Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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Marruecos: las cabras que trepan a los árboles de argán en el Valle del Sous

En las tierras semidesérticas del suroeste de Marruecos, cerca de Agadir, hay un espectáculo que es único en el mundo: las cabras equilibristas que trepan por los rugosos troncos de los árboles de argán para alimentarse.
Marruecos: las cabras que trepan a los árboles de argán en el Valle del Sous. Turismo. La Nueva. Bahía Blanca

Corina Canale

corinacanale@yahoo.com.ar

Los pastores de la Ruta 40, que lleva hacia Marrakesh, la capital artesanal del Reino de Marruecos, le sacan buen rédito a sus cabras trepadas sobre los árboles de argán, que suelen alcanzar los 10 metros de altura.

Podando hábilmente las ramas de estos árboles, sagrados en la cultura del pueblo bereber, no sólo les facilitan la subida a los animales sino que, por pocas monedas, los pastores arman una atractiva escenografía para las fotos y las filmaciones de los turistas.

En el semi-desértico valle de Sous, donde conviven los cultivos y el ganado, durante la sequía los pastos desaparecen pero no merma el hambre de las cabras. Entonces, su instinto las lleva a codiciar el fruto dulce de los arganes, especie endémica del valle y de la región argelina de Tinduf, en el Mediterráneo occidental.

Por su necesidad de alimentarse y su condición natural de expertas escaladoras de rocas y montañas, aprendieron a treparse a los troncos gruesos y rugosos de estos árboles cuyos frutos maduran entre junio y julio. Con siglos de trepadas se adaptaron.

Sus pezuñas les brindan equilibrio y las flexibles plantas de sus patas las sujetan a la corteza. Y tienen dos espolones como los de gatos y perros, pero muy desarrollados y más firmes.

El fruto del argán, de forma de aceituna, tiene un hueso duro entre una pulpa carnosa, que es lo que comen las cabras; ese hueso encierra tres semillas que se prensan en frío para obtener el aceite de argán, “el oro líquido de Marruecos”.

Un aceite que se ubica entre los más caros y de mayor demanda y consumo en todo el mundo, usado especialmente en la industria cosmética.

Los fenicios lo usaron para encender sus lámparas, y las mujeres de las tribus bereberes para rejuvenecer el rostro.

En los países del Magreb, al norte de África, es signo de hospitalidad ofrecer el “Amlou”, un preparado de miel, almendras y aceite de argán, con el desayuno o el aperitivo.

Para los nómades bereberes del Sahara, que las cabras coman los frutos es muy bueno para el negocio del aceite, ya que extraer ellos la parte blanda les llevaría mucho tiempo y trabajo.

Por eso optaron por manipular los excrementos y buscar el hueso que elimina el sistema digestivo, a la vez que los animales regurgitan y dispersan las semillas, de las que crecen nuevos árboles. Para ellos las cabras son sus “heroínas agrícolas”.

Los productores de aceite compraron más cabras para esta tarea, pero los árboles de argán disminuyeron, en parte, además, por la tala que se realiza en busca de su madera o para dar lugar a cultivos más rentables.

Ante esto, los biólogos propusieron un mayor equilibrio entre el número de animales y el de árboles, para proteger los bosques.

Un trabajo del Instituto de Biología de Doñana, en España, concluyó que el estómago de cabras y ovejas puede ser fundamental para el éxito del combustible del futuro.

Actualmente, el biocombustible necesita de cultivos de maíz y caña de azúcar, un proceso que aumenta los precios. De allí la importancia que le otorgan a estos animales que pueden digerir lo indigerible.

Esa capacidad la atribuyen a un tipo de hongo anaeróbico en sus aparatos digestivos, y estiman que esto abriría nuevas posibilidades a la industria de los biocombustibles en el futuro cercano.