Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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Una sombra que vuelve

Emilio J. Cárdenas
Enrique Peña Nieto.

Enrique Peña Nieto lleva ya más de tres años en el timón de México. Ya la expectativa de renovación generada al comienzo de su gestión se ha desvanecido. Es cierto, llevó adelante reformas importantes en sectores clave de la economía mexicana, como el de la energía, el financiero y el de las telecomunicaciones.

También es cierto que reformó el arcaico sistema educativo de su país. Sin embargo todo ello no parece haber logrado seducir a sus connacionales. Apenas un 30% de los mexicanos aprueba hoy la forma en que Peña Nieto conduce a México.

Es verdad que, de alguna manera, tuvo “mala suerte”. La apertura del sector energético coincidió con el colapso de los precios internacionales de los hidrocarburos. Por ello los inversores que México esperaba no llegaron.

Curiosamente Brasil, hundido en la recesión económica y en el desorden político está atrayendo más inversión extranjera que México. Brasil recibirá este año el triple de inversión externa que el país de los aztecas. No obstante, la economía de Brasil se achica a un ritmo preocupante, mientras que la de México sigue creciendo al ritmo del 2,9% del PBI anual.

Pero no todo es “mala suerte” para Peña Nieto. También existen desaciertos serios, de los que es responsable. Ellos han sucedido en el capítulo de la corrupción e incluido algunos que tienen directamente que ver con la propia esposa del presidente y su ministro de hacienda.

En un continente sensibilizado por ese tema, que hoy lo azota de norte a sur, el impacto en la opinión pública de los escándalos es cada vez mayor y más adverso. Para complicar las cosas, Peña Nieto anunció medidas para combatir la corrupción. Ellas se han diluido o perdido su capacidad de corregir la realidad.

El humor social refleja la incertidumbre política. Acicateado por el clima de inseguridad personal, que tampoco ha mejorado. El narcotráfico y el crimen organizado continúan como una triste realidad.

En ese escenario ha vuelto a aparecer la sombra densa de la izquierda, personalizada en un auténtico veterano de la política mexicana: Andrés López Obrador. Las encuestas de opinión lo muestran ahora a la cabeza de las intenciones de voto, de cara a las elecciones del 2018. Para México un triunfo de López Obrador, supondría una marcha atrás que pondría en riesgo hasta los acuerdos de libre comercio que en los últimos años han integrado profundamente a la infraestructura productiva mexicana con las de los Estados Unidos y Canadá.

Es más, elegir a López Obrador sería como convocar para conducir a México a Dilma Rousseff, cuyas recetas de política económica, también dirigistas e intervencionistas coinciden con las de López Obrador.

Quizás la existencia de esa sombra que ha comenzado a asomarse una vez más al escenario político mexicano es la gran responsable del aire de apatía y cierto desaliento que parece haber crecido entre los empresarios mexicanos.