Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

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Espacio asignado a la libertad

¿Psicología y Política? ¿Psicología Política? ¿Votamos por la influencia o la emoción?

¡Espacio gratuito asignado por la Dirección Nacional Electoral! ¡Sí!

Seguramente en estos días esta frase es escuchada por usted una y otra vez en “emisoras de radiodifusión, sonoras, televisivas abiertas y por suscripción”; transitamos los días previos a las Elecciones y así será hasta la veda, de acuerdo con la ley 26.571 y lo dispuesto en la Ley de Financiamiento de los Partidos Políticos.

¡Espacio gratuito asignado por la Dirección Nacional Electoral! ¡No! No es tan “gratuito…”

¡Espacio gratuito asignado por la Dirección Nacional Electoral! ¡No! Mi querido lector, quédese tranquilo, el “tema vital” no es un spot de campaña.

¿Psicología y Política? ¿Psicología Política? ¿Votamos por la razón, la influencia o la emoción? ¿Elegimos libremente?

Persuadir, influir, manipular, convencer, satisfacer... Verbos investigados hasta el cansancio por la Piscología y las Neurociencias, hoy a merced del marketing político para el diseño de costosas campañas políticas; conocer minuciosamente pensamientos, deseos, necesidades y emociones de la gente con el fin de lograr los tan ansiados y necesarios votos.

Días en los que somos testigos, partícipes y hasta desertores de numerosas estrategias, implementadas con excelencia y también con torpeza, en la que los autores pretenden estimular la toma de decisiones en favor de un candidato, una propuesta (pocas), una marca.

Si le dijera que en un ejercicio tan simple como lo es entrar al cuarto oscuro, elegir una “papeleta”, doblarla, guardarla en un sobre y depositarla en una urna se ponen en juego casi una decena de conceptos usted no lo podría creer, claro está, son conocidas por quienes manejamos ciertas disciplinas.

La “semejanza” hace que nos inclinamos por “alguien como uno”, pues nos identificamos con aquellos similares a nosotros o al menos al ideal al que aspiramos; por ello usted verá que en toda campaña adoptan vestimentas, palabras, modismos, gestos y costumbres equivalentes a los de la población en la que se pretende impactar.

La “autoridad” hace referencia a aquellas figuras tales como científicos, deportistas, periodistas, empresarios, con dominio en sus áreas, pero con escasos conocimientos y experiencia en el terreno político se lanzan a la contienda; está comprobado que las personas se inclinan hacia figuras de autoridad y éstas pueden influir en la decisión de los votantes.

La “simpatía” o efecto halo se traduce en “¡qué bien me cae tal candidato!” o “tiene cara de buen tipo” y es la primera impresión. Producto de ciertas características en su mayoría físicas ocasiona que se atribuyan otros rasgos que el candidato tal vez no posea, sin embargo puede que usted sea seducido y lo vote.

Tendemos a aceptar sin razonamiento aquella información que confirma nuestras creencias, por el “sesgo confirmatorio” es que el candidato implementa en su discurso aquello que usted quiere escuchar.

La “reciprocidad” es el mecanismo que se pone de manifiesto en sectores que reciben dádivas o asistencia, la norma implícita es retribuir con el voto aquello que fue recibido. La “familiaridad” se manifiesta a través de la saturación con la cara del candidato en afiches programas de TV, visitas, estudios confirman que se elige lo que se conoce.

El principio de “conformidad social” hace referencia a cómo nos adaptamos a la opinión de la mayoría, copiar la conducta o el voto es un rasgo presente en el grupo de indecisos.

Si usted creía que su decisión era libre lamento informarle lo contrario, a todos nos sucede y lo confirman los millones invertidos en campañas; no obstante, vaya y vote con la mayor libertad.