Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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La mujer de los setenta millones

Un juez federal -no importa el nombre si se cree en la honestidad de los miembros del Poder Judicial- procesó a la expresidenta Cristina Fernández por presunta coautora de “asociación ilícita” y “administración fraudulenta”.

Para tener una idea del dinero que se habría quedado de mala manera, ordenó un embargo sobre sus bienes por 10.000 millones de pesos, equivalente a 650 millones de dólares.

Una cantidad que, repartida en bolsos de mano, exigiría 650 de 10 kilos cada uno.

La resolución alcanzó además al exministro de Planificación e Infraestructura y actual diputado nacional Julio De Vido, y a los detenidos José López, exsecretario de Obras Públicas, y Lázaro Báez, titular de Austral Construcciones SA. Procesó como supuestos coautores de los mismos delitos a Carlos Kirchner -primo de Néstor-; Nelson Guillermo Periotti, Raúl Osvaldo Daruich y Héctor René Jesús Garro, entre otros.

La exmandataria está cada vez más comprometida, a partir del análisis que van realizando los peritos de la justicia, para entender cómo Báez recibió tantísimos contratos de obras públicas, por qué cobraba antes que cualquiera y por qué sus ofertas superaban los valores de mercado.

Cristina, conocido el embargo, recurrió a las redes sociales para defenderse o, mejor expresado, descargar su furia. Denunció que su situación judicial es una “persecución política” y recordó que la asociación ilícita “fue muy usada en las dictaduras”.

Eligió además expresiones irónicas referidas a la salida del ministro de economía Alfonso Prat Gay e hizo alusión a quien fuera su amiga, la dirigente Milagro Sala, a quien definió como la primera presa política “desde el inicio de la democracia”.

asumiendo que la justicia actúe con seriedad y equidad, Cristina debería estar indignada, ofuscada y enloquecida por un embargo que la convierte en una estafadora, ladrona y acaso la presidenta más corrupta de toda la historia.

Los “delitos” de Macri -echar a un ministro, vacacionar o designar a un periodista económico- a los que apunta, difícilmente le sirvan como defensa. Ojalá, por la salud de todos los argentinos, Cristina no se haya quedado con un solo peso ajeno. Ojalá todo sea una fantasía. Ojalá la justicia deba pedir perdón. Por ahora, algunos bolsos arrojados en un convento sugieren otra historia.