Bahía Blanca | Martes, 23 de abril

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La casa de todos

Por David Roldán

Ser anfitrión en un país diferente del que proceden los viajeros no es una cosa simple. Máxime si se interpone esa barrera tan rígida que a veces existe, que es el idioma.

Y es cuando uno debe anteponerse a todas las dificultades, tratando que aquel que recibimos vuelva al punto de origen con la sensación de haber sido atendido de la mejor manera posible.

Habrá pasado esto, cada vez que un bahiense tomó un avión para dirigirse a la ciudad hermana de Jacksonville, en el norte de la península de la Florida.

Algunos, con una interesante cuota de un idioma inglés bien dominada y otros con las dificultades de no haberse amigado como corresponde de expresiones que tienen sus complicaciones. Y si el desafío es grande para quien parte hacia miles de kilómetros, no lo es menos para quien da la bienvenida o el típico "Welcome".

Cierto es, de todas formas, que los bahienses, desde hace varias décadas, pudieron sentirse como nunca hubieran soñado.

Sencillamente porque siempre en el aeropuerto estaba presente, para el abrazo inicial, el matrimonio Triffiletti.

Tanto John, ya fallecido, como Diane, no solo expresaron una sonrisa sincera, sino que, a partir de ese momento hicieron todo lo posible para que nadie se sintiese extraño en un país extraño.

Y también abrieron, de par en par, su amplia casa, en un barrio tan bello como tranquilo para que en todos los momentos necesarios, el viajero se encontrase allí como en su propio hogar. Y hasta se adaptaron a alguna de nuestras principales costumbres.

--¿Un mate Diane?

--Por supuesto...

Expresión que, en gran medida, habla a las claras de la forma en que los Triffiletti, marido y mujer, nos abrieron los brazos a todos los bahienses.

¡Infinitas gracias!