Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

Gracias a la vida, y a la gente

Solidaridad. El diccionario la define como "adhesión circunstancial a la causa o empresa de otros". Solidaridad. Esa palabra hizo posible que tres niños bahienses siguieran con sus vidas a pesar de las piedras que tuvieron que sortear en los albores de sus vidas. Solidaridad, la que llevó a que Sabrina Mesa recibiera un corazón cuando el suyo, a los 8 años, afectado por una cardiopatía, ya estaba cansado de latir.
Gracias a la vida, y a la gente. Sociedad. La Nueva. Bahía Blanca

 Solidaridad. El diccionario la define como "adhesión circunstancial a la causa o empresa de otros".


 Solidaridad. Esa palabra hizo posible que tres niños bahienses siguieran con sus vidas a pesar de las piedras que tuvieron que sortear en los albores de sus vidas.


 Solidaridad, la que llevó a que Sabrina Mesa recibiera un corazón cuando el suyo, a los 8 años, afectado por una cardiopatía, ya estaba cansado de latir.


 Solidaridad, la que también se hizo presente cuando Macarena González necesitó un implante coclear para, por primera vez, a los 4 años, escuchar la voz de mamá y papá.


 Solidaridad, la que hizo posible que Gonzalo Pistelli tuviera el mejor futuro posible, a pesar de haber nacido sin brazos...


 Hoy, Maca, Gonzi y Sabrina, reviven sus historias y dicen "Gracias, muchas gracias".

Gonzalo Pistelli, todo para dar




 Munido de su amigo el chupete, Gonzalo se las ingenia para abrir la puerta de calle y salir. Le gusta estar afuera.


 "Es muy sociable", dice su mamá Angélica.


 Un abuelo del barrio detiene su marcha cansina frente al nene. Le sonríe y le pone un bomboncito debajo de la axila. Gonzi entra corriendo y se lo da a papá Adrián.


 Es que esta vida que no le dio bracitos, le dio tantas otras cosas a cambio...


 "Mi hijo es feliz. Tiene el más leve de los defectos: nació sin brazos, pero es un chico sanísimo", dice Adrián mientras mira a su hijo, emocionado.


 Cuando Gonzi nació, el 21 de febrero de 2005, su familia recuerda ese momento como uno de los "más dificiles".


 "En el momento que nos dijeron que no tenía brazos y podría tener severas deficiencias pensamos en lo peor, en interrumpir el embarazo. ¿Con qué derecho iba a traer yo al mundo un bebé destinado a sufrir?", cuenta Angélica.


 Pero las cosas estaban destinadas a empeorar.


 "Estabamos devastados con lo del nene y, al tiempo, nos robaron. Hasta las sábanas se llevaron, me quedé con lo puesto", recuerda Adrián.


 Ni el alquiler de la casa podían pagar.


 "El policía que vino a hacer las pericias quedó muy afectado cuando vio a Gonzalo, hasta sus juguetes terapéuticos se habían robado. Ahí fue cuando surgió toda la movida de la expo tunning para recaudar plata para conseguir juguetes y las prótesis. Tuvo tanta repercusión, que la gente nos donó más de seis televisores, un juego de sillón, sábanas, ropa, mesa, sillas... todo. Todo lo que hay en este living es gracias a la gente", explica Adrián, mientras observa pasar a sus otros hijos, Gastón de 13, Juan Cruz de 8 y Mauro de 7.


 Hoy existen sólo palabras de agradecimiento para todos aquellos que se acercaron en los peores momentos.


 "Cómo olvidarme de todo lo que hicieron por mi hijo. Seré un eterno agradecido y me gustaría tener la oportunidad de devolver un poco de todo lo que nos dieron".


 Reconoce que es imposible olvidar a Juan, quien llegó hasta la casa de Granada al 1100 a bordo de una vieja bicicleta, cargando una máquina de coser para que Angélica pudiera trabajar.


 O a esa familia que a bordo de una 4x4 enorme se hizo el tiempo para acercarle un montón de juguetes a Gonzi, o a esos estadounidenses que cortaron sus vacaciones para conocerlo. Y tampoco a la FM Monte Hermoso, que montó una original campaña solidaria.


 "No sabíamos dónde poner todo lo que nos traían. Una cosa es contarlo y otra, verlo. Y todo por mi hijo...", se emociona Adrián nuevamente.


 Gonzi piensa, grita, camina, toma su mamadera y hasta juega al fútbol. Todo lo que un niño normal de tres años haría a su edad.


 "Te lo doy una semana y te lo quedás. Gonzi es un amor", dice Adrián. "Te enseña constantemente, con cada una de sus acciones, a no quejarte por pavadas. Se las arregla muy bien y confiamos en que cada día lo hará mejor ", agrega Angélica.

Macarena González, al son de Shakira




 "Hola... hola", son las primeras palabras de Macarena.


 Desde el implante coclear, saluda a todo el mundo, baila danzas árabes y es fanática de Shakira. Sin dudas, su vida sufrió un vuelco completo.


 "Antes se escondía detrás de mis piernas, huía. Pero desde que comenzó a oír, ella sola empezó a tratar de comunicarse, nos presta atención cuando hablamos y no está tan pendiente de seguir los movimientos de la boca cuando hablás", dice Virginia, su mamá.


 Desde hace un tiempo, Maca trabaja con una fonoaudióloga y en casa, con Virginia. Desde la semana que viene concurrirá al Jardín y a un gabinete de trabajo auditivo a la Escuela Nº 503.


 "Los progresos de Macarena nos sorprenden todos los días. cuando la llamo y se da vuelta, se me pone la piel de gallina", reconoce.


 Macarena, quien en octubre cumplirá junto a su mellizo Imanol 5 años, fue el primer caso que el Redondeo Solidario encarado por la Cooperativa Obrera entregó personalizado. Antes, sólo se daba a instituciones.


 "La costumbre de dar ya viene con la mayoría de las personas, lo que pasa es que algunos no saben cómo actuar o por dónde canalizar sus ganas de dar. Pero los medios de prensa tienen un rol fundamental en todo esto porque sino hubiera sido imposible juntar los 18.500 dólares para la operación en sólo 18 días, como se hizo".


 Hasta el día de hoy, ningún médico pudo confirmar por qué Macarena es sorda.


 "Sólo me dijeron que tuvo una neuropatía. Suponen que una hipoglucemia neonatal (una baja grande de azúcar) fue la causante".


 Virginia cree que la lástima es efímera y que el éxito de estas campañas radican en la posibilidad de compenetrarse con el problema ajeno y hacerlo propio.


 "Tuve la oportunidad de comprobar que la gente actúa movida por un sentimiento real, genuino. Todas esas monedas del vuelto que donaron lograron que hoy mi hija sea otra persona, que salga de ese mundo sin sonidos en el que estaba encerrada".


 A pesar de tener seis hijos (Joel de 18, Alan de 15, Jairo 12, Imanol y Maca de 5 y Máximo de 3), Virginia y su marido se hicieron un tiempo para tratar de ayudar a quienes estén pasando por ese mismo trance.


 "Dentro de nuestras posibilidades, tratamos de devolver algo de todo lo que le dieron a Macarena. El año pasado, con la fundación que creamos llamada Derecho a Oír, entregamos 11 audífonos a gente sin recursos".


 A través de Internet, Virginia entró en contacto con Marcela Barros, una persona que recibe los aparatos que mandan desde las Islas Baleares y aquí se distribuyen en el Hospital Penna.


 De los 40 chicos que pasaron por la consulta en el Hospital Garrahan, Macarena fue la única que logró operarse.


 "El implante de mi hija fue posible gracias a la comunidad, porque nosotros nunca podríamos haber juntado esa plata con la despensa. El doctor Leopoldo Cordero, encargado de la intervención, quedó muy asombrado cuando le conté cómo reunimos la plata y se mostró esperanzado de que se pudiera hacer en otros lados del país".


 Macarena crece sana y hermosa, y cada día se independiza un poco más.


 "El que más sufre por ella, pero a la vez la cuida muchísimo, es Imanol. Como van a diferentes salas de jardín, él se escapaba de la suya porque tenía miedo de que su hermana no le entiendera a la maestra, pero si estaba con ella le hacía de intérprete."


 La reina de la casa, esa es Macarena. Tanto es así que para estar presente en la nota y dejarse sacar fotos tuvieron que "sobornarla" con un helado. Una reina, sin dudas.

Sabrina Mesa, con un corazón fuerte y sano




 Hoy, con 17 años, Sabrina recuerda que su cumpleaños número 10 lo festejó en el Hospital Garrahan de Buenos Aires, rodeado de enfermeras y con sus familiares detrás de un vidrio de terapia intensiva.


 Sabrina arrastraba una cardiopatía que a los 8 años se vio agravada por dos neumonías seguidas, que derivaron en la necesidad de un trasplante urgente.


 "Yo era muy chica y apenas era consciente de la gravedad de mi estado, sabía que necesitaba un corazón nuevo pero en realidad no estaba al tanto de cómo era la operación, de lo que me iban a hacer".


 El hecho de ver tantos chicos enfermos recorriendo los pasillos de ese inmenso hospital que se morían esperando un órgano le hizo pensar más de una vez en lo peor.


 "Hija, ya está. Te operaron y todo salió bien", fueron las palabras cargadas de alivio que recuerda Sabrina que Lidia Pozo, su mamá, le dijo al despertar.


 "Sentí un alivio muy grande porque pensé que ya todo había terminado, que volvería a casa. Estaban todos muy desesperados y nerviosos, expectantes de lo que podía pasarme y pendientes de cada movimiento mío. Nos mantuvo de pie el hecho de aferrarnos a Dios y a la fe de que todo marcharía bien", dice.


 Sabrina toma dos drogas inmunosupresoras de por vida (que le impiden que su cuerpo rechace el órgano) y viaja cada seis meses a Buenos Aires a los controles programados de ecocardiogramas, electros y, en la última revisación, una ergometría y una biopsia del tejido cardíaco, que resultaron tan positivas que la doctora le aseguró que no parecía que ese corazón no fuera de ella.


 Hoy, a los 17 años, Sabrina reconoce que ella es un ejemplo claro de la solidaridad de los bahienses, que le ofrecieron todo tipo de cosas para mejorar su calidad de vida.


 "No sólo recibí un corazón, sino porque además mi papá pudo hacer una habitación para mí con aire acondicionado, con cómoda, mesa de luz y cama. Todo, gracias a la gente".


 Sabri comparte su vida con sus padres y tres hermanos: Jairo de 18, Julián que cumplirá 11 mañana y Melisa, de 8. Ah, y no tiene novio.


 "¿Si me gustaría conocer a la familia del donante de mi corazón? Claro. Hasta ahora sólo me dijeron que el corazón era de una chica de 28 años que se habia recibido de médica y que en las fiestas de fin de año falleció por una falla en el cerebro".


 Sus padres tiene mi foto y, cuando estén listos para verme, allí estaré. No podría negarme a ese encuentro... ellos dieron una parte de alguien que era lo más importante en sus vidas y ahora late en mí".

Laura Gregorietti/"La Nueva Provincia"