Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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La importancia de Scioli preso

Las últimas actuaciones judiciales que salpican al excandidato presidencial y a su entorno más cercano no hacen más que confirmar lo que a todas luces era evidente: un gobierno inoperante y corrupto donde la mayoría de las áreas de gestión están siendo investigadas por desfalcos.

Resultaría ejemplar que el exgobernador termine preso y cumpla una condena que sirva para poner un antes y un después a la forma inmoral con la que un funcionario público que ocupa un cargo de tanta relevancia pueda manejarse.

No solo nunca tuvo ninguna cualidad intelectual y política para ejercer tamaño cargo sino que tampoco tuvo la más mínima conducta moral que se espera de un funcionario público de ese nivel. Todo su “cursus honorum” está plagado de ilegalidades e inmoralidades impropias de un servidor público.

Veamos una pincelada de su vergonzoso historial. Comencemos señalando que jamás podría haberse postulado para la Gobernación de Buenos Aires porque no cumplía con ninguno de los requisitos habilitantes que establece la Constitución Provincial que son: o ser nacido en la provincia o tener cinco años de domicilio con ejercicio de ciudadanía no interrumpida. Scioli es nacido en Capital y allí mismo vivía al tiempo de su candidatura a tal punto que en estaba haciendo campaña para ser Jefe de Gobierno en ese distrito.

Su actuación como gobernador fue pésima por donde se lo mire. Dejó una provincia, la más rica, la dueña de la pampa húmeda, paradójicamente fundida y quebrada. Como corolario de la irresponsabilidad no dejó un céntimo ni para los sueldos del mes siguiente al vencimiento de su mandato. Todas las áreas de gestión en estado calamitoso. Ministerios y organismos saqueados.

Sus triunfos electorales, siempre patrocinados por el financiamiento corrupto, solo lo legitiman ante la ignorancia de quienes no saben que esas campañas fueron patrocinadas por millones y millones de pesos expoliados al erario público provincial; salvo que algún ingenuo crea que hicieron una vaquita entre amigos.

Los últimos episodios salidos a luz pública, uno de ellos, es cierto de tinte privado pero con un tinte de mensaje público pintan una forma de actuar. Mientras se presentaba en campaña con quien hacía las veces de su mujer, Karina Rabollini, viajaba en vuelos de campaña con quien, es cierto, recién ahora se transformó en su pareja. Lo raro de todo es que una vez perdida la elección de 2015 su matrimonio entró en una sospechosa crisis para quienes se pavoneaban como el futuro matrimonio presidencial.

Ahora también se ha descubierto que al tiempo de ejercer el cargo de gobernador e impulsar su candidatura a presidente, completó su carrera universitaria rindiendo satisfactoriamente alrededor de 9 materias de la currícula de la licenciatura de comercialización en la UADE en solo unos meses. Cualquiera que haya pasado por una universidad sabe que es imposible hacer todo eso a la vez, aún para algún intelecto notable, que definitivamente no es el caso de Scioli.

Denunciar el uso y abuso de los bienes del estado para utilizarnos en su propia campaña apontocan el cinismo de quien solo le importaba avanzar a como de lugar en su carrera política. Colocar su nombre en patrulleros, camionetas de la policía, recitales de campaña y en cuanto cartel de obra se anunciaba es una inmoralidad tan grande que exime de mayores comentarios. No le importó nada.

Su candidatura testimonial en 2009 para diputado nacional siendo nada menos que gobernador en ejercicio de la provincia más importante fue otra ofrenda a la vergüenza pública. Un verdadero cachafaz con todas las letras.

Los viajes últimos de campaña en avión al exterior y de cabotaje, ya detectados ilegales por la justicia bonaerense con dineros de la provincia, son otro ejemplo de alguien que no registra ni registró nunca la existencia límites.

Su ausencia en el último debate presidencial televisado a todo el país, una falta de respeto total a sus colegas contendientes, pero mucho peor a todo el pueblo argentino para el cual patrocinaba su candidatura. En cualquier país serio del mundo esa sola circunstancia le hubiera valido un perdida de votos muy importante.

Tampoco dejar de soslayar su fenomenal incremento patrimonial que también está en tela de juicio. Resulta muy poco creíble que al tiempo de ejercer cargos tan absorbentes y durante tanto tiempo un funcionario se haga lugar para incrementar su patrimonio en cifras por demás elocuentes; teniendo en cuenta que no era un millonario y ahora lo es.

También empieza a relucir lo que era más que una evidente matriz de corrupción en todo su gobierno, ahora aparecen infinidad de funcionarios de alto rango denunciados y procesados.

Y por si todo fuera poco Scioli pretende participar de la próxima campaña. Más allá de la libertad política de la que todavía goza, este hecho, que omite la menor autocrítica, también tiene un dejo de fuerte inmoralidad.

El impacto histórico de las palabras del gran fiscal Julio César Strassera pueden servir para definir que la corrupción orquestada también es un agravio lacerante para toda la sociedad argentina que necesita la misma ejemplaridad de un nuevo y distinto nunca más.

Todavía emociona y alecciona recordarlas. Todo su valiente alegato es una pieza que ennoblece las páginas más gloriosas de la historia argentina. Dijo Strassera para terminar su alocución fiscal: “Señores jueces quiero renunciar expresamente a toda pretensión de originalidad para cerrar esta requisitoria. Quiero utilizar una frase que no me pertenece, porque pertenece ya a todo el pueblo argentino. Señores jueces: Nunca más” .

Nunca más a la impunidad de este tipo de funcionarios públicos inmorales y corruptos. Por eso es importante que Scioli, emblema del funcionario corrupto, termine preso.