Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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El consumo no puede repuntar

Nicolás Dujovne no dejó pasar la oportunidad. A los pocos minutos de conocerse la baja del índice de inflación de mayo hasta 1,3%, la mitad del mes anterior, el ministro de Hacienda afirmó que “cada día estamos un poco mejor”. Desde su cartera buscan todos los días encontrar buenas noticias, como la generación de puestos de trabajo y puntualizar los distintos sectores de actividad económica que empiezan a mostrar signos de recuperación.

El “semáforo” de la economía que siguen mensualmente, explican, pasó desde fines de año hasta ahora de muchos rojos a mayoría de verdes.

Sin embargo, la “sensación térmica” continúa sin mejorar. La explicación es muy clara: la reactivación no se siente en los bolsillos.

Y así lo reflejan las estadísticas de consumo, que continuaron en descenso en los primeros meses del año.

Se trata de la variable más complicada a la hora de buscar una reacción. Este comportamiento sorprende incluso al propio Gobierno, que esperaba una situación algo más aliviada para esta altura del año. Pero nuevamente el calendario jugó una mala pasada.

Cierto nivel de recuperación de la demanda interna se había observado en el último trimestre del año pasado, tras un 2016 muy difícil tras la compleja transición de la herencia kirchnerista.

Los ajustes tarifarios y los reacomodamientos de precios luego de la devaluación por la salida del cepo cambiario generaron un fuerte impacto inflacionario que derrumbó los salarios en el primer semestre.

Como resultado, la pérdida de poder adquisitivo estuvo entre el 6% y el 9% según distintas mediciones, la más importante de los últimos tiempos.

Pero la expectativa era que esa situación se fuera revirtiendo con el paso de los meses, por un lado por la mejora salarial que se produjo en el segundo semestre de 2016 y otro poco por una inflación que comenzaría a ceder.

Sin embargo, todo ese cálculo previo chocó con un rebote inflacionario entre febrero y abril, que se ubicó en niveles de 2,5% en el promedio mensual. Así se volvió a retroceder varios casilleros y la caída del salario volvió a hacerse sentir.

Los hábitos de consumo también sintieron el cambio, con un fuerte aumento en las compras en los canales mayoristas, donde las remarcaciones fueron muy inferiores a las subas en los supermercados.

Además, las empresas de consumo masivo adaptaron sus envases, por ejemplo con productos más chicos como el caso de las gaseosas, una típica medida defensiva para no perder mercado. Y evitar que el público se vaya a segundas marcas más baratas.

Sucede que a diferencia de lo sucedido en otros momentos, esta salida de la recesión es mucho más lentaque la sucedida en otros períodos, como en el 2003 tras la crisis de la Convertibilidad, o yendo un poco más atrás también hubo una fuerte reactivación en 1996, tras el estallido del efecto tequila.

En ambos casos, la recuperación superó niveles de 6 ó 7% anual. Algo parecido sucedió en el 2010, tras la caída de Lehman Brothers y el impacto en la economía global.

Esta vez en cambio es todo muy distinto. Aunque se menciona la crisis que heredó el actual gobierno, lo cierto es que en 2015 la economía creció casi 2%, aunque dilapidando reservas y emitiendo pesos a un ritmo superior al 40% anual.

La famosa “bomba” que no le estalló a Cristina Kirchner pasó para la actual administración que todavía tiene problemas serios para desactivarla.

En aquellos períodos de recuperación, la demanda interna fue el principal motor de la mejora de la economía. La explicación es sencilla: el consumo representa más del 70% de la actividad doméstica. Ni una recuperación de las exportaciones y ni siquiera de la inversión pueden lograr lo que consigue el consumo, ya que representan una porción mucho menos del PBI.

La expectativa una vez más está puesta en el famoso “segundo semestre”.

Un año más tarde de lo previsto, en el Gobierno creen que ahora sí están dadas las condiciones para que empiece a recuperarse la demanda. El motivo es, justamente, que coincidirán la baja de la inflación con una mejora salarial luego de las paritarias.

Pero ningún cálculo de estas características puede resultar lineal. También los próximos meses coincidirán con la previa electoral y no sería extraño que la gente demora decisiones hasta que no se sepa el resultado de una elección que nuevamente podría polarizarse entre la opción “Macri versus Cristina”.

Un blanco o negro que supone dos modelos distintos de política económica y de país.

En ese marco, resulta casi imposible que lleguen inversiones apostando pero también es razonable que se posterguen incluso decisiones de consumo, por ejemplo para dolarizarse hasta que pasen los comicios.

Finalmente vuelven a ser el campo y el Estado a través de la obra pública los responsables de traccionar la reactivación que tiene sabor a poco. No en vano los economistas ya coinciden en que la economía este año crecería, con suerte, 2,5%.