Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

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La inflación sigue a velocidad kirchnerista

   Los fuertes aumentos de tarifas de diciembre fueron el golpe de gracia a la expectativa de una inflación que se ubique más o menos cerca de la meta establecida por el Banco Central para este año. Se estima que entre los aumentos de luz y gas en la zona metropolitana, más otros ajustes tarifarios, el incremento del mes rondaría el 2,5% y el del año por arriba del 24%.
   Por supuesto que se trata de niveles que están muy por encima de los que había fijado el titular del Central, Federico Sturzenegger, cuando definió la meta de este año entre 12% y 17%. Una parte del “desvío” puede ser atribuida a los ajustes tarifarios, en un intento del Gobierno por reducir los subsidios y empezar a ordenar las cuentas públicas. Se trata de un aliciente para el propio BCRA, ya que esos incrementos son ajenos a cualquier medida de política monetaria.
   Finalmente 2017 no será el año de menor inflación en una década, como repitió durante casi todo el año el presidente Mauricio Macri. Más bien es un nivel que se ubica en valores parecidos a los que promedió el kirchnerismo durante los ocho años que gobernó Cristina Kirchner.
   Alfonso Prat-Gay consideró que bajar desde casi el 40% del año pasado al 24% fue “un golazo”. Pero en realidad se trata de una velada crítica a Sturzenegger. ¿Para qué mantener tasas tan altas si ya es suficiente con bajar 15 puntos la inflación este año?, es la pregunta que se hace el extitular del palacio de Hacienda. Se trata de un interrogante que se plantean muchos funcionarios del gobierno por estos días.
   La preocupación se traslada a 2018. La cuestión es si tiene o no sentido sostener una política de tasas tan altas, bien por encima de la inflación, para empujar a la inflación a la baja. O si esta supuesta exageración provoca otro tipo de problemas, exacerbando por ejemplo el atraso cambiario.
   El propio titular del palacio de Hacienda, Nicolás Dujovne, reconoció que bajar la inflación está costando más que lo que suponían. Y también ratificó que la política monetaria continuará siendo restrictiva, en lo que se leyó como un respaldo pleno a Sturzenegger en el medio de algunos cuestionamientos del “ala política”.

   La meta de 10% que se estipuló para la inflación del año que viene (en realidad 8% de piso y 12% de techo) resulta como mínimo poco realista. El mercado, según develó el relevamiento que realiza el propio Banco Central, espera que se ubique en realidad en el 17% El “desvío”, por lo tanto, no sería muy diferente al de este año.
   Una de las preguntas que más se le hace a Sturzenegger es para qué mantener una meta que ya a priori es casi imposible de cumplir. “Si dejo la meta al menos todos saben a dónde queremos llegar”, explica con paciencia el titular del Central. Se trata de una afirmación al menos discutible, ya que cada vez que la realidad se aleja tanto de la meta, la credibilidad del organismo monetario se puede ver afectada.
   El titular del Central se defiende de las críticas apelando al sentido común: “Cuando le pregunto a otros presidentes de bancos centrales cómo consiguieron bajar la inflación me contestan que lo lograron controlando la cantidad de dinero y tasas de interés reales altas. No sé por qué acá funcionaría distinto”, insiste.
   Claro que esta política monetaria está generando nuevamente un cuadro de atraso cambiario significativo. Con un nivel de inflación superior al 2% mensual y un dólar planchado o con tendencia bajista, es inevitable que se produzca este escenario. Y en el propio gobierno reconocen que más allá de alguna corrección temporal, esta situación llegó para quedarse “por algún tiempo”. La consecuencia es un enorme déficit de cuenta corriente, que se refleja en un elevado rojo comercial, una balanza turística muy deficitaria (este año se ubicaría en los 11.000 millones de dólares) y el continuo atesoramiento de dólares por parte del público.
   Por lo tanto, una duda válida que surge es hasta qué punto la persistencia de tasas de interés elevadas podría afectar la economía. La esperanza en todo caso es que a partir del segundo trimestre del año que viene el Central empiece a aflojar la política monetaria, cuando ya existan evidencias más concretas sobre una reducción de la inflación.

   El ajuste tarifario que fue más fuerte que el esperado este fin de año puede ser de ayuda para que el desvío de metas del Central no resulte tan significativo, ya que se adelantó parte de lo que debía aumentar en 2018, lo que obviamente hubiera vuelto a impactar en los números de inflación.
   Pero no todo pasa por los números macroeconómicos por estos días. La ofensiva judicial contra la expresidenta y varios de sus colaboradores más cercanos por la causa Amia tuvieron un impacto inmediato. Por lo pronto, las acciones argentinas que cotizan en Wall Street tuvieron subas de hasta 4%. Es interesante que fue puro efecto internacional a causa del feriado local. Conclusión: para los inversores cualquier noticia que afecte a la expresidenta es bienvenida. La derrota electoral en la provincia de Buenos Aires ya había tenido un efecto inmediato. Y ahora se sumó el pedido de prisión preventiva de parte del juez Claudio Bonadío.
   Está por verse si la causa y el pedido de desafuero que deberá tratar el Senado tienen algún efecto sobre las reformas que debe tratar el Congreso esta semana y la que viene. El tema fue motivo de varios llamados entre los funcionarios del ala económico en el cierre de la semana. 
   Aunque se supone que las discusiones deberían continuar como está previsto, no se descarta que el “ruido” generado por estas novedades provoque alguna demora o cambios de opinión de determinados bloques, que habían definido apoyar al Gobierno en temas claves como la reforma tributaria y el pacto fiscal. Más delicado es el futuro de la reforma previsional y ni hablar de la laboral. En estos casos es donde más podría sentirse cierta sensibilidad de la clase política ante una situación que acorrala como nunca antes había sucedido a Cristina Kirchner.