayuda para instituciones de bien público.

“Este trabajo me hace sentir vivo. De lo contrario, andaría por ahí, carreteando sin rumbo”.

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Víctor tenía 12 años cuando, en el campo Don Pío, a 50 kilómetros de Coronel Pringles, comenzó a sentir que con sus manos podía hacer mucho más que labores agrícolas ganaderas. Lo entusiasmaba la ocurrencia de transformar las enormes cosechadoras en miniaturas funcionales, pero sus herramientas eran muy precarias.

El tiempo pasó, el Ejército lo convocó para cumplir con el Servicio Militar Obligatorio en la lejana Comodoro Rivadavia y cuando regresó, una noche de sábado, en 1948, durante un baile del Club El Divisorio conoció a Emilse. El tenía 21 años, ella... 14. Se casaron en Coronel Dorrego, donde la novia tenía a buena parte de su familia, en 1953. Tuvieron dos hijos, que cuando decidieron estudiar en Bahía Blanca, se vinieron con su mamá mientras Víctor siguió en el campo.

“La pasión por las miniaturas se afirmó definitivamente en 1974. Finalmente pude comenzar con las maquinarias agrícolas que usaba en el campo. Hice 32, en escala de 1 a 10, y luego me atrajeron los relojes, que me resultan mucho más complicados porque me los tengo que imaginar”, indica Víctor.

¿Y Emilse?

Ella combina paciencia y comprensión.

“En el campo, se relajaba con las artesanías después de las intensas jornadas. Hoy se pasa en el taller entre 8/9 horas al día y se entusiasma tanto que hasta se olvida de comer. Creo que es lo mejor que le puede pasar en este momento de su vida porque se siente física y mentalmente activo”.

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Hace 12 años que los dos están en Bahía Blanca. Tienen 3 nietos (Lucas, Valentín y Loreta) y esperan compartir las Fiestas en familia, con Mónica, la hija mayor (profesora de Biología), que está en Villa Regina, y Sergio (veterinario), quien vendrá desde Puerto Madryn. El proyecto para el año nuevo es llegar a la muestra número 100, aunque para eso habrá que conseguir un espacio para las 200 piezas.

“La vida ha sido buena conmigo”, es la última reflexión de Víctor antes de volver al reloj que le está marcando este tiempo donde su tarea lo hace sentir plenamente vivo.

Dónde

Las entidades de bien público que se interesen en exponer las artesanías pueden llamar al teléfono (0291) 452-8288.