Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

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El sargento Cristian Albarrán, reconocido por la Liga de Madres

Ingresó a una casa de Bella Vista para rescatar a 3 hermanitos de un incendio.
El efectivo luce con orgullo el diploma que recibió por su destacable accionar.

Por Cristian A. Lema / clema@lanueva.com

Al sargento Cristian Albarrán se lo ve sensible y emocionado. Luce con orgullo el diploma y la medalla que recibió el pasado lunes por parte de la Liga de Madres de Familia, en reconocimiento a su heroica actitud el pasado 8 de febrero cuando ingresó, en medio de las llamas, a una vivienda de Bella Vista para rescatar a tres hermanitos.

“Hay muchos policías que hacen un trabajo espectacular, pero no son reconocidos. Hacen de todo: desde ayudar a una persona en un accidente hasta agarrarle la mano a una abuela para que cruce la calle”, sostuvo el joven efectivo.

Albarrán sufrió severas quemaduras al intentar rescatar a los menores de un incendio registrado en la calle Pellegrini 1346.

El fuego provocó la muerte de dos de los niños: Lautaro Nahuel (4) y Milagros Ludmila Hernández (7). Rodrigo Hernández (9) pudo salir ileso gracias a la decidida y rápida intervención del policía, quien junto a su colega, el teniente Julio Fernández, fueron los primeros en acudir a la vivienda siniestrada.

“El reconocimiento es raro porque no hice nada que no debía hacer. Rocé la muerte, es cierto, pero en esa emergencia tenía la responsabilidad de hacerme cargo de la situación. El premio es una caricia al alma porque me queda algo material de los tantos halagos que recibí de manera simbólica”, admitió Albarrán en diálogo con un cronista de “La Nueva.”.

El joven permaneció cinco semanas internado en el Hospital Italiano de Buenos Aires, dos en estado de coma y las restantes en Terapia Intensiva.

Junto a su mujer Belén y su hijo David hoy transcurre sus días intentando recuperarse y asistiendo a una iglesia en Harding Green, donde halló contención y paz.

“Este gesto me emociona porque es algo que le voy a dejar a mi hijo. Me servirá a futuro para explicarle que estuvimos años sin poder ir a la playa porque tuve que arriesgar mi vida para proteger a chicos como él”.

Y agregó que “es difícil decirle a un hijo que no va a tener vacaciones porque papá no puede hacer una vida normal. Por momentos es difícil para los integrantes de mi familia superar esta situación, pero existe un acuerdo, tanto en las buenas como en las malas, vamos a estar juntos”.

“A siete meses de aquel incendio me conmueve el hecho de poder compartir muchas cosas con mi familia. Es innegable que perdí cosas, pero gané muchas otras que no son materiales”, afirmó.

A su criterio, el accidente motivó modificaciones, tanto en sus pensamientos como en sus sentimientos.

“Cuando una persona trabaja mucho, como lo hacía yo, no se da cuenta de la clase de persona que es. Puedo asegurar que varios de mis compañeros policías no tienen una buena vida con su familia porque priorizan el esmero para suplir las necesidades diarias”, señaló.

“Hasta antes del incendio no se me caía una lágrima. No era un buen compañero con mi señora, porque las pocas horas libres que tenía trataba de dormir y ella me aguantaba. Mi hijo sabía que tenía que descansar para después seguir trabajando. Y así no se podía”.

“Ahora tengo muchas ganas de volver a la fuerza, aunque me tenga que sentar en una oficina. Me gustaría ocupar parte de mi día con una tarea específica. Eso sí –-aclaró-- no es grato que el trabajo pase por arriba el resto de tus cosas”.

El siniestro provocó algunas modificaciones en el efectivo
“Desde hace siete meses tengo el llanto fácil”

"Cambié mucho en el trato con mi familia. Soy un tipo menos duro, menos policía y menos frío. Es difícil que un efectivo llore o se quiebre, pero hasta que no te pasa algo así no te das cuenta”, dijo y reconoció que “hasta los 31 años no lloraba, pero desde hace siete meses tengo el llanto fácil; me sensibilicé”.

"El logro más grande fue el hecho de resistir y seguir viviendo. De ahora en más quiero seguir ligado a la iglesia, quiero permanecer en una congregación y tratar de volver a la fuerza, pero sin cambiar mis ánimos. Quiero compartir más cosas con mi familia y no estar tan ligado a la policía”, manifestó Albarrán y destacó que "siempre creí en Dios, aunque en varias ocasiones sentí que no estaba a mi lado. La realidad es que no me soltó la mano, me la agarró y me dijo quédate acá con tu familia”.