Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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Ante la "autonomía" de Alperovich

"Cristina dice que vayas y digas que si quieren abrir las urnas, las vamos a abrir". Ese fue el mensaje que a través del celular le pasó ayer a media mañana Aníbal Fernández a José Alperovich. El jefe de Gabinete ya se había comunicado con Olivos para informarle a la presidenta de la situación en Tucumán, tras la violenta represión policial del lunes por la noche. Una hora después de aquella llamada, el mandatario provincial convocó a una conferencia de prensa y repitió: "Mi decisión, porque soy un hombre respetuoso de la democracia, es que si quieren que se abran todas las urnas, las vamos a abrir".

Tal vez haya sido esa la única intervención de la presidenta en el abordaje del Gobierno sobre lo sucedido en Tucumán. Es al menos lo que reconocían en privado ayer por la mañana fuentes de la Casa Rosada, al tanto de que la doctora le ha dedicado todo su tiempo desde el domingo a la tarde al nacimiento de su nieta Helena, la hija de Florencia Kirchner y Camilo Vaca Narvaja.

Pero fue suficiente para mostrar sobre el terreno la "autonomía" de Alperovich, y de otros tantos gobernadores frente a crisis de diverso tono, cuando deben decidir qué rumbo seguir. Dicen los confidentes que la orden presidencial para ser transmitida al caudillo tucumano, y las propias palabras del jefe de Gabinete al momento de hacerla efectiva a la distancia, fueron furiosas y plagadas de exabruptos, que la elemental prudencia en el cuidado del lenguaje derivó en aquel más aceptable entrecomillado.

Un coletazo directo de ese cruce entre el tándem político cada vez más aceitado que integran Cristina y Aníbal y el gobernador tucumano fue a parar sobre las costillas de Juan Luis Manzur, el gobernador electo tras las elecciones plagadas de irregularidades y denuncias del pasado domingo: el exministro de Salud había hecho saber desde Tucumán que la presidenta lo recibiría en la Casa Rosada "para felicitarlo" por el triunfo. La cita, según él, había sido pactada para las 18. Pero en Balcarce 50 nadie se hizo cargo de ese aviso. "No está prevista ninguna audiencia de la doctora", informó Ceremonial.

La tirria de la presidenta con Alperovich y su delfín y sucesor venía desde antes de la elección del domingo y del descalabro regado de sangre y violencia represiva en que terminó todo. Nació en la semana previa, cuando el gobernador y el candidato le abrieron las puertas de la gobernación a Daniel Scioli y la rejuvenecida liga de gobernadores que ha puesto la mira en el día después del 10 de diciembre. ¿Quién faltó en esa foto, como para mostrar qué tipo de vientos corren en la interna del cristinismo? Carlos Zannini. Si estuvo por supuesto el siempre ubicuo Aníbal Fernández, que de tanto viaje de ida y vuelta salió a decirlea a los periodistas que no había podido mirar la represión policial del lunes porque el trajín lo había superado. "Estaba durmiendo", dijo.

Zannini fue en cambio el responsable de plantar en los medios la otra pata de la estrategia que entre los menesteres de su segundo abuelazgo pergeñó Cristina: culpar de todo a la oposición en general y a Mauricio Macri en especial por lo ocurrido en Tucumán. Y advertir, discurso al que también se subió el jefe de Gabinete, que los opositores y un tan supuesto como estrambótico complot de la CIA y sus agentes locales Laura Alonso y Elisa Carrió planean hacer lo mismo en las elecciones en Chaco, el 20 de septiembre. El candidato a vice de la Nación sobreactuó la orden de su jefa y amplió la amenaza: dijo que el plan también aplica a las presidenciales del 25 de octubre.