Bahía Blanca | Martes, 19 de marzo

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El arroyo que no se encauza

El Napostá exige mejoras para alentar su uso recreativo: limpieza periódica, controles y ayuda de los vecinos.

No hay ciudad del mundo que no saque beneficio de disponer de un curso de agua. Sea con carácter recreacional, como recurso ambiental, como elemento paisajístico.

En este sentido, nuestra ciudad ha sido siempre poco considerada con su único arroyo, el Napostá, al que a duras penas se tiene como referente.

Una nota publicada por este diario permitió conocer la opinión de Gabriela Rozas Dennis, directora de Gestión Ambiental del municipio, quien mencionó la trascendencia de “mantenerlo saneado”, por ser un emblema local, a partir de su mantenimiento y limpieza pero, sobre todo, mediante un cuidado vecinal.

La funcionaria señaló que la gente suele arrojar al arroyo todo tipo de basura: desde botellas y bolsas hasta artefactos.

Vale decir que los propios usuarios, que pretenden sacar provecho de la presencia del curso de agua, se encargan de ponerlo en el peor estado.

Se sabe de limpiezas esporádicas que hacen los propios vecinos --a partir de encuentros realizados a través de las obras sociales-- y que terminan con decenas de bolsas repletas de basura.

La situación no tiene nada de nuevo. En 1942, por caso, los bahienses denunciaron la mugre del agua del arroyo: kilos y kilos de fruta podrida, animales muertos y aguas servidas convertían el cauce en un “estiercolero”.

En 1955 las sociedades de fomento lo definieron como “un foco malísimo y afeante” y en 1958 como “un vaciadero de basuras”, cuna de ratas y moscas. De allí el aplauso unánime cuando la Provincia licitó el entubado entre calles Casanova y Estados Unidos, obra que lo borró de la geografía urbana.

El presente del Napostá sigue siendo preocupante. Porque además no debe olvidarse que, a pesar de su reducido recorrido de 100 km (nace en las Sierras), sus aguas llegan altamente contaminadas a la ciudad, con valores que, a nivel bacteriano, superan hasta diez veces los admitidos.

El Napostá exige mejoras para alentar su uso recreativo: limpieza periódica, controles, responsabilidad de los vecinos.

Es tiempo, al menos, de colocarlo en la agenda de las obras importantes para una ciudad que no debiera prescindir de este recurso y que merece disfrutarlo de la mejor manera posible.