Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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Macri recibe las críticas, mientras la pobreza espera

Escribe Hugo E. Grimaldi
Macri recibe las críticas, mientras la pobreza espera. Notas y comentarios. La Nueva. Bahía Blanca

Está claro que en la Argentina no existe una gran demanda social para exigir cambios profundos en el sistema educativo porque los sectores medios-altos, los que más inciden para mejorar en ese sentido, ya se fueron de la escuela pública y allí están las estadísticas para corroborarlo.

Por eso, las huelgas de comienzos de clases solo afectaron a los más pobres, que son quienes más necesitan la escuela pública como trampolín. En un rincón casi olvidado de su cultura de hoy, horadada desde hace años por un asistencialismo que, por permanente, ha hecho estragos en las miras de los más pobres, está guardada la ansiada movilidad social ascendente y los más humildes aún saben que la escuela es el camino.

En general, los expertos creen casi de modo unánime que especialmente el tema educativo debe quedar debajo de un paraguas que involucre a todas las fuerzas políticas por muchos años, un poco en la línea de las llamadas "políticas de diálogo" que pregona el papa Francisco. "En la década del 90, cuando gobernaba la Democracia Cristiana en Chile en alianza con los socialistas hicieron un pacto con los liberales y dijeron: vamos a la jornada extendida. Hoy, la totalidad de los chicos chilenos tienen 1.050 horas de clase por año, mientras en la Argentina no pasan de 720", aporta Alieto Guadagni, miembro de la Academia Nacional de Educación.

La democracia argentina y la división de poderes prevén que en este tema tan central o en el de la pobreza, como también en otros de gran importancia institucional, sea el Ejecutivo quien lidere este tipo de proyectos y que sea el Congreso el que los convalide.

Sin embargo, las autoridades han entrado también en la fase política del "año electoral" y está claro que patearon casi todo para más adelante (por ejemplo, una más que necesaria reforma tributaria) salvo la obra pública y parecen observar todo desde una mirilla abierta detrás de los cortinados del escenario esperando únicamente que baje la inflación y que se reactive la economía.

El espectáculo que lo conmovió en estos días comenzó con una multitudinaria marcha docente el lunes pasado, en la que los gremios sumaron a alumnos y a muchos padres con consignas políticas, coparon de punta a punta la avenida Callao y llegaron al ministerio de Educación pidiendo paritarias nacionales. No obstante, no hubo unanimidad en la huelga, ya que muchos colegios estatales abrieron las aulas y fue casi nula en los privados, lo que corrobora aquello que piensan quienes creen que los dirigentes gremiales dinamitan la educación pública. Al día siguiente, el paro se acopló a la marcha de la CGT que reclamaba por "menos importaciones y más puestos de trabajo" (dos temas que tampoco el Gobierno supo contrarrestar, pese a que les estadísticas hablan a su favor) que también tuvo sus bemoles por la forma en que fue copada por los gremios de izquierda y por el kirchnerismo para lograr que se pusiera fecha a un paro general. El secretario general de UPCN, Andrés Rodríguez, consintió que "a la derecha y a la izquierda del palco pedían "poné la fecha, la p... que lo parió", pero en el centro y atrás nadie lo hizo".

Sin embargo, la sensación que quedó fue que ésa había sido la consigna que había triunfado, sumado a la mala organización que dejó que, por detrás del palco, se colaran otros de la misma línea e insultaran y pegaran a quienes estaban bajando. Héctor Daer huyó por el sindicato de Comercio, Juan Carlos Schmid bajó con su cabeza cubierta por algunos compañeros, mientras que Pablo Moyano fue rescatado por algunos camioneros y hasta se llevó el roce del algún puño sobre la cara.

Quizás por táctica o porque no sabe prever y no tiene respuestas preparadas para operar comunicacionalmente, el Gobierno se ha convertido en un blanco fácil de todos los huevazos que caen sobre el escenario, desde las marchas que les copan las calles y que tienen un rancio olor a kirchnerismo, hasta las demandas de cambios en el Gabinete que le opera a diario el llamado "círculo rojo". Ni que decir de la irresuelta cuestión del shock para bajar el gasto que le siguen reclamando los economistas más ortodoxos. Con este panorama, seguramente este año sucederá lo previsto en materia de PBI (crecimiento de entre 2 y 3 por ciento) y de precios (hacia la baja, aunque no a 17 por ciento), pero las inversiones seguirán haciéndose desear.

Quienes tienen que hundir fondos en la Argentina creen efectivamente que si vuelve una corriente populista que cierre otra vez la economía habrá cierto peligro, mientras el Gobierno sólo se empeña en demostrar que eso no va a tener lugar, en vez de buscar la manera de pensar políticas concertadas y de largo plazo que obliguen a todos los actores de la política a mirar hacia el futuro y a la sociedad a despertar. Sin embargo, el día a día lo tiene apichonado.