Se acabó la diversión
En lo que queda del proceso inicial cubano aún perduran -pese a la envidia de Raúl hasta por las cenizas de Fidel- lugares donde escuchar un son sobre el estado anterior-prostíbulo del patio trasero del imperio que los yanquis tenían como coto en Cuba, más allá del agente de la CIA en la guerra civil española, autor de El hombre y el mar e inventor del mojito en la “bodeguita del medio”. Esa canción dice que ese caos de explotación de los “Batista”, ese desorden a presión de “verdes” en la estirpe de ese noble pueblo se terminó cuando el Comandante “mandó a parar”: “llegó Fidel” y “se acabó la diversión”. Algo así -cien años antes- había ocurrido en la Confederación del Río de La Plata, con la llegada al poder del “Restaurador de las leyes” Brigadier Juan Manuel Ortiz (del pago) de Rosas: hasta allí, esto era un caos: “pura merienda de negros -según San Martín-, tierra de contrabandistas, unos cuantos masones, aborígenes arrinconados, revolucionarios a la violeta con su revista de modas de Echeverría y otros unitarios, guerra civil, comerciantes y el resto mujeres”.
Hoy, la globalización nos encaminaba hacia el “nuevo orden mundial”, que fue quebrado con la llegada de Don Aldo Trump a la entraña del imperio: esa Babel invasora de todos los países del mundo con manos manchadas de sangre y de petróleo, hacia el mundo “uno”, con un gobierno “único”; ellos, que presuponía la desaparición de todos los estados reducidos a meras expresiones culturales y folklóricas. Don Aldo dislocó el tablero de ambos Bush -incluido el benjamín, experto en masajes faciales y artículos de belleza-, la estrategia de los “hermanitos de la Bilderberger incluida -como única mujer-, solo la reina madre de España”, la estrategia de los Kissinger con la Trilateral Comission, la estrategia sinárquica de financiar con una mano la subversión (socia de la Teología de la liberación en el patio trasero sudamericano), y con la otra mano financiar la “reacción”de gobiernos militares, con el Plan Cóndor, asociándose con el Mossad y la Francia genocida de Argelia.
En lo “interno” del Imperio, triunfó la posición antiaborto, antiprivilegios de los transgéneros, cayó el peso del establishment del Pentágono en el negocio macabro de la OTAN. Dijo Trump: “Este país es un caos, y terminaré con ese caos, terminaré con las remesas de los mexicanos por mas de 50.000 millones de dólares anuales a sus familiares al precio de la desocupación de mas de 50 millones de norteamericanos... Terminaré con el emporio de la prensa que forma la masa imbécil, con un ejercicio deshonesto que me impide sobarles la espalda... Vengo a restaurar la ley”. Empezó de adentro hacia afuera el rechinar de dientes. Comenzaron campañas de prensa con “declamaciones hacia el cielo en el que no creen, sobre puentes y repudios de muros” -Vaticano incluido- desde la ciudad apocalíptica de las siete colinas amuralladas, de secretos pasadizos y sigilo de sotanas concupiscentes.
Pienso,entonces, en lo cotidiano que son los muros -cacareados en el Norte y en el Sur- de las redes y de los móviles que nos hacen estar tan cerca de los distantes, y tan distantes de los que tenemos cerca. Bastaría con ver una mesa familiar de hoy, bastaría con ver los jueguitos que captan la atención de los inatentos guardias urbanos (meta tuitear);bastaría con ver en esta etapa la incomunicación intergeneracional. A mí me causa gracia trágica ver cómo el Obispo de Roma protesta contra Trump, porque aparentemente al proponer muros estaría saboteando la “filosofía del encuentro” y no se percata de los muros de Israel contra los palestinos.
El verdadero muro que pesará sobre la conciencia de la humanidad no está en la frontera con México -cuyos primeros 1600 kilómetros ya los había construido Obama, Hillary y sus amigos: eso es para la gilada-. Tampoco el muro que levantó Corea del Sur para separarse de la ayer “impresentable” y hoy temida Corea del Norte; tampoco la muralla China; ni el aparentemente destruido muro de Berlín; como que no lo eran las ciudades amuralladas a lo largo de la historia, o los muros de los señores feudales. Los drones no alcanzan para superar los muros, porque estos aparatejos necesitan de los muros para justificar su existencia con fines militares, de inteligencia o para espiar a la mujer del vecino. Los verdaderos muros están por ejemplo en el 98% de la riqueza mundial concentrada en menos de un 5% de su población (2% en los Estados Unidos); o en las calamidades de las guerras de baja intensidad provocadas y aprovechadas a lo largo del planeta por el imperio del Premio Nobel de la Paz pintado de negro, o en los millones y millones de refugiados expulsados de sus países por la “primavera árabe de Hilary Clinton”, o del ISIS financiado y usado por el Imperio yanqui, como antes lo fue el bombardeo de la ex Yugoeslavia por parte del Gabinete de crisis de Clinton dirigido por Madeleine Albright (la misma que quería armar en Colombia un segundo Vietnam y no pudo por la oposición de De la Rúa, y así le fue).
Muro es negar la entrada de migrantes en los países de la “civilización occidental y cristiana” de la Unión Europea; muros son los que construyen a diario los laboratorios que escamotean nuevas drogas contra el cáncer o la fibromialgia; muros son los millones de niños por nacer que se abortan ahora con la ley de fertilización abortiva; muro es la ideología de los “izquierdos humanos” que con una visión esquizofrénica -so pretexto de los dos y/o de los mil demonios-hurgan en el pasado haciendo sangrar la herida, mientras los verdaderos responsables de la matanza la miran y la gozan por tevé. Muros son los que pululan como guerra social con que aquí se mata por un par de zapatillas. México tiene -sí- dos muros que sortear: la corrupción de su clase política, y que con Trump se “acabó la diversión”.