Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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Salir del default y crecer, la apuesta mayor de Macri

Macri ordenó manejar con precisión de relojero los aumentos del gas y del transporte.

Un par de frases de esta semana de dos de los más encumbrados colaboradores y confidentes de Mauricio Macri, como Federico Pinedo y Marcos Peña, pusieron blanco sobre negro la estrategia del gobierno y también sus intenciones para escapar de la encerrona que le propone la actual coyuntura de inflación no controlada, déficit fiscal heredado y las consecuencias sociales del ajuste que provocó la rápida salida del cepo y la devaluación.

El jefe de los senadores de Cambiemos reconoció que el gobierno "atraviesa los seis peores meses" de todo su mandato. El jefe de Gabinete prometió que las cosas se verán mejor a partir de junio. Y que ello ocurrirá una vez que se haya dejado atrás el default con los fondos buitre y vengan entonces los créditos internacionales a tasa razonable y nuevas inversiones desde el exterior.

Ese es el mapa que se dibuja casi sin fisuras en varios despachos del gabinete. El gobierno apuesta todo al segundo semestre, donde podrán empezar a registrarse algunos datos positivos como la baja de la inflación, y a la vez se comprueben sobre el terreno los indicios primarios del beneficio de haber obtenido la salida de la larga cesación de pagos.

Sostienen en uno de esos escritorios que una "primera gran señal" puede ocurrir en oportunidad de la visita que hará el presidente Barack Obama dentro de diez días. Se pronostican anuncios de varias inversiones de parte de empresas norteamericanas durante una reunión de la Cámara de Comercio de los Estados Unidos en la Argentina, donde estarán Macri y Obama.

En el gobierno esperan que, a la par de aquella mejora en la escena económica y social que -vaticinan- llegará a partir de junio, ayuden las primeras planas con otras noticias. Como sería el caso - según algunos intuyen o tienen información a la mano de parte de algunos jueces- del sonoro desfile de kirchneristas por los juzgados federales, empezando por Cristina Fernández y Amado Boudou.

Resulta claro que la salida del default va a ser clave para dar señales positivas. Pero después habrá que poner sobre la mesa algo que todavía no parece estar definido: para qué sirvió ese paso y si eso tiene algo que ver con las necesidades de la gente, cuyo malhumor sigue atenuado. En este primer trimestre las encuestas acompañan y hasta ahora eso ha ayudado a mantener la imagen bastante alta, aunque ya hay sondeos que registran algunos puntos de pérdida en la imagen de Macri.

Igual sirve de soporte en medio de decisiones que debieron tomarse como los aumentos tarifarios o los despidos en la administración pública y el sector privado. O la marcha atrás en Ganancias que se cobró el cristinismo recalcitrante en el Congreso con una pequeña ayudita del Frente Renovador.

Macri conoce antes que nadie dónde está parado y fue por eso que para no alimentar ese costado tan sensible ordenó manejar con precisión de relojero los aumentos del gas y del transporte público que ahora podrían demorarse más allá de abril. "Lo decidirá sólo él", reflejan a su alrededor. ¿Quisieron alertar sobre eventuales disconformidades con el presunto apresuramiento de Juan José Aranguren en aplicar aquel ajustazo? Rumores que recorren los pasillos del poder.

Aquella necesidad de conseguir las leyes para terminar con el default en tiempo y forma por ahí generó algún comentario respecto de aquella posición dura que exhibió Peña cuando dijo que las leyes no eran negociables. O del mismo Prat Gay, que pedía al bloque de Cambiemos no modificar los proyectos ni en una coma.

En todo caso se impuso una verdad de Perogrullo: que la política es, esencialmente, negociación. Y que siempre se pueden decir o esgrimir consignas para la tribuna, y lo acaban de demostrar los mandatarios justicialistas que despotrican por un lado pero ponen el hombro por el otro. Pero estaba cantado que habría que negociar y ceder, como pasó con Sergio Massa, con los gobernadores que pareciera conducir José Manuel Urtubey y con el bloque exkirchnerista de Diego Bossio.

Con todo, hay que decir que para el gobierno la negociación se dio en los términos que buscó. Basta mirar la escena de la batalla por la derogación de las leyes Cerrojo y de Pago Soberano: de un lado quedaron Macri y buena parte del PJ, y del otro el kirchnerismo recalcitrante.

Habrá que ver si el martes, y después en el Senado, los gobernadores entregan "la prueba de amor" que le prometieron a Rogelio Frigerio en la reunión del jueves.

Así mirado, el gobierno apenas podría atravesar un par de pasos formales para hacerse de las leyes en las que basa todo el éxito de la repuntada que promete a partir de junio. Urtubey lo puso en claro cuando sostuvo que el peronismo no puede ser corresponsable (con el cristinismo duro, se entiende) de no facilitar la salida del default y el ingreso a un país normal.

Más aún, se analizó en una reunión de todos los mandatarios en la Casa de Salta: "Les damos los instrumentos que necesitan, después no podrán seguir echándole la culpa a la herencia recibida", dijo un mandatario norteño antes de partir hacia la Casa Rosada.

Es todo un desafío para Macri. No hay casi reparos, salvo el que manda a entablar Cristina Fernández desde El Calafate, decidida a ponerle todos los palos en la rueda que pueda a la nueva administración, en que saldar la deuda con los buitres es absolutamente pertinente. Después se verá, y los gobernadores prometen hacerlo por su lado, cómo y para qué usan las herramientas que les otorga el Congreso.

Lo reconoció Frigerio el viernes: si a la par de la salida del default no se ve un plan para combatir la inflación y salir de la recesión, por ahí todo se tornará más complicado.