Bahía Blanca | Martes, 23 de abril

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Aquel río de arena

Está en el desierto de Namibia, en el Africa occidental, el mar de arena más antiguo de la tierra. Observado desde lo alto o desde cualquier lateral, semeja una amplísima avenida con base de arena, por supuesto. En su extremo final se enfrenta con el mar, pese a que jamás le aporta una gota de agua.

A ese mar tumultuoso que entre las rocas escondidas ha dejado mutilados a cientos de barcos y moribundos a miles de tripulantes. Imposible sobrevivir al oleaje y menos, al desierto. En el río el desafío mayor es la supervivencia Una lucha permanente, que se extiende desde que se dejan atrás las heladas noches cargadas de estrellas y a lo largo de interminables días tórridos donde el sol destruye todo lo que queda a sus pies.

Pero aún deambulan leones, zorros, gacelas y hasta los enormes elefantes que a veces deben esforzarse para rescatar alimento de alguna rama deshojada. Mientras, desde las alturas, los cóndores vigilan el movimiento de sus presas, que se mueven entre una sombra y otra.

Si conseguir comida es una hazaña, mucho más lo es encontrar algún charquito donde calmar la sed. Casi todos los seres vivos van por ese río que apelmaza la arena, mientras el viento dibuja y desdibuja las dunas particularmente rojizas. No vale la pena mirar el cielo, porque las nubes nunca se observarán. Apenas algún colchón de humedad que pueda llegar desde el mar para diluirse de inmediato.

Hasta que a cientos de kilómetros llega la lluvia y pronto el agua llegará hasta el río de arena, para darle una vida que se evaporará… en pocas horas…