Bahía Blanca | Martes, 16 de abril

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Una mujer pudo salir de su local al explotar una garrafa

La víctima sufrió heridas leves en su rostro. El siniestro se produjo por una pérdida de gas.
Hierros retorcidos y maderas quemadas. La explosión levantó el techo y destruyó totalmente la fábrica de pastas.

Cuando aún se digería la triste noticia del choque en Pasman que provocó cuatro muertos (ver aparte), Coronel Suárez se vio conmocionada ayer por otro episodio que, más allá de los importantes daños materiales, pudo haber provocado una tragedia mayor ya que una mujer pudo escapar antes de que explotara una garrafa en una fábrica de pastas.

Tras una pérdida de gas, la garrafa explotó y la onda expansiva voló el techo de una fábrica de pastas ubicada en avenida Uriburu 130, propiedad que alquila Darío Varela.

Juan Carlos Schuved, hijo del propietario del inmueble, comentó que “al no poder cerrar el tubo, con el fuerte olor a gas en el lugar, un hombre que pasaba por la calle, al ver la agitación en el negocio e interiorizarse de la situación les alertó que debían abandonar el lugar porque podía explotar. La mujer de Varela --de apellido Acosta-- pudo sacar rápidamente a su hijo y luego se produjo la explosión que levantó el techo y destruyó todo”.

Producto de la deflagración y la onda expansiva los vidrios del frente del local salieron despedidos hasta el frente de la vereda contraria de la avenida.

Además dos automóviles resultaron dañados y las instalaciones de la fábrica quedaron destruidas, ya que todo el techo voló, la estructura del lugar se movió y produjo una importante grieta en el exterior.

Al explotar el tubo de gas, se produjo un incendio que tuvo que ser sofocado por los bomberos voluntarios de la ciudad, quienes concurrieron a la emergencia con dos camiones hidrantes.

También trabajó personal de la empresa Camuzzi, que se hizo presente en el lugar para constatar que la explosión no hubiera sido causada por una fuga de gas en la red domiciliaria.

La materia prima con la que elaboraban las pastas quedó diseminada por todo el negocio, que quedó reducido a un montón de hierros retorcidos y maderas quemadas.

Schuved dijo que “mis padres habían alquilado el salón donde pusieron una fábrica de pastas. Al parecer al no tener un buen caudal de gas pusieron un tubo, con una instalación realizada por un gasista. Según dijeron el tubo estaba fallado y no pudieron cerrarlo”.