Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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Mirando al oeste

No está tan lejos como cualquiera de nosotros podría suponerlo.

Menos si lo comparamos con otros destinos que, por más famosos o más comunes, se nos hacen más próximos.

El oeste de La Pampa, pareciera que está... "allá", pero está más "acá" de lo que imaginamos.

Claro. Sucede que es una franja no muy habitada, comúnmente ocupada por una vegetación mezquina en altura, consecuencia de lluvias que también suelen ser escasas.

Y, como si fuera poco, con la grieta de un río centenario que la mano del hombre, antojadiza, en este caso, simplemente lo transformó en una huella.

Porque gran parte del Salado, desde Puelches al sur, o el Curacó, ya casi sobre el final del territorio, se hallan vacíos de sus caudales hídricos.

Pese a ello, el oeste pampeano es rico.

Es rico en animales que tienen la facilidad para moverse, que no posee un hombre en cualquier ciudad.

Y también es un verdadero nido de pájaros auténticos que derrochan libertad.

El oeste de La Pampa son caminos de tierra, polvaredas, guadales, naturaleza virgen y el goce de algún puestero que en esas amplias distancias cuida de los animales que pastan de día y se juntan de noche, temerosos de las garras de un puma.

Ese oeste merece ser recorrido con la mirada puesta en sus atardeceres y disfrutar, con todos los sentidos, de lo que perdemos en esta vida alocada de los tiempos "modernos": el silencio...