Bahía Blanca | Martes, 16 de abril

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Viaje al corazón de una familia menonita

"Malinowsky estudió las tribus melanesias en una época en la que estas aún conservaban su estado genuino, todavía ajeno a la ulterior contaminación por la tecnología, la organización y el mercado occidentales. Semejantes posibilidades son hoy una rareza". (Ryszard Kapuscinski, en su obra Encuentro con el Otro)


"Malinowsky estudió las tribus melanesias en una época en la que estas aún conservaban su estado genuino, todavía ajeno a la ulterior contaminación por la tecnología, la organización y el mercado occidentales. Semejantes posibilidades son hoy una rareza".
(Ryszard Kapuscinski, en su obra Encuentro con el Otro)

Anahí González agonzalez@lanueva.com








 Una silla para Katharina, otra para su marido Jacobo y una para cada enviado de "La Nueva Provincia". Una exclusiva rueda de prensa en el living familiar de los Harder-Thiessen.


 No quieren fotos, eso sí.


 Las dos hijas mujeres están en la cocina y los seis varones restantes en la carpintería familiar.


 El pañuelo negro en la cabeza de la mujer indica que está casada. Si fuera blanco, estaría soltera.




 --¿Qué pañuelo usan las divorciadas?


 --Acá no hay divorcios --dice con las manos cruzadas sobre su vestido violeta oscuro floreado, con una sonrisa amable.


 --¿Nunca se separó una pareja en la colonia?


 --Nunca.


 --¿Y si se llevan mal o pelean mucho?


 --Se perdonan --remata imperturbable.




 Ellos, como el resto de los habitantes de la colonia La Nueva Esperanza, no forman parte de los millones de usuarios de Twitter o Facebook, no fuman, no toman alcohol, no tienen televisor, luz eléctrica, celular, ni autos o camionetas.


 Tampoco escuchan música, leen libros o visten distinto que los demás. Sus hijos no aprendieron español en la escuela.


 O, por lo menos, según los preceptos de su religión, no deberían hacerlo ni haberlo hecho.


 Surge el desafío: ¿Se puede conocer algo más? En principio, la familia Harder-Thiessen, del Campo 8, parece dispuesta a colaborar.


Preguntando se llega a los Harder





 Guillermo es el primer menonita con el que se toma contacto en el Campo 1. Interrumpe su tarea en el tambo y con las manos en la cintura espera que alguien le cuente el motivo de la visita.


 Entonces comenta con amabilidad que en la colonia hay una familia que se ocupa de "recibir a los turistas" y hasta suele preparar almuerzos.


 Si hay una casa conocida como "la que recibe a los turistas", todas las restantes...¿serán "las que no reciben a los turistas"? Al menos, así parece.


En el camino





 Sulkis van, sulkis vienen, por el camino de tierra ninguno se detiene. Un jinete de aspecto germano, de unos 30 años, muestra la palma en señal de saludo antes de perderse tras una nube de polvo.


 No sonríe, pero tampoco se ve molesto. El gesto es de aprobación, aunque sin concesiones. Con similar proceder, lo suceden varios hombres y mujeres, lo que parece un signo de apertura hacia quienes llegan de afuera.


 Hace años, ante cámaras o turistas, gran parte de los habitantes de lacolonia menonita La Nueva Esperanza, a 40 kilómetros de Guatraché --en La Pampa-- solía huir sin preámbulos o cubrirse la cara.


 Hoy, si bien los más entusiastas son los niños --que no disimulan su curiosidad--, en general los gestos de los adultos parecen indicar que en algo han disminuído las reticencias a las visitas.



Aparatitos antipáticos






 Todavía en Campo 1, camino a la casa señalada, se divisa una quesería. Semeja una simple vivienda, pero invita a detenerse para ver cómo elaboran estos productos y, quizá, tomar fotografías.


 Un menonita alto y corpulento, con un delantal blanco plastificado, sale al encuentro. Escucha atentamente, pero no quita la mirada del grabador.


 --Si le molesta puedo apagarlo...


 --No, acá no tenemos tiempo para grabar, ni hablar mucho porque hay que trabajar --es educado, pero tiene el ceño fruncido.


 --¿Y podemos hablar con el dueño?


 --El dueño no está. Llega de Guatraché después de las tres de la tarde. Mejor con él, que va a tener tiempo.


 Como una pelota de ping pong, sus ojos azules van del grabador al aspecto de los visitantes, y otra vez al grabador. Una y otra vez. No puede o no quiere disimularlo. El pequeño aparatito, aunque apagado, sigue inquietándolo.


 

Una familia especial




 Abraham Harder, jardinero azul típico, gorra de baseball, camisa clara, está parado en la puerta de la carpintería familiar, en el Campo 8.
Tiene 21 años, aunque parece de menos y habla muy bien en español.



 Amable y sonriente, escucha con atención el pedido de conocer a su familia y, acaso, pasar todo el día con ella.


 --¿Será posible?


 --Sí, será posible -dice.


 La espontaneidad de la respuesta --sin previa consulta a a sus padres--- remite por oposición a la dificultad hallada en la quesería. Parece que las cosas son distintas en esta casa donde desde hace dos años suelen recibir visitas.


Katharina decide





 Tras una breve charla con Abraham, aparece su papá, Jacobo, un hombre de contextura mediana, que roza los cincuenta años, también amable aunque austero en sus respuestas.


 En el primer intercambio abundan los monosílabos y hay silencios incómodos --cuesta generar un clima distendido-- pero un rato más tarde, hasta ofrece mate.


 Mientras él se mueve y habla entre las piezas de madera que formarán sillas y muebles, seis de sus hijos manipulan ruidosas maquinarias entre nubes de aserrín.


 Solo de vez en cuando interrumpen su trabajo y, al unísono, como en una coreografía, miran hacia donde transcurre el diálogo.


 El hombre, 48 años, cada vez más distendido, señala la puerta de su vivienda, frente al taller.


 Surge la confirmación: es posible conocer su hogar, contar con un servicio de almuerzo y hasta de hospedaje, aunque primero hay que consultar a Katharina, su esposa, quien levanta o baja el pulgar, en estos casos.


 

Sin preámbulos




 Katharina saluda con un apretón de manos, tal como antes su marido. Después acerca unas sillas y va al grano.




 --¿Qué quieren saber? --dice con una sonrisa.


 --¿Cómo es un noviazgo en la colonia?


 


 Por unos instantes, nadie toma la palabra.




 --¿Qué cosas pueden y no pueden hacer los novios?


 --Relaciones sexuales antes del matrimonio, no --aclara la mujer, ruborizada.


 --Ahá. Y...¿pueden pasear de la mano y darse besos? ¿O no está bien visto en la colonia?


 --Mejor no. Se visitan en las casas, hasta las diez y después cada uno con su familia.


Informados





 La rueda sigue. El ping pong de preguntas y respuestas no tiene un destinatario específico: contesta el que quiere.


 Unas veces lo hace Jacobo y otras su mujer, de forma indistinta. O así parece. Cuesta hallar la subordinación femenina de la que se acusa a este tipo de comunidades. ¿Será porque se trata de una familia no ortodoxa?


 Jacobo menciona un episodio ocurrido en la colonia menonita de Bolivia, donde ocho habitantes fueron condenados a prisión por participar en la violación masiva de más de 100 mujeres, de entre 13 y 65 años.




 --¿Por qué cree que pasó eso?


 --Porque estaban muy vagos, muy vagos. Poco trabajo.


 --¿Usted permite a sus hijos tomar cerveza?


 --Un vaso está bien. Dos no. No podés prohibir todo. Es peor. Fumar no. En eso soy estricto. El que fuma, cuando tiene plata, la usa primero para comprar cigarrillos. Siempre tiene que estar primero el pan --mueve la cabeza como en una negación.


 --¿Está de acuerdo con la religión respecto de la prohibición de tener televisión en los hogares?


 --Sí. Todo el tiempo hay violencia. No es bueno para los hijos que vean eso. No me gusta.




 Cuando alguien tiene un celular, televisor, o algún otro elemento tecnológico, el obispo o alguno de los siete ministros de la colonia llama su atención.


 En caso de que el transgresor no modifique su conducta, se le prohíbe concurrir a misa y hasta tener empleados. Cada conducta fuera de norma tiene un costo social.




 --Es como cuando alguien roba. Aunque quede libre, ya todo el mundo sabe que robó. Y si lo hace de nuevo, nadie está con él.


¿Cuestión de probar?





 Tras la recepción en el living, Khatarina invita a conocer la cocina y Jacobo retorna a la carpintería.


 Junto a sus hijas, Susana (19) y María (13), la mujer corta tomates perita y los coloca en una olla gigante, donde serán cocidos hasta convertirse en salsa. Cosechó 30 baldes esta temporada.


 
--Si sus hijos quieren estudiar alguna carrera ¿pueden hacerlo?
--Nunca probaron --dice Katharina.
--Nadie quiere --asegura Susana, la mayor de sus hijas-- Todos tienen trabajo acá y trabajan acá. Todos dicen: "estudiar es para aburrirse" o "son muchos años".





 --Entonces no hay nadie en la colonia que haya estudiado alguna carrera...


 --No.


 --¿Quiere decir que están contentos con lo que hacen?


 --Sí --una Katharina dubitativa toma la palabra-- Cuando terminan la escuela empiezan a trabajar. Y cuando no tienen trabajo en la casa, van a otro lugar, como empleados. Trabajo hay.


Cupido trabaja en la colonia





 Ahora la pregunta es para Susana, que fríe unas milanesas de pechuga de pollo sobre una cocina a leña.




 --¿Vas al pueblo?


 --Casi nunca.


 --¿Lo conocés?


 --Sí, un poco.


 --¿No te gusta ir?


 --Que se yo, siempre tengo trabajo en la casa. No tengo tiempo.


 --¿Cuántos años tenés?


 --¿Cuántos me das? --su hermano Abraham había hecho la misma pregunta más temprano.


 --Catorce o quince.


 --Gracias, tengo 19.
--¿Tenés novio?



 --Si.


 --¿Cuánto hace?


 --Tres años.


 --¿Piensan en casarse?


 --Hasta ahora no.


 --¿Por qué?


 --Porque quiero estar en la casa. No vas a encontrar una casa mejor ni más linda que la tuya.




 Entonces, interviene su mamá.




 --Acá falta campo. Los chicos, cuando se casan, no saben dónde quedarse. No hay más lugar.




 Por este motivo, en 2005 hubo un éxodo de menonitas de esta colonia hacia campos de la provincia de Santiago del Estero.




 --¿A qué se dedica tu novio?


 --Metalúrgico.


 --¿Y lo ves todos los días?


 --No, ahora se fue a armar silos. Esta semana no lo veo --hace una pausa reflexiva y acota-- Cuando no lo veo, una semana me parece un mes.


  Lugares comunes del amor.


De sol a sol





 No es metáfora. Los menonitas se levantan con el amanecer y continúan en sus labores hasta el ocaso.


 Almuerzan a las 11.30, meriendan a las 15.30 --horario que coincide con la salida de los más pequeños del colegio-- y cenan a las 20.


 Mentón al pecho y ojos cerrados, cada miembro agradece en silencio los alimentos recibidos.


 En el desayuno, todo es casero --pan trenzado, masitas alemanas, manteca, dulce y leche-- menos el café.


 Al finalizar, con los cubiertos otra vez sobre la mesa, se reza otra oración en silencio y cada miembro retoma sus tareas.


 Las mujeres levantan la vajilla y la llevan a la cocina, para lavarla. Los varones vuelven a ponerse sus gorras, uno detrás de otro, como programados.


El descanso
--¿No descansan después del almuerzo?
--Ellos --por sus hijos-- tienen una hora para hacer lo que quieran. Pueden descansar o trabajar para ellos --dice Katharina.







 --¿Para ellos?


 --Sí, en esa hora lo que hacen lo pueden vender. Hacen sus artesanías; mates, tablas...


 --¿Y en qué gastan el dinero?


 --Compran herramientas para cuando se casen, para tener su propia carpintería y su terreno.


Entre maderas





 La carpintería de Jacobo Harder trabaja recibe pedidos de clientes de Santa Rosa, Bahía Blanca, Guatraché, Buenos Aires, Comodoro Rivadavia y otros destinos.


 En ella se elaboran mesas, sillas, alacenas, sillones y mecedoras de roble, pino, cedro y demás maderas.


 


 --¿No sería útil tener un celular para tomar pedidos a los clientes?


 --No podríamos cumplir con todos los pedidos. Sin celular ya tenemos mucho trabajo.


 --¿Y hacen publicidad de sus trabajos?


 --No, todos saben lo que hacemos lengua a lengua --dice, parafraseando la expresión "boca a boca".



La casa






 El interior es espacioso y sobrio. Todo es grande: ollas, pava, mesa, sartenes, fuentes, frascos de dulce. En las paredes solo cuelgan almanaques. Casi una decena.


 No tiene luz eléctrica, pero sí un grupo electrógeno que permite el funcionamiento de un freezer y de las herramientas de trabajo como sierras y lijadoras. Para iluminar los interiores poseen una lámpara a gas y linternas --tienen una colgada en el baño a modo de luz fija.


 En la vivienda hay una habitación para los varones, otra para las mujeres y una para el matrimonio.


 Además, cuenta con dos habitaciones para alojar huéspedes, a quienes se les cobra 80 pesos la noche, por persona.


 

División de tareas




 Por la tarde, el trabajo no cesa. Katharina y sus hijas confeccionan camperas y mamelucos, en antiguas máquinas de coser, que se encuentran al ingreso de la vivienda, antes del living. Los hombres continúan en la carpintería.


 Hasta los más pequeños colaboran con los quehaceres. Al regreso de la escuela les toca trabajar en la huerta, alimentar a los animales (vacas, cerdos y gallinas) o buscar leña para la cocina y la estufa.


 También hay que lavar los recipientes en los que la leche viaja por la mañana con destino a la quesería, porque de lo contrario, atraen a cientos de moscas. Esta tarea la realizan Susana y María.
Por la noche, los hermanos queman cardos rusos. Katharina embotella la salsa que comenzó a cocinar durante la mañana y Jacobo colabora. Después las guardan junto a decenas de conservas en un reducido depósito con estanterías repletas.



 
Asadito



 Por la noche, el fuego de la parrilla promete asado. Será con carne de cerdo. Para acompañar, ensalada de lechuga y tomate de su huerta. También hay arroz frito salteado con cebolla y zanahoria --una receta boliviana, según Katharina.


 Esta vez le tocó cocinar a Abraham, a quien señalan como "el que hace los asados más ricos".


 Después, llega el momento de la ducha. ¡Son nueve para un solo baño! Cada uno espera su turno. El desfile sucede ordenadamente.


 Después todos se acomodan en torno a una estufa a leña, en el living.


 Los hermanos no discuten ni pelean en ningún momento. La familia, en general, no abunda en estridencias. Por lo menos, no delante de la visita.


 De vez en cuando hablan entre ellos en alemán bajo, que no se parece en nada a nuestro castellano. Saben que no comprendemos nada de lo que dicen, pero no se incomodan.


 Son las 22.20 y no hay opción al zapping ni al chat, ni a los SMS, ni a la Play Station, ni a la radio, ni a la lectura.


 Será por eso que Isaac, de 16 años, quiebra el sopor post-cena con un acto de magia. El desconcierto de los huéspedes despierta la risa de todos. Una vez develado el truco, la risa es colectiva. Después comparten sus cuadernos de la escuela y hacen hincapié en la caligrafía. Para ellos tener buena letra es muy importante.


 Diez minutos más tarde, todos a dormir. En unas horas, los gallos marcarán el inicio de una nueva jornada laboral y hay que estar descansado.



Quiénes son
Jacobo Harder y Katharina Thiessen tienen ocho hijos: Jacobo (22) Abraham (21) Susana (19) Isaac (16) Enrique (14) Cornelio (7) y María (13), que es adoptada. Juan (23), el más grande de los hermanos se casó y vive en otro campo de la colonia junto a su mujer y su bebé Martín, de seis meses.

Los menonitas
* Son una comunidad religiosa anabaptista que se originó en el siglo XVI en Europa y en la época de la Reforma tomó distancia del catolicismo ya que propuso el bautismo voluntario en adultos.
* Perseguidos tanto por protestantes como por católicos, se dispersaron por más de 100 países.
* Se los llama así por ser seguidores del líder reformista anabaptista holandés Menno Simmons (1496- 1561)
* En América Latina hay colonias en Paraguay, Bolivia y México.

La Nueva Esperanza
* Fue fundada por habitantes procedentes de comunidades menonitas de México y Bolivia, en 1985.
* Está compuesta por unas 200 familias, con 1.200 habitantes, en un radio de 10 mil hectáreas divididas en nueve campos.
* Cada familia, en mayor o menor medida, posee tambos, vacas, gallinas y huerta. Algunos cultivan maíz y trigo.
* Entre sus ocupaciones también se encuentran la metalurgia, la fabricación de queso, las labores rurales (tambo, siembra y algo de ganado) y la carpintería. También hay zapatería y almacenes.
* A pesar de que cada vez más se relacionan con el afuera, por cuestiones comerciales o de salud --no hay hospital ni farmacias en la colonia-- los menonitas nacen, crecen, trabajan, se recrean, tienen hijos y mueren junto a padres, amigos, maestros, pareja y progenitores también menonitas.




















 Siempre ha sido así y la mayoría de ellos no parece cuestionarlo.
* Como solo se casan entre menonitas se mantienen entre generacioneslosmismos rasgos: son todos rubios de ojos azules, estilo germano.
* Cada matrimonio tiene entre cinco y siete hijos, como mínimo.
* En la escuela se aprende aritmética, idioma y matemática, pero no geografía, por ejemplo, ni español. A los 12 años ningún menonita recibe más instrucción.
* Cantan solo en la iglesia, los domingos. No ven películas.