Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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El ajuste interno, casi una batalla campal

La columna semanal de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.

Archivo La Nueva.

   A cara de perro. Así fue la negociación secreta entre el ministro Nicolás Dujovne y sus colegas del gabinete para terminar de cerrar el achique de gastos en cada cartera que ahora impone el ajuste en la administración pública que deberá estar en línea con parte de los acuerdos firmados con el Fondo Monetario Internacional.

   Como en toda negociación en la que unos piden gastar menos y otros se niegan a resignar fondos de caja que hasta ahora consideraban intocables, quedaron heridos y resquemores entre la Casa Rosada, con el ministro de Hacienda y nuevo hombre fuerte del gabinete como la cara visible del "bolsillazo", y varios ministros y secretarios. Claro que la sangre no llegó al río porque por encima de todos ellos esta Mauricio Macri, que fue el dueño de la orden hace ya un par de semanas largas para que todo el mundo se achique y elimine de sus presupuestos cualquier partida que no sea considerada fundamental para el funcionamiento de la administración.

   En secreto, se cuentan en el gobierno algunos capítulos de esa pulseada que por momentos se convirtió en batallas verbales. Hoy, algunos con la cabeza gacha, los ministros y secretarios no tuvieron más remedio que acercarle a Dujovne sus respectivos planes para recortar "al menos" en un 20 % los gastos internos. Con una aclaración que las fuentes se empeñan en remarcar: en ningún caso la poda, al menos en esta etapa, involucra despido de personal o anulación de contratos de aquellos trabajadores que no habían sido nombrados en planta permanente.

   Autos, celulares, viáticos de viajes, comida y combustible, choferes y personal extra para mandados varios cayeron en la podada, según las planillas que los colaboradores de Dujovne empezaron a recibir esta mañana. También gastos excesivos en café, gaseosas, agua mineral, todo sirve para que moneda a moneda cada ministro haya podido llegar a la meta del 20 %. Así de drástico, aunque en algunos casos se pueda hablar de ahorros insignificantes, ha sido el presidente cuando les dijo a todos por igual en aquella última reunión ampliada del CCK que algunos gastos que había observado en los presupuestos que revisó en Olivos le parecían "insoportables e insostenibles", según textuales palabras que repuso ahora uno de sus voceros.

   Lo que no se cuenta en público de aquellas resistencias inciales, de esos tiras y aflojes, es que hay nombres y apellidos. El del vicejefe de Gabinete Mario Quintana, ahora caído un poco en desgracia por sus inexactitudes a la hora de evaluar el panorama global de la administración en medio de caída de imagen y de ponderación de la gestión en varias encuestas, estuvo en boca de todos.

   El hombre nacido en Mataderos era el encargado de llamar a cada ministro o secretario para pedirle el recorte. Y sus modos no fueron al parecer todo lo amables que merecía el reclamo de gastar menos. "Que me lo pida (Marcos) Peña", se recuerda ahora que llegó a desautorizarlo un importante ministro que no comulga desde el vamos con los modales del exdueño de Farmacity. "No te lo pido yo, te lo pide el presidente" retrucaba Quintana ante cada amago de resistencia.

   Todo cambio, dicen, cuando el presidente decidió encumbrar a Dujovne como el ministro coordinador del gabinete y también de todo lo que dice y hace el ala económica del elenco gobernante. 

   "Todos se quejaban, nadie quiere resignar presupuesto, pero con Nicolás fue distinto, no sugirió sino que reclamó porque su cabeza está en juego y sabe que Mauricio le respira en la nuca, de modo que las planillas finalmente aparecieron", dice un habitante de los aposentos presidenciales al recordar las trifulcas que provocó el reclamo de ajustazo en los gastos diarios de cada cartera.

   La anécdota más desopilante que se conoce en medio de esta puja por la plata la protagonizó un importante Secretario de Estado, cuando desde la Casa Rosada lo llamaron para avisarle que el ajuste iba en serio y que hoy tenía que presentar las panillas. Y le advirtieron que el pedido era del propio Macri. "Y, si el cartonero Báez lo dice...", se resignó el funcionario. El apodo, que memora al célebre buscavidas marplatense, se lo clavó Diego Armando Maradona a Macri cuando conoció sin intermediarios el amarretismo con el que el ingeniero manejaba los fondos del club cuando ambos convivieron en Boca Juniors.