Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

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Cinco claves en la vida del “Manco” Paz

José María Paz es, a juicio de muchos especialistas, el más grande táctico militar argentino, solo comparable con San Martín. Por alguna extraña coincidencia, en su vida política y militar vivió cinco episodios muy importantes que sucedieron en el mes de febrero. En 1813, la batalla de Salta; en 1819, el combate de La Herradura (Córdoba); en 1827 la batalla de Ituzaingó en Río Grande; en 1831, Oncativo –contra Facundo Quiroga, nuevamente en su tierra natal–, y en 1842 su designación como gobernador de Entre Ríos.

Ricardo de Titto / Especial para “La Nueva.”

   En este marco de coincidencias apuntemos además un dato curioso: su primer ascenso militar lo había ganado un 20 de febrero, en Salta, la misma fecha en la que alcanzará el grado de general, guerreando a los imperiales brasileños. En el trayecto de teniente a general habían pasado catorce años…

   Eso sí, la única de estas batallas en las que participó José María Paz, antes de convertirse en “el Manco”, fue la que libró, a los 21 años, a las órdenes del general Belgrano. Aquel 20 de febrero las fuerzas patriotas destrozaron a las realistas dirigidas por Pío Tristán. Porque acompañando a ese mismo Ejército del Norte, en una acción desafortunada, Paz sufrió una herida que le inutilizó la movilidad del brazo derecho. Eso sucedió en el combate de Venta y Media, en actual territorio boliviano, en octubre de 1815. Por eso, desde entonces se lo conocerá como el “manco de Venta y Media” o, más sencillamente “el manco Paz” aunque, en realidad, en rigor, no era manco.

20 de febrero de 1813: bautismo de fuego

   Por esas cosas que la guerra de la independencia, aquel combate en Salta fue su verdadero “bautismo de fuego” porque el joven cordobés Paz debió sumarse a la artillería a pesar de que integraba el arma de caballería. Con ejércitos en formación muchas veces había que cubrir lugares ajenos…

   Recordemos brevemente que aquel triunfo en Salta coronó dos osadías de Belgrano. La primera fue la batalla de Tucumán que dispuso pelear contradiciendo las opiniones del Triunvirato que le había ordenado retroceder hasta Córdoba. La segunda es que, gracias a ese triunfo, el 13 de febrero de 1813, a orillas del río Pasaje, Belgrano hizo jurar al ejército la bandera nacional que él mismo creara en las barrancas del Paraná, desobedeciendo al gobierno nacional, acto en el que se juró también obediencia a las resoluciones del Congreso conocido como la “Asamblea del Año XIII”. Ttras la jura la tropa pasó a besar la enseña en el sitio que la espada de Belgrano cruzaba su asta; un gran árbol quedó como histórico testimonio cuando, en su corteza, se talló la leyenda “Río del Juramento”.

   La aplastante derrota realista en Salta se puede medir en cifras: “La victoria fue total, como nunca se había dado hasta entonces –resume el autor de Campañas militares argentinas–: todo el Ejército enemigo cayó en poder de los patriotas, desde su General hasta su último tambor. No pudo escapar ni uno solo de sus 3.398 integrantes. En el campo de batalla se hicieron 200 prisioneros (17 jefes y oficiales) y 481 soldados fueron recogidos en el campo, en el “taguarete” y en las calles de Salta. Otros 114 heridos fueron al hospital”. Las armas de las Provincias Unidas contaron 103 muertos y 433 heridos. (...)

   En la mañana siguiente los españoles entregaron 10 cañones, 2188 fusiles, 1095 bayonetas, 17 carabinas, 6 pistolas, 156 espadas, municiones, equipos. Paz evoca el momento y se permite una nota sensible hacia el militar enemigo: “Acto terrible para los militares que sufrían tan grave afrenta, pero grandioso para la libertad y los que la sostenían. No es posible recordar esos días de honor para nuestras armas y de gloria para la más justa de las revoluciones, sin evanecerse de pertenecer a un pueblo que supo adquirirlos”. La formación de Paz fue la de un soldado consustanciado y fervoroso con la causa de la independencia pero ecuánime, equilibrado, animado por la justicia mucho más que por la venganza, un temple que se forjó en la disciplina y el rigor que emanaban de la mano de Belgrano.

   El triunfo patriota en Salta obligó a las fuerzas realistas a retroceder hasta el Alto Perú. Comenzará entonces la segunda campaña patriota en el Norte que, lamentablemente, sufrirá sucesivas derrotas en Vilcapugio y en las pampas de Ayohuma, en la primavera de 1813.

18 de febrero de 1819: la Herradura

   Pasaron seis años. El Ejército Auxiliar del Norte, sobre todo desde que se reunió el Congreso de Tucumán y declaró la Independencia, pero también por haber sido derrotado en el Alto Perú, fue reiteradamente movilizado para librar guerras internas: sofocar alzamientos en varias provincias y sobre todo enfrentar el alzamiento de la Liga de los Pueblos Libres –Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes y la Banda Oriental–, comandado por José Artigas.

   Aunque Paz era enemigo de participar en luchas civiles y reivindicaba que el ejército tenía como fin luchar contra los realistas, se vio involucrado y así fue que en febrero de 1819, un día antes del aniversario de la batalla de Salta, su regimiento fue una unidad clave para derrotar a la caballería santafecina de Estanislao López en el combate de La Herradura, en el límite con Córdoba, forzando su retirada hacia el Paraná.

   En ese encuentro, así como el Ejército “nacional” que integraba Paz había recibido los cuerpos dirigidos por Juan Bautista Bustos y el tucumano Aráoz de Lamadrid, las huestes santafecinas también contaban con refuerzos, en especial, una partida de indios dirigidos por el indómito irlandés Peter Campbell –anterior lugarteniente de Artigas– y un destacamento de entrerrianos comandados por López Jordán. Con estos contingentes los federales asaltaron el campamento de La Herradura.

   El mayor Paz hace una descripción detallada del episodio en el que los federales resultaron derrotados y destaca el espíritu temerario de los montoneros: “Se batían con el más denodado valor”, comenta. Por su parte, en sus Memorias Lamadrid relata: “El enemigo tuvo más de 60 muertos y mayor número de heridos y muchos de ellos mortalmente según lo notamos en la persecución al tercer día. Como yo había mandado afilar todos los sables de la caballería al salir de Córdoba, la mayor parte de los cortes fueron mortales”.

El otro 20 de febrero: Ituzaingó

   Pasó Paz algunos años sin un destino cierto, refugiado en Santiago y Salta hasta que sus hombres fueron citados para la guerra con el Brasil. Cruzó raudamente la pampa y se alistó en el “Ejército Republicano” que, en campos y ríos orientales, enfrentaba ya a los “imperiales”. Tras una serie de peripecias los dos ejércitos chocan en Ituzaingó. Paz y Lavalle desobedecen al comandante Carlos de Alvear pero sus iniciativas logran poner en fuga a los brasileños.

   De resultas de sus movimientos –y los de otros oficiales—el propio Alvear los ordena generales en el mismo campo de batalla abandonado por el enemigo. Luis Franco, en su magnífica obra El general paz y los dos caudillajes, pinta al nuevo “general” Paz: “En esa guerra del Brasil el coronel Paz manda un regimiento de caballería que, formado jinete a jinete en Salta, ha dejado cuatrocientas leguas de por medio para incorporarse al ejército de operaciones.

   Dos cualidades, al parecer, discordes, distinguen ese cuerpo: el entusiasmo y la disciplina. Y hay un detalle que acaso pase desapercibido: el severo cuidado del caballo, que unido siempre a la estudiosa preocupación del terreno en que obra, presenta a José María Paz como el más argentino, es decir el más profundo, y tal vez y sin tal vez, el único capitán de su época”.

    Cinco meses después, relevado Alvear en el mando, Paz lo reemplaza interinamente. En ese tiempo la guerra quedó estancada; solo se libró otra batalla importante, sobre el río Camacuá, donde nuevamente triunfó el Ejército Republicano.

   Las filas estaban en la miseria, desde la tropa ‘impaga y desnuda’, hasta ‘el abuso de licencia’, nada faltaba. Así, desmoralizadas porque en la mesa de los acuerdos se había negociado el triunfo obtenido en el terreno, los combatientes regresaron a Buenos Aires y, a la órdenes de Lavalle, dieron un golpe de estado que culminó con el inmisericorde fusilamiento del gobernador Manuel Dorrego. “Entre todos –resume Franco–, Paz es el único que tiene la cabeza y la mano de un jefe verdadero.”

25 de febrero de 1830: Oncativo

   En efecto, a su regreso, el ahora General Paz marcha a Córdoba a luchar contra los caudillos. El 29 de abril de 1829 vence primero al gobernador Bustos en San Roque y asume el poder. Acosado por las huestes riojanas, derrota luego a Quiroga en los memorables encuentros de La Tablada, en junio de 1829 y de Oncativo, el 25 de febrero de 1830.

   Aquel encuentro definitivo se produjo en un llano amplio, que parecía ideal para el despliegue de la caballería y para que, como en tantos otros combates, las fuerzas regulares fueran arrolladas. Pero Paz recurrió entonces a una táctica que se convertirá en una de sus maniobras preferidas: con su escasa caballería lanza ataques frontales que desconciertan al enemigo, mientras la infantería y la artillería deshacen metódicamente sus flancos.

   De este modo divide y desbanda completamente a las tropas del caudillo riojano, que busca refugio junto a Rosas, en Buenos Aires. El combate de Oncativo o Laguna Larga, librado en el terreno más favorable para las montoneras, pareció demostrar que los federales no eran invencibles. Un Manco astuto había logrado domar al Tigre de los Llanos, el más bravío. Aunque por poco tiempo, Paz se convirtió así en el “Supremo Jefe” de la Liga del Interior que logró reunir a nueve provincias.

Febrero de 1842: Gobernador de Entre Ríos

   El “Manco” será tomado prisionero y pasará largos ocho años encerrado. Luego, buscará caminos en la naciente Uruguay, también en Brasil hasta que, convocado por los correntinos, se puso a la cabeza de armar una fuerza para luchar contra los federales entrerrianos.

   Casi de la nada instruye a jóvenes inexpertos y, con toda su experiencia a cuestas, se anota un triunfo en Caaguazú. Era ya noviembre de 1841 y Paz pulverizó allí a las fuerzas “rosistas” de Pascual Echagüe. Pero la falta de caballos le impidió perseguir al ejército enemigo. El Manco penetra en Entre Ríos, y en febrero de 1842 ocupa la actual ciudad de Paraná, entonces conocida como La Bajada.

   Su plan era proseguir de inmediato la guerra sobre Santa Fe pero no contó con los refuerzos necesarios: nombrado gobernador de la provincia ejerció el cargo solo entre el 12 de marzo y el 3 de abril. El gobernador Ferré, molesto por ese nombramiento, le retiró su apoyo y lo obligó a abandonar Paraná. Paz buscó entonces refugio en Montevideo, donde continuarán sus oficios militares.

   Tras un período en Paraguay y otro en Brasil, retornó a la Argentina en 1853 y fue designado negociador, constituyente y ministro, hasta su muerte en 1854. Es de sospechar que, en cada mes de febrero, sus recuerdos se amontonaran de modo desordenado pero hinchados por el orgullo y la felicidad: toda una vida había tenido veranos más que álgidos y, a la vez, muy exitosos: Salta, la Herradura, Ituzaingó, Oncativo, Caaguazú…

   Si en la política y la vida social no fue un hombre de “suerte”, en los campos de batalla el General Paz había sido imbatible. No por casualidad la famosa avenida que lleva su nombre sirve de límite entre la ciudad de Buenos Aires y las provincias…