Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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El regalo menos pensado de fin de año

   Fue una semana frustrante para los argentinos.

   Donde el Submarino ARA San Juan pasó -¿definitivamente?- al ostracismo mediático.

   En la que los jubilados se sintieron, de nuevo, manoseados en su intelecto por tanta parafernalia legislativa, frente a un nuevo manotazo de nuestros gobernantes -los de ahora y los de casi siempre- a sus bolsillos flacos.

   Con debates inentendibles, de escasísima sustancia y mucha, excesiva y burda virulencia.

   Y todo por materializar una reforma previsional, que no es tal, sino un retoque a las apuradas que lejos está de favorecer a los jubilados.

   No fue grato escuchar tantos pases de factura entre nuestros representantes en el Congreso. Y tan derruidos argumentos de cada una de las bancadas.

   Como cuando el kirchnerista Agustin Rossi le espetó a la oficialista Lilita Carrió: "te hubieses ido cuando eras funcionaria de la dictadura”.

   O cuando ésta se ocupó del ex radical y ahora ultra K Leopoldo Moreau: "es un gran traidor a la Nación y parte del golpe en 2001".

   Y el propio Moreau​, replicando: "La diputada Carrió no entiende nada".

   O el diputado del Frente para la Victoria, Juan Cabandié, increpando al oficialista Fernando Iglesias: "Ridículo, irrespetuoso, basura, sos un odiador serial. ¡Miserable!".

   Iglesias, seguramente la mayor expresión antiperonista en el Congreso, entonces le mandó un mensaje a los diputados K, a quienes definió como "el club del helicóptero trosko-kirchnerista-reciclador". Y de paso chicaneó al Frente Renovador, a quien llamó "Frente Reciclador".

   Así  se fue armando una interminable ensalada de adjetivaciones, que a los argentinos no nos lleva a ninguna parte. O sí...

   A otro escenario violento.

   Que va más allá de la andanada de piedras que esos 300, 500 o 1.000 energúmenos le arrojaron el lunes último a los uniformados.

   Y que tiene que ver con la lengua filosa de quien sólo quiere hacerle daño al otro. Desacreditándalo por la sola razón de pensar diferente.

   Sin interpretar que una gran porción de la sociedad ya luce asqueda ante tanta escasez de contenido y abundancia de improperios.

   Eso de echarle siempre la culpa al de antes o al de ahora. Y jamás hacerse cargo de las propias miserias. Limitaciones.

   Y sobre todo, de los errores.

   Como haber proyectado este regalo incomprensible de fin de año para nuestros mayores.