Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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Un año para "refundar" el país, el plazo de Macri

La columna semanal de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.
Fotos NA y Reuters

   El presidente les ha dicho a los miembros de su mesa chica que tiene un año, poco más o menos, para cristalizar en hechos concretos la andanada de reformas y recortes gigantescos del gasto público en el orden nacional, provincial y municipal, que anunció ayer ante el "círculo rojo" en el Centro Cultural Kirchner.

   De mínima, Mauricio Macri reclama que en ese plazo, breve si se tiene en cuenta la ciclópea tarea con la que se pretende "refundar" la Argentina, por lo menos todo ese enorme andamiaje haya comenzado a moverse, y que se haga sostenido en el tiempo a pesar de los eternos vaivenes de la política que han impedido que otros que quisieron hacer lo mismo irremediablemente fracasaron en más de 50 años de historia argentina.

   El presidente se lo dijo a su grupo más cerrado de colaboradores, la llamada "mesa chica" que encabeza el jefe de Gabinete, Marcos Peña, cuando volvieron a encontrarse en una reunión en su despacho de la Casa Rosada apenas regresados del CCK.

   ¿Por qué ese plazo? ¿Cuáles son las razones para esgrimir esa mirada según la cual dentro de 12 meses el país debería ser otro, o en todo caso debería empezar a notarse el cambio y hasta el éxito coronado de algunas de las grandes líneas trazadas en su discurso ante todos los factores de poder del país?

   La respuesta de algunos voceros presidenciales reconoce profundamente aquellos avatares de la política y de los políticos. Más lo segundo que lo primero. "Lo que no hagamos de aquí a octubre del año que viene, después se volverá más cuesta arriba", dice uno de esos hombres que recorre diariamente los despachos presidenciales.

   Todos ellos saben, y lo sabe antes que nadie el propio presidente, que en ese mes de 2018 se largará la carrera electoral con vistas a las elecciones presidenciales de 2019, en las que de movida el oficialismo tratará de obtener una ratificación en las urnas para un segundo mandato hasta 2023, mientras la oposición, con base en el peronismo no kirchnerista, iniciaría el arduo camino con la ilusión de ser alternativa de recambio a partir del 10 de diciembre de aquel año.

   Se entiende la precaución de Macri, y aquel comentario suyo a sus hombres sobre la necesidad de correr contra el tiempo: entre octubre del año que viene y el mismo mes del siguiente la política y los políticos volverán de menor a mayor a meterse en la campaña para las presidenciales. Pruebas al canto: el país acaba de salir de un proceso electoral que culminó con las legislativas del 22 de octubre y que con sus aprontes y primeros escarceos se inició en el segundo semestre del año pasado.

   Un dato puntual de aquel pensamiento presidencial se puede encontrar en los plazos de alguna de las medidas que se pondrán en marcha anunciadas en el CCK, que es la reforma laboral que se negociará con sindicatos y empresarios.

   El Gobierno quiere que a más tardar en octubre del año que viene se culmine el proceso de blanqueo laboral propuesto a ambos sectores y que además se haya dado curso al nuevo sistema de reducción del pago de indemnizaciones. O que se reduzca drásticamente, si es que no se puede eliminar del todo, la llamada "industria del juicio" que tanto amarga al presidente.

   Casualidad o no, Macri volvió a mencionar ese plazo durante su visita de hoy Santa Fe para poner en marcha una importante obra en canales de agua y su correspondiente infraestructura que comparten esa provincia con su vecina Córdoba. "Esperemos que en un año estas obras estén terminadas", los arengó Macri a Miguel Lifschitz y Juan Schiaretti.

   Aquí estaría la clave: el presidente sabe que los abrazos y los aplausos y la buena onda que lo acompañó ayer delante de gobernadores, dirigentes sindicales, legisladores de la oposición, empresarios y hasta miembros del Poder Judicial, podría acabarse en octubre de 2018 cuando todos empiecen a pensar en las elecciones presidenciales, el apoyo parlamentario a las leyes que se necesitan o el de los gobernadores para recortar el gasto público empiece a escasear, y lo que hoy se promete como apoyo a las necesarias medidas anunciadas se trastoque por condicionamientos basados en los puros interese políticos partidarios y mezquinos. Que cada uno vuelva a atender su propio juego. Y todo vuelva a empezar.