Bahía Blanca | Jueves, 18 de abril

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Bochas: Gustavo Barberón se desliza por la vida arrimando sonrisas

Nació en 1964 y desde 1979 se inició en el atletismo como deportista con capacidades diferentes. Luego incursionó en las lisas y rayadas, donde recibió múltiples reconocimientos.

Gustavo junto a sus padres, Mirta y Cacho, un valioso sostén. Fotos: Emmanuel Briane-La Nueva.

Por Javier Oscar Schwab / jschwab@lanueva.com

   Gustavo está permanentemente conectado con todo lo que sucede a su alrededor. Familia, amigos, profesores, profesionales médicos y, lo que considera primordial, el deporte.

   En su hogar, donde tiene un sitio especial que alberga todos sus documentos, archivos, fotos, trofeos y reconocimientos recibidos, se esmera por batallar ante una computadora adiestrada, donde todo está perfectamente encasillado.

   Sonríe en todo momento porque sabe dónde encontrar respuestas a lo que busca y describe lo gratificante que es recibir mensajes en su muro de Facebook; y poder responderlos a todos.

   Su consejo para otros es simple: “Hagan lo que les gusta y traten de esforzarse un poquito más al día siguiente”.

   “No puedo bajar la guardia, tengo que motivarme siempre, buscar desafíos”, dice Gustavo, sentado en su silla de ruedas, que no la suele utilizar --se mueve con la otra, a motor-- sino para sus actividades puntuales, como solía hacer --fuera de las vacaciones-- 2 veces por semana al Club Sportivo Bahiense.

   “Cuando dejé el atletismo por orden médica, y me cambiaron de categoría, la opción que más me gustó fue jugar a las bochas. Empecé estudiando los reglamentos, luego practicando junto a un profesor seleccionado y, más tarde, participando en los torneos representando a DUBa. Todo se volvió nuevo, pero lindo a la vez”, recordó Gustavo, quien arrancó en las bochas en 1986, siendo que su anterior deporte había sido el atletismo, desde 1979.

   —Desde entonces, ¿tenés las mismas ganas?

   —La motivación no se pierde. En Bahía noto poco interés de parte de algunos deportistas, teniendo en cuenta que prácticamente soy el único que juega a las bochas. Por caso, Juan Romero lo hace en los Bonaerenses.

   —¿En 1985 participaste de los Juegos Panamericanos?

   —Sí. En Mar del Plata, en lanzamiento de bala, disco y jabalina, pero un médico de otro país me hizo una revisión y tuve que dejar. Era categoría 3, porque estábamos divididos así, y me mandaron a categoría 2. Ahí me incliné por las bochas.

   —¿Qué torneos importantes jugaste?

   —En San Juan jugué un torneo nacional. Fui de caradura, porque no tenía la bocha reglamentaria para practicar. Me las prestaron desde la organización...; y eran distintas, no como las que tengo en mi poder, que son de Nueva Zelanda.

   “En ese primer torneo me fue bien, llegué a cuartos de final. Al año siguiente, como éramos muchos participantes, nos dividieron en A y B. Llegué a jugar dos torneos por año.

   —¿Jugaste en Mar del Plata?

   —Participé de un torneo en Mar del Plata y salí segundo. Eso fue en el 2000.

   —¿Cómo se suma el puntaje?

   —Cada puesto tiene un puntaje. Cuando salí segundo ascendí a la categoría A. Por partido tiro 6 bochas, según lo establecido por reglamento internacional. Y se cuentan las que mejores arriman, se van haciendo parciales por mano.

   “Jugamos 4 manos en Individual y por equipo; en tercetos (puede haber 2 suplentes) son 6 manos, y se juega en la categoría 1. Es por discapacidad”, afirmó.

   —¿Qué es la clase BC1?

   —Se juega con un asistente, que alcanza la bocha. El plano de la cancha tiene 12 metros por 6. Nos ubicamos en los boxes (1, 2, 3 o 4) y el bochín está ubicado a 5 metros; si le pegás al bochín y lo sacás afuera, el mismo vuelve a la cruz.

   —¿Tu mayor alegría participando de un torneo?

   —Hice muchos amigos. El viaje que más me gustó fue a San Juan, por la calidez de la gente. Nos abrían las puertas y nos acompañaban. Una vez hospedados en un lugar teníamos que ir a comer a otro sitio y como el colectivo de la organización no llegó salimos caminando. Paraban los vehículos para ayudar y aplaudirnos.

   “A nivel internacional no jugué. Estuve como atleta en el Panamericano 1985 y la Copa América de 1997, ambos en Mar del Plata. Se jugó en el CEF, que está cerca del Casino. Había muchos participantes, gente de todos los países: Uruguay, Brasil y Chile. Una de las cosas más lindas del deporte es hacer amigos; es un estímulo”.

   —¿Qué le aconsejás a los jóvenes con discapacidades?

   —Tienen que acercarse a practicar deportes. Es muy bueno para la salud, te da autoestima y superación personal. Es muy bueno para independizarse. Los discapacitados que están sus casas dependen de sus padres. Tienen sobreprotección.

Un amigo

   —¿Qué representa para vos el Bocha Arias?

   —Es un amigo de toda la vida, con quien debuté en atletismo, aunque también lo tuve en bochas. He tenido otros profesores que me acompañaron en mi carrera, y la mayor parte de las prácticas las hice en el Club Bahiense del Norte.

   —¿Pensás seguir jugando?

   —Sí. El calendario de este año lo voy a iniciar en marzo, porque tengo intenciones de seguir compitiendo.

   —¿A quién te gustaría conocer dentro del ambiente de las bochas?

   —A César Colantonio, el más grande en las bochas.

En frases

   ** “Busco superarme, ser un poquito mejor. En los entrenamientos no rindo tanto como cuando voy a un torneo. Me agrando; y a muchos deportistas le pasa lo mismo”.

   ** “Hay buen nivel en bochas, se hace muy competitivo. Una vez, una chica que utilizaba una canaleta, se sacó la campera porque tenía calor y la tiró..., pero una manga tocó una línea. La penalizaron. No te perdonan”.

   ** “Una vez me até una pierna con un cinturón y me quedó la punta del cinto colgada, con tanta mala suerte que tocó la línea y me penalizaron. Son dos bochas más para el rival; ahora cambió, hay que meter la bocha en el cuadradito”.

   ** “La bocha sirve para sociabilizarse, tener más autoestima, relacionarse con otras personas. Hay competencia con el deporte formativo o amateur. Los que están jugando cobran una beca; yo todo lo hice a pulmón”.

   ** “DUBA me ayudó siempe con los entrenamientos. Me lleva mi papá; voy con la silla a motor, con la que ando en la vida cotidiana. Me manejo sólo, salvo para los entrenamientos. Mis profesores fueron Mariano Anniballi, Mariano Olivera, Santiago Silva y Fernanda Pacciaroni, entre otros”.