Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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Entrenamientos rigurosos

por Juan Luis Gallardo

Se ha suscitado un gran escándalo con motivo del fallecimiento de un cadete policial, vinculado al riguroso entrenamiento a que estaba siendo sometido junto con sus compañeros. 
Y, en virtud de dicho escándalo, se proyecta cambiar los instructores policiales por civiles, que adiestrarían a los cadetes mediante ejercicios livianos y fáciles de realizar. 
Lo cual me parece un soberano disparate y paso a explicar por qué.
En primera lugar me asalta la sospecha de que parte del escándalo tiene por origen la particular inquina que ciertos medios abrigan contra los uniformados, emparentada con el garantismo del que me ocupé días pasados al escribir sobre su máximo exponente local, el doctor Zaffaroni, que se muestra mucho más preocupado por la defensa de los delincuentes que por la seguridad de los ciudadanos honestos.
Amén de esta causa remota, caben varias consideraciones respecto al hecho generador del escándalo. 
La primera de ellas consistente en recordar que se trató de un accidente, desgraciado pero accidente al fin. Contingencia posible en múltiples actividades y que tantas veces no resulta imputable a quienes rigen las mismas. 
Con el criterio que se pretende aplicar en este caso habría que suavizar también los entrenamientos a que se someten aquellos deportistas que pretenden destacarse en la disciplina que practican. 
Cosa a la cual se negarían rotundamente pues saben que, si así lo hicieran, no pasarían de ser unos atletas mediocres, incapaces de ganarle a nadie. 
Con la fuerzas armadas y de seguridad ocurre lo mismo. Si pretenden cumplir bien su cometido han de capacitarse para ello mediante un entrenamiento adecuado, Es decir, riguroso.
¿Se imagina el lector a los marines norteamericanos o a los comandos británicos haciendo ejercicios livianitos para conjurar el riesgo de un accidente? ¿O a las fuerzas de elite germanas o soviéticas eludiendo entrenamientos rigurosos?
Queda entonces en claro hasta qué punto aparece como disparatada la idea oficial de designar instructores civiles para que entrenen con levedad a los cadetes de policía a fin de conjurar el riesgo de un accidente.
De lo que se trata es de someter a dichos cadetes a un prolijo examen médico, previo a su ingreso. 
Y, aprobado el mismo, obligarles a realizar los rigurosos entrenamentos necesarios para estar en forma y cumplir eficazmente con su deber.
Proceder otro modo sería disparatado y dañino.  

Juan Luis Gallardo vive en Buenos Aires.