Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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El cooperativismo de Bauman

El cooperativismo de Bauman. Opinión. La Nueva. Bahía Blanca

Zygmunt Bauman (1925-2017) con su singular filosofía sociológica crítica y emancipadora, sacudió la modernidad líquida en la cual, todo es efímero, mutable e impredecible, al sostener con sólida e ilustre solvencia que los fenómenos e interacciones humanas no deben entenderse como determinaciones evolutivas o derivaciones conjeturales de inconclusos debates racionales pre o postglobalización.

Así fue que propuso explorar, alentar e imitar nuevas formas cooperativas y fraternas de convivencia social con crecientes índices de alteridad (u otredad), reciprocidad y solidaridad intergeneracional, ante el pavoroso espanto de la desigualdad, de la discriminación, del flagelo de los migrantes, inmigrantes y refugiados, analizando profundamente las relaciones entre la sociedad sólida (libertad/seguridad, contenidos y valores), la burocracia, la racionalidad imperante y la exclusión humana, las que en su estado líquido explican y predicen que las relaciones sociales o ciudadanas de compromiso o de obediencia, cada día encuentren en sus protagonistas menos sustancia, menos resistencia ética y escrúpulos morales.

En su Metáfora del jardinero, Zygmunt Bauman puso de relieve el valor presocial de la cooperación ínsito en cada ser humano, cuando rescata, revaloriza y propone para hoy, “culturas silvestres preexistentes”, en las que todos los recursos están ontológicamente al servicio de todas las personas, de la propia sociedad como de sus instintivos lazos comunitarios, lo cual facilita no solo distinguir prístinamente cuál es la mala hierba, cual la maleza, cual el mal gobierno y cómo librarse de los mismos; sino ejercer ciudadanía para usar, disfrutar y valorar el bienestar general, la unión nacional, la libertad, la justicia, la paz interior, el progreso; sin perjuicio de ser capaces de resistir activa y pacíficamente ante el escándalo de la corrupción e incoherencias Vg., como en la Venezuela de hoy.

El desintegramiento de las sociedades colectivas dando paso a “individualidades homologables, reclutables, alineables y representables por cualquier tiranuelo” en términos de ciudadanía, los cambios vertiginosos que ha provocado la mundialización, la posición ultra dominante e inhumana de Mercados y/o Estados sin derrame civil, con el rol protagónico de mega monopolios disfrazados de cartelizaciones y tales, en promiscuo y corrupto contubernio con los gobiernos; el apabullamiento insaciable de las redes sociales y las TIC; las identidades globales, volubles, permeables y propiamente frágiles en su conjunto difuso y modificable entre lo efímero y lo eterno, no solo inquietaron a Bauman sino que le llevaron a descubrir y alertarnos sobre la pendular oscilación según la tendencia que hoy -de modo directo o alcance indirecto- somete abyectamente a las mayorías más vulnerables mediante un “¡consumismo presuntuoso, ciego, vacuo y sin intermitencias!” donde es posible sentirse el más rico entre los pobres, o definitivamente, el más pobre entre los ricos.

Bauman, al denunciar científica y premiadamente la modernidad líquida (¿o postverdad?), se refiere al proceso complejo y dificultoso por el cual, todo individuo tiene que pasar para poder identificarse e integrarse a una sociedad cada vez más impersonal -harto difícil de identificar e identificarse, maleable, descreída, anárquica y violenta-, claudicando muchas veces con su paso, en nefastas reinvenciones personales involuntarias, recreaciones, moldes, máscaras, cascaras e imposturas de supervivencia, cual fugitivo de su realidad. Como fruto (o aborto) de dicho proceso, Don Zygmunt no dudó recientemente en ejemplificarlo con Donald John Trump, ¡inminente presidente de los EE.UU.!

No obstante, si esta fantasmagórica caracterización personal, provisoria y escurridiza, nos hace cada vez más sustancial e intrínsecamente interdependientes con el otro, es ahí precisa y puntualmente donde encontraremos la esperanza de crear condiciones cooperativas de crecimiento en términos humanitarios a partir de un bien común posible, pero que exige e implica cultura del trabajo y elogio del esfuerzo tanto como nuevos modos de producción, industrialización, comercialización y consumos; subordinados inexorablemente a una innegociable amistad con la naturaleza.

Finalmente, recién entonces podremos encontrar la puerta de acceso a una verdadera trascendencia humana universal, lo que implica, exige y resignifica, no el dominio del otro sino el respeto al otro, a los otros y con los otros; aboliendo para siempre toda estrategia de intermediarios, de separación, de aislamiento, de exclusión, de traductores, de intérpretes e invisibilización entre los mismos (nosotros), consolidando pétreamente a todos los todos del todo social en su autonomía e individualidad para abonar la cultura del encuentro y dejar en un olvido irrescatable e irredimible, su reverso del descarte.