Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

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Todos quieren esa foto

Una multitud de medios gráficos, televisivos y radiales de todas partes del mundo, que sumarían cerca del millar en los próximos días, se acreditarán para cubrir la ceremonia del traspaso del mando el próximo 10 de diciembre. Las estimaciones preliminares en Ceremonial y Protocolo de Presidencia y también en la secretaría de Medios de Comunicación señalan que habrá periodistas nacionales, americanos y de varios países de Europa presentes en la Casa Rosada en busca de la foto del año. Aunque algunos ya la agigantan como “la foto de la década”. Claro, ésa: la que retratará el momento en que Cristina Fernández de Kirchner le colocará la banda presidencial a Mauricio Macri.

Todo va a ocurrir ese día alrededor de las dos de la tarde en el magno Salón Blanco, luego de que el flamante presidente llegue desde el Congreso para recibir los atributos de su mandato constitucional de manos de su antecesora, como mandan el protocolo y la ley. “Nadie se va a querer perder esa foto”, decían ayer funcionarios de aquellas áreas que empiezan a trajinar planillas y documentos para acreditar a una cantidad inusitada de hombres y mujeres de prensa provenientes de todas las latitudes que no quieren perderse esa instantánea.

El propio Macri, en uno de los numerosos contactos informales con la prensa durante sus recorridas de campaña, dijo una semana antes del balotaje: “Ustedes van a hacer cola para ver quien saca primero la foto de Cristina colocándome la banda”, en dirección a un grupo de fotógrafos que lo acosaba. Era el 17 de noviembre y el gesto mostraba, además, la enorme confianza en su triunfo que desplegaba a su alrededor.

El pronóstico se hizo realidad y ahora todo el mundo espera que se cumpla uno de los instantes más altos de la atención periodística de ese día, cuando Cristina invista con banda y bastón a quien la sucederá en el Sillón de Rivadavia. Una foto que, vale repasar el archivo, jamás figuró en los planes del cristinismo de paladar negro y de otros igualmente fanatizados del “modelo”. Meses atrás, el inefable Carlos Kunkel decía ante una consulta al pasar, medio en broma y medio en serio, o una de las dos: “Jamás Cristina le colocará la banda a Macri, sáquenselo de la cabeza, nunca verán esa foto, antes da parte de enfermo”.

“La doctora goza de muy buena salud”, decía ayer no sin ironía un funcionario de Ceremonial cuando se le recordaba la anécdota del diputado ultra K. No faltaron por estas horas los insidiosos que pronostican que antes de tener que colocarle la banda a Mauricio, Cristina delega la gestión en Amado Boudou o Gerardo Zamora, el santiagueño tercero en la línea sucesoria. O que Macri decida que quien le coloque la banda presidencial sea su esposa, Juliana Awada, y no Cristina, lo que tornaría innecesaria la presencia de la doctora en el Salón Blanco. “La presidenta es una demócrata y estará en el Salón Blanco para cumplir con su parte del protocolo”, insiste el diplomático.

Lo mismo parece pensar el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández. Aunque fiel a su estilo, siempre polémico, buscó bajarle el precio al gesto en particular y a la ceremonia en general: “¿El traspaso del mando? Y si, le pasa la banda, el bastón, tocan la marcha Ituzaingó y ahí se termino todo, no veo mucho más que eso”, dijo a las puertas de la Casa Rosada.

Ya se prevé entre los organizadores que entre tanto periodismo, invitados del frente Cambiemos y visitantes de todas partes, el Salón Blanco quedará chico. Por eso se habilitarán los contiguos salones Norte y Sur. Y hasta se asegura que también se colocarán pantallas que transmitirán la ceremonia en los patios internos de la Casa Rosada, donde habrá otra multitud.

Los mismos “patios militantes” que tantas veces trajinó Cristina durante todos estos años para deleite de los “pibes para la liberación”. Aunque ahora, claro, con otro ropaje y otros colores.