Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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Atacama floreció de repente

De repente, una mañana, los atacameños vieron que su árido arenal había florecido con las lluvias tempranas que envió Inti, el Dios que vive en el volcán Licancabur.
Atacama floreció de repente. Turismo. La Nueva. Bahía Blanca

Corina Canale

corinacanale@yahoo.com.ar

Me pregunto si el desierto de Atacama, en el norte de Chile, se cansó de ser el más árido y soleado del mundo. Sus ojos de arena miran distinto en los albores de esta primavera. Marcel Proust decía que los mismos paisajes cambian cuando cambia la forma en que los miramos.

Cada cierto tiempo, desde hace siglos, Atacama se transforma en coloridos campos de flores; allí, donde el invierno altiplánico es gris y brumoso y la vida no abunda.

Los meteorólogos dicen que las lluvias que caen entre diciembre y marzo este año llegaron en los últimos quince días de agosto y seguirán en los primeros quince de septiembre. La corriente de El Niño no sería ajena.

En este renacer, las semillas y los bulbos que se ocultaban bajo la arena ardiente despertaron. Con ellos también abandonaron el letargo del invierno andino insectos, pájaros y los somnolientos lagartos.

Desde las entrañas de la arena seca dos mil especies de flores, casi todas endémicas, surgieron a la vida; la flor colorada de la Garra de León, cuyo hábitat es el Parque Nacional Llanos de Challe, y la violeta de la Pata de Guanaco. Una enorme paradoja de este desierto donde al intenso calor del día le sigue el intenso frío de la noche.

Los operadores turísticos de Santiago, Copiapó y La Serena ya parten con viajeros hacia el desierto florido, y se les pidió a los automovilistas que cuiden estos raros jardines que están a los 2400 metros sobre el nivel mar.

Atacama es tierra de géiseres, volcanes, salares, horizontes infinitos y lagunas como la Cejar, de aguas turquesa y con alta concentración de litio y sal, aún mayor que la del Mar Muerto.

Como lo es visitar San Pedro de Atacama, pequeño pueblo de adobe donde aún perduran las milenarias tradiciones de los atacameños. Su cultura nació hace 11 mil años, se forjó con la invasión inca del siglo XV y luego con la influencia de los españoles. Sus construcciones reúnen rasgos de las culturas atacameña y española. Es el pueblo de la famosa calle Caracoles, donde se come el mejor pastel de choclo casero del mundo, o los carnosos tiraditos de mariscos, todo con el famoso vino del país.

Y al final de la calle visitar el mercado de artesanías, donde venden las tradicionales hierbas medicinales del desierto. Placeres que brinda la Capital Arqueológica de Chile. A mitad de los años ’50, el monje jesuita Gustavo Le Paige admiró la belleza de un valle con cuevas de sal, volcanes, macizos y rocas coloradas. Lo comparó con el planeta rojo y lo llamó el “Valle de Marte”. Para los lugareños es el “Valle de la Muerte”, por los peligrosos descensos por las dunas que realizan los fanáticos del sandboard.

Al atardecer hay que ir a alguno de los miradores que enfrentan el “Valle de la Luna”, en la Cordillera de la Sal, un valle de la era paleozoica, para observar las extrañas formas que las últimas luces plasman en él.

En los viajes por este desierto es imposible obviar a Calama, la Capital Minera de Chile, que está a 100 kilómetros de San Pedro, junto al río Loa, donde el turismo de pesca no deja de crecer.

Es una moderna ciudad, entre la cordillera y el mar, de gran desarrollo comercial y financiero, cuya gente se nutrió de la sabiduría del Tiwanaku y el Tauantinsuyo.