Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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Macri, entre paladas de cal y arena

   Decidido a recuperar la agenda positiva, o distractiva, como pretenden denominarla algunos observadores más agudos, el gobierno se mueve hacia la meta final que es conseguir la reelección en 2019 en medio de buenas y malas noticias. No todo lo que se propone como estrategia la mesa chica de Olivos automáticamente se convierte en éxito. En todo caso lo que hay para decir, o lo que se muestra, es que hay planes que se concretan según lo acordado en el libreto del cuarteto que maneja el poder (Macri, Peña, Vidal, Rodríguez Larreta), pero a veces la realidad les juega una mala  pasada. El gobierno se mueve, al decir de uno de sus hombres responsables del resbaloso tema de la comunicación de sus actos, entre paladas de cal y arena. De aciertos pero también de yerros. 

   En verdad si se repasa lo acontecido en la última semana, y un poco más atrás también, se podrá concluir que hay buenas y malas noticias para el gobierno. Estas últimas la administración trata de procesarlas como puede. La inflación indomable es claramente una de esas malas noticias. Dicen que el presidente no está conforme porque no le encuentran la vuelta al potro. Las explicaciones de los funcionarios suenan a poco mientras la gente sigue esperando respuestas, y encima salen a la superficie las feroces internas en el gabinete sobre cómo manejar la inflación. Con el agregado de que ya es imposible hasta desde los propios aliados, como el caso de Carlos Melconian, un incondicional de Macri, sostener que la corrección al 15 por ciento hecha el 28 de diciembre se mantenga en el tiempo. En despachos del gobierno no pierden el optimismo pero cuesta encontrar algún funcionario que por lo bajo defienda esa meta. Más bien ahora se busca replantear el discurso porque los pronósticos dicen que la inflación al cabo de 2018 rondará como mínimo el 20 por ciento.
 
   La inflación podría complicarle a Macri más de lo que desea el lanzamiento prematuro de la campaña electoral por su reelección y las de Vidal en Provincia y Larreta en Ciudad en aquella cumbre de PRO del 9 de marzo en Parque Norte. Porque hay un dato que no se puede disimular: la preocupación de la gente por el alza de los precios figura ahora al tope de cualquier sondeo, más que el desempleo o la inseguridad o la corrupción kirchnerista. Peor: una de esas encuestas mostró esta semana que ahora es mayor la población de consultados que dice no tener esperanzas de que su economía de bolsillo vaya a mejorar en el futuro, aunque el nivel general de confianza en la gestión del macrismo se mantiene todavía en niveles aceptables, por encima del 40 por ciento.
Otro dato a tener en cuenta es que mas allá de la propaganda oficial al gobierno se le está escapando de las manos el tema de las paritarias, con el riesgo que conlleva tener que atravesar todo lo que resta del primer semestre y parte del segundo en medio de las discusiones con los sindicatos. Una pelea que en la Casa Rosada creían tener zanjada. Si bien se hace bandera con que algunos grandes gremios cerraron por el 15 por ciento, eso no es tan así. Como ejemplo, hubo generosas fotos del acuerdo entre Jorge Triaca y Armando Cavalieri en el gremio de los mercantiles, que firmaron por un 15 por ciento a tono con la pauta fijada por gobierno. El contrato esconde que los empleados de comercio consiguieron además un refuerzo del 6 por ciento que se pagará en octubre, y un cláusula “de revisión” en caso de que se escape la inflación. Que no es otra cosa que la cláusula gatillo que el gobierno se ufanó de quitar de la discusión, pero con un nombre de fantasía.

   Por el lado de las buenas noticias, al menos desde el punto de vista de la “agenda alternativa” que busca imponer el gobierno para salir de la encerrona de diciembre con el tema jubilatorio y recuperar en las encuestas de imagen (aborto, igualdad de género, en licencias por paternidad, etc.) se suman datos que el gobierno directamente no impulsó, pero apañó, como es instalar ahora en el debate los sueldos de los obispos. O la visita de la directora del FMI, que elogió el plan gradual de Macri, que dijo que estamos “en el camino correcto”, y negó que la Argentina necesite asistencia del organismo. Suena a poco pero todo distrae, dentro de la idea de “administrar” la gestión hasta después del mundial de Rusia mientras se busca que la campaña por las presidenciales del año que viene comience ahora mismo.

   El peronismo, inefable, siempre le ofrece una mano a Macri en momentos en que sus propias estrategias flaquean. Los destratos cloacales de Cristina ya no solo a Parrilli sino a toda la dirigencia peronista o no, a los jueces, al gobierno, a Macri, casi se diría que a la democracia que ella insiste en negarle al proceso que se inició en 2015, verbalizada en su frase “todos me tiene  hinchadas las p...” de su última escucha judicial con el pobre Parrilli, es música para los oídos de los estrategas macristas. Dicen que si el peronismo quiere instalar la idea de que para ellos “hay 2019”, con la doctora en ese plano todo es pelotazo en contra para desesperación de Pichetto, Urtubey y compañía . Lo mismo que la reunión “de unidad” de San Luis, donde se juntó el tren fantasma del kirchnerismo (Kicillof, Mariotto, Boudou, Sabbatella...) más Hugo Moyano, pero a la que no asistió ninguno de los gobernadores. Salvo el anfitrión, que pasó doce años hablando pestes del matrimonio Kirchner.