Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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El legado de la beata Laura Vicuña da la vuelta al mundo

La historia de la niña que ofreció su vida a Dios para salvar a su madre atrae a fieles de todo el mundo. Los últimos llegaron desde Corea del Sur.

Laura Gregorietti
lgregorietti@lanueva.com

   Laura del Carmen Vicuña Pino nació en Chile, se cree que en la zona de Los Angeles, mucho más al sur de Santiago. En su corta vida pasó de todo: frío, hambre y hasta acoso por parte de las parejas de su madre que aseguran los historiadores, nunca llegaron a un abuso.
   La Hermana Elda Scalco, de la congregación de María Auxiliadora, analiza su vida y el por qué su legado posee tanta actualidad en el mundo de hoy, 113 años después de su muerte, en el libro “Laura Vicuña. Contexto histórico, cultural, religioso de ayer y hoy”.
   “Hice una licenciatura en Santiago de Chile y me di el lujo de escribir sobre una niña cuya vida fue puro amor y devoción para Dios y su madre. Laura tuvo una corta vida, plagada de sufrimientos, pero ella nunca dejaba de dar gracias y rezar, y ahí radica la vigencia de su mensaje de amor, por eso tanta gente viene hasta Bahía Blanca a visitar sus restos y conocer más de su historia”, cuenta.
   En la última revisión histórica de la vida de la beata, se conocieron detalles de su llegada a la Argentina y de su vida.


   “Según se pudo constatar, doña Mercedes con sus dos hijas, Laura y Julia Amanda cruzaron la Cordillera huyendo de la situación de violencia que se vivía en su casa. Pero esto recién hace 10 años que se sabe, y forma parte de una investigación que sigue en curso porque hay todavía cosas que no cierran. Por ejemplo, cómo hicieron para llegar a Argentina ya que había más de 1000 km de distancia desde su hogar hasta donde se instalaron y no existían los transportes”.
   Por ese entonces, se supo que la madre de “Laurita” era una simple costurera que al no tener un lugar para vivir con sus hijas, se unió a un conocido empresario de caballos de carrera, con mucho dinero, de unos 38-40 años, de nombre Manuel Mora y oriundo de Bahía Blanca.
   “La nena se dio cuenta de lo que era este hombre. Un alcohólico y violento que solía pegarle a la madre al punto de hacerla su esclava y marcarla con los hierros que usan para los animales y así presumir que  ella era 'de su propiedad'. Laurita no podía entender cómo su madre no podía romper con este vínculo tan terrible”.
   Tal era el odio y la lujuria con la que este hombre miraba a la pequeña, que se las ingeniaba para huir cuando él llegaba, que terminó por internarla en el colegio de pupilas de María Auxiliadora que estaba recién inaugurado, en pleno casi desierto de Junín de los Andes.
   “De todos modos ella hablaba de su  colegio como “mi paraíso”. Esta nena sufrió fríos terribles y todos los horrores que nos podamos imaginar. Con tal de no estar en su casa con este hombre, Laurita se iba  y pasaba las noches heladas entre los matorrales. Todo este sufrimiento lo supo llevar con un amor extraordinario a su madre. Era una niña mortificada y sufrida, hacia de todo para agradar a Dios para que su madre saliera del pozo donde estaba e hicieron que la nena ofreciera su vida para que su madre volviera a vivir como una mujer digna”, resumió la Hermana Elda.

Sus recuerdos

   -Los testimonios de la época cuentan que la nena solía decirle a sus compañeras de colegio: “Si jesús dio la vida por sus ovejas, por qué no la puedo dar yo por mi mamá”? 
   -A su madre, a la que amaba profundamente, le confesó cuando la tuberculosis ya estaba muy avanzada: "Mamá hace dos años - ella tenia 10- yo le entregué mi vida a Jesús para que usted deje a ese hombre, se salve y emprenda una vida digna”. Su madre no dejaba de llorar y echarse la culpa por la inminente muerte de su hija.
  -En el colegio -que era de adobe- no tenían agua, ni calefacción. Nadie sabe cómo hicieron esas monjas -una italiana, una colombiana y una chilena- que abrieron la institución en medio de la nada, para criar a esas niñas. 
  -La pequeña pasó su enfermedad viviendo en distintas casas, donde la fiebre se la bajaban sumergiéndola en el río, con agua de deshielo. 
  -En 1950 trajeron sus restos para una revisión histórica con los doctores Esandi y González Codoni ,el obispo, 3  sacerdotes y un secretario. Concluyeron que era una niña muy chiquita, muy sufrida y enferma.