Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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Industria local del software: mucho más que una promesa

La actividad es una de las más dinámicas de la economía bahiense. Intensiva en mano de obra calificada, sus productos se exportan a países como EE.UU y Chile.
Industria local del software: mucho más que una promesa. Economía y finanzas. La Nueva. Bahía Blanca

Francisco Rinaldi

frinaldi@lanueva.com

Con niveles de crecimiento que en algunos casos se duplicaron año tras año entre 2015 y 2017, la industria local del software y de las tecnologías de la información es una de las más dinámicas y con mayor futuro de la economía bahiense, donde la falta de suficiente mano de obra calificada para abastecer a las firmas del sector sigue siendo la gran amenaza pendiente de superar.

La mayoría de las 28 empresas registradas en el Polo Tecnológico del Sur, una asociación público-privada que las reúne, se especializa en el desarrollo de software, con usos que van desde la gestión integral de una pyme a una aplicación móvil para un shopping.

Y en ese sentido, las empresas sigue un patrón de especialización que guarda estrecha relación con lo que ocurre a nivel país: el 45 por ciento de las ventas promedio de 2015 y 2016 de las asociadas a la Cámara de Empresas de Software y Servicios informáticos (CESSI) provino de la creación de software, un 20% de la venta de productos propios y servicios y un 10% de productos y servicios de terceros, al tiempo que el 25% restante se repartió entre provisión de recursos para el desarrollo, soporte y soluciones entre otros.

La inmensa mayoría de las firmas son bahienses y sus fundadores, en más de un caso, son ex-compañeros que se conocieron cursando en las aulas de la UNS, una de las primeras universidades argentinas en crear una carrera orientada a las computación y las nuevas tecnologías -la licenciatura en Ciencias de la Computación- allá por el año 1983.

Pero dos de los rasgos salientes que hacen de la industria del software mucho más que una promesa para nuestra economía son la existencia de un mercado potencial ilimitado y su característica de ser empleo calificado-intensiva.

Respecto del primero, las empresas del sector se enfrentan a una demanda posible que no se agota en la ciudad, ni en la zona, ni en el país: varias exportan servicios y software a países vecinos (Chile), europeos y hasta los EE.UU.

A nivel nacional, los números de CESSI agregan que EE.UU. explica casi la mitad (48%) de los ingresos desde el exterior de estas empresas. Muy por detrás, le siguen Uruguay (13%), México (9,4%), Europa (excluyendo España) (5,7%) y Chile (5,1%).

La segunda característica -intensidad de empleo calificado- se demuestra por el hecho de que el 73% de los costos de las empresas -considerando tanto recursos humanos directos como indirectos- son salarios y gastos asociados al personal.

La demanda de mano de obra también es creciente en un entorno de baja generación de nuevos empleos, ya que no son pocas las firmas registradas en el Polo Tecnológico del Sur que informan una expansión del 200% en sus nóminas de personal.

“La mayoría de nuestros asociados hace software. El tamaño máximo es de alrededor de 50 empleados, con un promedio de 10 a 15 trabajadores por empresa. Si bien la mayoría somos de Bahía, hay dos grandes centros de desarrollo que son de otras ciudades”, explica el presidente del Polo Tecnológico del Sur -y además empresario del sector-, Ricardo de Weerth.

Para la gerente de la entidad, la economista Mariela Scudelati, el sector tanto a nivel local como global “está continuo crecimiento. Incluso, hay empresas que no están asociadas al Polo, de forma que hay más de las que están registradas en nuestra entidad”.

Mencionó como hecho distintivo la estrecha relación que mantienen con el mundo académico, ya que es el proveedor por excelencia de un recurso tan valioso como escaso: la mano de obra calificada.

“Es una actividad con altísimos niveles de profesionalización. Tenemos asociados donde tanto los directivos como los empleados son egresados universitarios”, recalcó Scudelati. De hecho, la UNS, la UPSO y el Juan XXIII tienen su lugar en el Polo.

También la Municipalidad de Bahía Blanca, el de Coronel Rosales, Coronel Suárez, Coronel Pringles y la Zona Franca.

Falta gente

La principal falencia que afrontan estas empresas de alta tecnología tiene que ver con una demanda de empleo calificado que cuadruplica a la oferta de profesionales que año tras año egresan de las universidades.

Y Bahía no es la excepción. “La formación de los egresados locales es de excelencia. El gran escollo es que no se genera la cantidad de gente que necesitamos.

“Los chicos se siguen orientando mucho a las carreras tradicionales, y eso que en esta industria tenés trabajo asegurado, tanto como trabajador independiente o en una empresa, con muy buenos salarios”, se lamenta De Weerth.

Desde el mundo académico, admiten la existencia de esta problemática.

“Estamos por debajo de lo que demanda el mercado. Se necesitan del triple al cuádruple de los egresados que nosotros formamos, pero hemos logrado grandes avances en los últimos tiempos”, aclara el director-decano del departamento de Ciencias e Ingeniería de la Computación de la UNS, el doctor Marcelo Falappa.

Recalcó que “revertimos la tendencia decreciente que tenía el número de ingresantes a nuestras carreras gracias a un ambicioso programa de seguimiento que implementamos en toda la Universidad, consistente en tutorías para los ingresantes.

“Para los que están a punto de graduarse, contamos con personal de apoyo que trata de contactarlos para acercarlos a finalizar la carrera. Queremos que tomen conciencia de la importancia de tener el título”, señala Falappa.

Para el mundo empresario, la creación de un título intermedio o una carrera universitaria de menor duración, ya que el plan preferencial de estudios de las carreras que se ofrecen en la UNS dura cinco años, siempre y cuando, se haga al día, cosa poco frecuente, dado su alto nivel de dificultad.

“Estoy seguro que eso ayudaría a zanjear esta dificultad que hoy tenemos. Una carrera de menos tiempo, incluso, tendría gran cantidad de inscriptos”, dice De Weerth.

Falappa asegura que la creación de una carrera de menor duración está en permanente análisis por parte del departamento, pero que, por ahora, no hay novedades.

“Lo de la carrera corta lo estamos estudiando. Puede ser una buena posibilidad, pero también conlleva un riesgo, ya que los egresados pueden tener un techo en su formación muy difícil de superar”, advierte el decano.

Historias de garage

Gabriel Hernández cursaba en la UNS (ingeniería electrónica).

Egresado de la Escuela Técnica de la calle Azara, conoció a quienes serían sus socios en un grupo de usuarios de software libre, del que participaban alumnos y hasta un docente.

A partir de allí, decidió emprender junto a sus compañeros una novedosa experiencia de asociatividad: la creación de una cooperativa de trabajo de desarrolladores de software -que hoy preside-bautizada como Unixono.

“Hace siete años que hacemos desarrollo de software. Casi todos nuestros clientes son de de Chile, Canadá, EE.UU. y España”, declara.

Unixono hace software a medida, para seguridad informática, venta de tickets, aplicaciones móviles para shoppings, entre otros destinos.

“Aunque trabajamos a pedido del cliente, si utilizamos ciertas tecnologías que nos permiten orientarnos a un segmento específico del mercado”, aclara Hernández.

La vorágine propia de la vida empresarial le impidió finalizar su carrera, pese a haberlo intentado, tras un paso en la Facultad Regional de la UTN, donde el horario nocturno ofrece mejores posibilidades para quienes optan por trabajar y estudiar al mismo tiempo.

“Aunque no pude recibirme, hoy estoy más abocado a la cuestión gerencial, y hasta hago cosas muy distintas a las que estudié en su momento”, reflexiona Hernández, también secretario del Polo Tecnológico del Sur.

El modelo de cooperativa de trabajo, lejos de surgir por necesidad, emerge de una filosofía de vida.

“Preferimos seguir siendo una cooperativa. De hecho, a nivel país, hay cooperativas de software con 150 asociados que hacen grandes trabajos. Incluso, muchos de sus socios podrán ser millonarios si tuvieran su propia empresa, pero deciden apostar por ese modelo, igual que nosotros, que buscamos evitar que el capital se concentre en una sola persona, distribuyéndolo entre todos”, fundamenta Hernández para finalizar.