Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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Boudou, detenido en Puerto Madero

Su detención fue celebrada por muchos que ven en él el símbolo de una corrupción que parece haber sido moneda corriente.

Muy temprano, agentes judiciales se hicieron presentes en el departamento que el exvicepresidente de la Nación, Amado Boudou, ocupaba en el oneroso barrio de Puerto Madero para comunicarle su detención en el marco de una causa por “enriquecimiento ilícito”.

Boudou es considerado por la justicia, en principio, “jefe de una asociación ilegal” que, de acuerdo con las definiciones del juez Ariel Lijo, quien tomó la decisión de dictar la prisión preventiva, se dedicó a “maniobras criminales” de lavado de activos.

En la última década, quien fuera además titular del ANSES y ministro de Economía de la Nación quedó involucrado en al menos diez causas en el fuero penal, acaso la más rimbombante de todas la adquisición de la empresa Ciccone -ahora Compañía de Valores Sudamérica-, una de las pocas del país con tecnología adecuada para imprimir papel moneda.

La detención de Boudou fue celebrada por muchos, que ven en él a un símbolo de la corrupción que parece haber sido moneda corriente en muchos funcionarios del gobierno de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, y un ejemplo de la impunidad con que se manejan estos funcionarios, que no tuvieron empacho en mostrarse en lujosas motos y ocupando departamentos accesibles a unos pocos.

Al igual que ocurrió con el exministro de infraestructura, Julio de Vido, la detención de Boudou ha sido interpretada como una señal alentadora en un país donde es costumbre dejar el gobierno sin que nada ni nadie se ocupe de indagar o juzgar conductas que aparecen reñidas con la responsabilidad, honestidad y transparencia.

Se menciona, con razón, que si bien se trata de un paso trascendente, el mismo no debe quedar en la búsqueda de un impacto. Es necesario atenerse a las cuestiones de derecho, que las prisiones preventivas estén debidamente justificadas, que las acusaciones tengan respaldo, que más allá del resultado final se esté actuando con la seriedad que exigen los nuevos tiempos, para evitar de esa manera que todo no sea, una vez más, un show mediático.

Es evidente que ni De Vido ni Boudou han generado entre quienes los colocaron en el poder una mínima señal de adhesión. La propia Cristina Fernández se llamó a silencio a pesar de ser dos de sus hombres, por ella elegidos y designados. Se están dando pasos trascendentes para la historia. Ojalá no sean parte de una comedia.