Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

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Viajar fortalece el corazón y anima a definir cambios

Tras dos meses de encanto y paradojas en la República de Pakistán, Agustina López repasa la experiencia que le permitió darse cuenta de que es posible vivir haciendo lo que se quiere.
“No todos los islámicos son terroristas...”. Agustina, hábito criollo de por medio, repasa su viaje por Pakistán.

Por Ricardo Aure / haure@lanueva.com

“Dicen que viajando/ se fortalece el corazón/ pues andar nuevos caminos/ te hace olvidar el anterior...”. Del tema “Sólo se trata de vivir”, de Litto Nebbia.

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Agustina López, otra vez una más entre los 302.000 habitantes de Bahía Blanca, y después de dos meses entre los más de 180 millones de la República Islámica de Pakistán, busca respuestas en la casa del barrio San Martín que comparte con su hermana melliza. Dice que volvió distinta y con replanteos que no encajan con la vida que tenía antes.

“Es una prueba de readaptación que no se limita a una cuestión de horarios sino con mi proyecto de vida, porque siento que han cambiado mis prioridades”, admite esta estudiante de psicología que durante julio y agosto cumplió diversas actividades en Lahore, capital de la provincia de Punjab, dentro de uno de los programas de Asociación Internacional de Estudiantes de Ciencias Económicas y Comerciales (AIESEC), organización global que desde 1948 promueve el desarrollo del liderazgo por medio de intercambios entre jóvenes solidarios de todo el mundo.

Agustina, que nació en Darregueira, tiene 22 años y mientras avanza hacia el final de su carrera y trabaja en una cadetería para juntar los dólares que debe devolver, cuenta que el principio de esta experiencia se remonta al mes de agosto del año pasado cuando, mientras participaba de un trabajo de orientación vocacional en la penitenciaría de Villa Floresta, supo de las posibilidades de AIESEC.

“Un chico que había viajado al exterior me dijo que no era utópico y empecé a animarme. En febrero me conecté con gente de AIESEC en Bahía Blanca y para mayo sabía qué iba a hacer y adónde. Como me interesé en relacionarme con tareas vinculadas al rol de la mujer surgió Pakistán con un proyecto para mujeres en contextos sociales con dificultades y que sufrían violencia de género”.

Una vez que juntó los dólares que le costaron los pasajes por Fly Emirates, Agustina se fue el 24 de junio. Buenos Aires-Río de Janeiro-Dubai y el 27 a la mañana, Lahore, una ciudad de 5.200.000 habitantes, donde la esperaban jóvenes de distintos países.

“Llegamos a ser 26 en una misma casa. Había estudiantes de Holanda, Canadá, China, El Salvador, Austria, México, Hungría, Taiwán ... La convivencia, al otro lado del mundo y con gente de tantos países fue muy interesante. Me encantó. Conocí aspectos de culturas diversas que no están en los libros y también se formaron como alianzas por continentes. Fue fácil llevarme con los únicos dos latinoamericanos, pero la regla era hablar sólo inglés por una cuestión de respeto colectivo. En Pakistan se habla inglés y urdo”.

Claramente extranjera, sobre todo por su aspecto físico, Agustina colaboró en una aldea situada a 5 horas de Lahore, donde enseñó hábitos de higiene a los niños, pero su tarea primordial resultó una investigación sobre violaciones y violencia de género en Punjab, la que emprendió junto con una canadiense y dos holandesas.

“Recorrimos archivos, diarios, debimos hacer traducciones y concluimos que la problemática evidencia una muy leve mejoría respecto de otros años. Advertimos que son muy pocos los casos reportados y que los denunciados casi nuca terminan en condena. Por una cuestión cultural, la mujer es sometida, desvalorizada y la que se divorcia –allá separarse es un tabú-- sufre pobreza. La situación, vista con mis ojos argentinos, me horrorizó”.

En un país con clases sociales muy diferenciadas, Agustina indica que los más educados sienten que los occidentales no los comprendemos. Los sectores bajos, en cambio, creen que el blanco es malo, rico y que se hizo de sus bienes en forma deshonesta. A mí me miraban de una manera casi agresiva. Ellos enseguida notan al extranjero pero, ojo, no todos los islámicos son terroristas como lo muestra la TV. Lo comprobé personalmente, incluso en circunstancias de inestabilidad política”.

De nuevo en Bahía, Agustina enfatiza que su vida cambió en poco tiempo, que estaba acostumbrada a dejarse llevar por el ajetreo cotidiano y que por todo lo que tenía que cumplir perdía de vista lo que siente de verdad.

“Me di cuenta de que hay un montón de gente que está haciendo lo que quiere y que para eso no se necesita tener plata sino liberar el interior y quebrar estereotipos sociales que te limitan a trabajar, estudiar y tener una familia. También dimensioné el valor de la mujer en la Argentina y todo lo que tenemos para hacer por aquí. Eso me alienta a comprometerme más”.

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“Creo que nadie puede dar,/ una respuesta, ni decir/ qué puerta hay que tocar/ creo que a pesar de tanta melancolía/ tanta pena y tanta herida,/ sólo se trata de vivir.”