Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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El día que la casa estuvo en orden

El 15 de abril último se cumplieron 30 años de un hecho que marcó la historia de un país que daba sus primeros pasos dentro del “regreso de la democracia”, a partir del gobierno liderado por Raúl Alfonsín.

Se trató del alzamiento militar carapintada que lideró el teniente coronel Aldo Rico, quien recurrió a una suerte de revuelta armada reclamando “una solución política” ante el aluvión de citaciones judiciales contra militares por las violaciones contra los derechos humanos registrados entre 1976 y 1983.

Posteriores juicios y estudios dejaron en claro que detrás de esta actitud también estaba la idea de dar un golpe de Estado, práctica que desde 1930 se encargó de desalojar a presidentes constitucionales y ocupar el gobierno con el apoyo del autoritarismo y las armas.

Aquel levantamiento carapintada de 1987 -así llamado porque los insurrectos se pintaron sus rostros con una crema negra- ha sido desde entonces estudiado y, entre los muchos puntos de vista que admite, sin dudas se rescata la espontánea reacción ciudadana de no permitir que el gobierno elegido en las urnas fuese afectado o removido.

Que no había lugar para ese tipo de bravuconadas que, justo es decirlo, siempre encontraron apoyo en sectores civiles.

Alfonsín entendió la situación y decidió concurrir a Campo de Mayo para reunirse con los amotinados. Dentro del grado de complejidad de la situación, el presidente estableció algunos acuerdos -que foman parte de otra (compleja) historia- y regresó a la Casa Rosada, donde lo esperaba una multitud.

Era semana Santa. Todos lo recuerdan. Por eso el presidente abrió su discurso con un “Felices Pascuas” que todavía resuena en el aire.

Luego de una primera respuesta de la gente con aplausos, advirtiendo que la situación estaba controlada, ensayó su segunda frase, no menos histórica, diciendo “la casa está en orden” y que “no había sangre en la Argentina”.

No fue el único conato de insurrección que debió soportar la democracia. Hubo nuevos amotinamientos en 1988 y 1990.

Todos enfrentados y superados de la manera que las circunstancias quizá lo permitían, mediante reacciones que posibilitaron que, más allá de sus imperfecciones, la democracia siga siendo una realidad desde hace 34 años.