Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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Federer agrandó aún más su historia

   El tiempo pasa, menos para Roger Federer. A los 36 años y 173 días le sigue agregando títulos a su majestuosa carrera profesional para reafirmar, por si hiciera falta, que es el mejor tenista de la historia.

   Con la conquista del Abierto de Australia en una durísima batalla de 3 horas y 3 minutos con el croata Marin Cilic, el suizo alcanzó una cifra impactante: 20 trofeos de Grand Slam ganados sobre 30 finales disputadas. Un dato estadístico tan elocuente como demoledor, que revalida su clase y su vigencia.

   Fue el sexto festejo en el court central del Merlbourne Park, donde ya se había coronado en 2004, 2006, 2007, 2010 y 2017. De paso igualó la marca de Roy Emerson y Novak Djokovic, quienes también vencieron en seis oportunidades en ese tradicional escenario.

   Leyenda viva, respetado, admirado y adorado por los aficionados del mundo, su frondosa vitrina se completa con 8 Wimbledon, 5 US Open y 1 Roland Garros. Récord masculino, se acerca además a los registros conseguidos por las mujeres más laureadas: Margaret Court (24), Serena Williams (23) y Steffi Graf (22).

   Después de la lesión de meniscos en la rodilla izquierda que lo mantuvo alejado de las canchas durante varios meses en 2016, en apenas un año Federer volvió a exhibir la precisión de su juego y se alzó con tres de los últimos cinco grandes certámenes del circuito.

   Su notable nivel desafía los límites y lo pone siempre delante de nuevos objetivos. Por ejemplo, recuperar ahora el número 1 del ránking de la ATP, en el que quedó a solo 155 puntos del español Rafael Nadal (9.760 contra 9.605) en el arranque de la presente temporada.

   Con 96 títulos en total, la maestría de Roger supera generaciones y junto a Rafa no les dan respiro a jugadores más jóvenes que insinúan sus condiciones y al momento de las definiciones caen rendidos a sus pies.

   Inspirado en el espíritu competitivo de Manu Ginóbili (“es un ejemplo y una motivación para mí”, declaró días atrás), Federer no se conforma y va por más gloria. A esta altura, nada para él es imposible. Sobre todo porque hay una razón muy simple: su talento no tiene fecha de vencimiento.