Bahía Blanca | Jueves, 18 de abril

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CFK decide quién se queda y quién se va

Escribe Eugenio Paillet

Jorge Capitanich quiere irse de la Jefatura de Gabinete lo antes posible, pero no puede darse el lujo de renunciar y volverse a su provincia por su cuenta: deberá esperar a que Cristina Fernández decida si se va y cuándo ocurrirá eso.

El del chaqueño, venido a menos en las encuestas y a años luz de aquella mañana en la que imaginó que llegaba a la Casa Rosada para labrarse un futuro de presidenciable, es apenas un ejemplo de la fuerte interna que afecta al elenco de colaboradores de la presidenta.

Entre los que creen que ha llegado la hora de dar un prudente portazo y los que resisten el empuje de algunos colegas para que abandonen la función, todos saben por igual que el cargo, como bien señaló un veterano secretario de Estado, “no les pertenece”. Es decir, “la dueña” de sus respectivos sillones es Cristina, y ella decide cuando le convenga políticamente.

Se reflota por estas horas de intrigas y empellones una vieja máxima del cristinismo que, en ocasiones como la presente, suele desempolvar Oscar Parrilli, el fiel secretario general de la Presidencia: “A la doctora no se le renuncia, es ella la que pide el cargo”.

Por esa razón es probable que Capitanich, a menos que encuentre un atajo por ahora impensado, deberá permanecer (“Está sufriendo la gestión”, se sinceró una colaboradora), deberá quedarse en la Jefatura y continuar con sus anodinas conferencias de prensa matutinas hasta que la doctora lo ordene. Que sería, según impresiones que corren por los pasillos de la Casa Rosada, más cerca de principios de diciembre. Es decir, casi como una estrategia para encarar el último año de gestión con un equipo parcialmente renovado y mucho más “del palo”.

La idea del “gabinete del último año” ha ido prendiendo en varios sectores del gobierno. Queda claro que hay dos sectores bien definidos que se anotan para protagonizar esa etapa, tras lo cual los espera el llano y la tarea de “prepararse a recuperar la calle y desde allí construir el regreso dentro de cuatro años”, según la arenga de Máximo Kirchner: los propios integrantes de la agrupación que lidera el hijo presidencial, y los equipos técnicos y políticos que conduce Axel Kicillof.

El ministro, para empezar, quiere hacerse al mismo tiempo de la conducción de la Jefatura de Gabinete, y retener el control de la secretaría de Comercio, en momentos en que se rumoreaba con la vuelta, aunque no a funciones ejecutivas sino como “operador en las sombras”, de Guillermo Moreno.

El sillón de Capitanich también lo quiere Máximo, que propuso allí al titular de Aerolíneas, Mariano Recalde, quien a su vez lo desestimó y acusó a una “operación” de algún sector interno para perjudicarlo. Julián Domínguez, que también se resiste pero que no podría ignorar una orden de Cristina, sería finalmente la prenda de paz entre los sectores en pugna.

De las mismas operaciones se quejan en los alrededores de Alicia Kirchner. La ministra no quiere ceder el manejo del poderoso ministerio de Desarrollo Social, y cree que las versiones sobre su llegada como reemplazante del chaqueño, o su partida para pelear por la gobernación de Santa Cruz, son patrañas de esos grupos que pugnan por quedarse con una caja envidiable a la hora de hacer proselitismo. La Cámpora empezó a hacer rodar por las redacciones el nombre de uno de sus coroneles, el “Cuervo” Larroque.

El ministro de Interior y Transporte, Florencio Randazzo, por último, avisa a diario que a fin de año estará terminada su principal tarea de la gestión, que es dejar a casi todos los ramales de ferrocarriles con trenes cero kilómetro comprados a China.

Para algunos, ese sería el momento de dar un prudente paso al costado para prepararse de lleno a encarar la campaña electoral que se avecina. Al oriundo de Chivilcoy, como al resto, les cabe las generales de la ley: deberá esperar que la doctora decida.