Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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La nueva era de la geopolítica

Escribe Dardo Gasparré / Agencia DyN

Hace tiempo que el impulso de globalización, que parecía incontrolable a fines del siglo XX, ha evolucionado desde la apertura de comercio absoluta hasta variantes más o menos solapadas de proteccionismo.

En un comienzo, la Organización Mundial de Comercio (OMC) había establecido y profundizado normas de bajas de recargos y otros mecanismos proteccionistas, lo que generó una revolución mundial y un acceso al empleo de cientos de millones de personas en el mundo.

El proceso significó la entrada de grandes masas de población de países como China o India, olvidadas por sus propios gobernantes y por el mundo desarrollado. O imperialista, dirían algunos.

Todos felices. Hasta que Europa y Estados Unidos comenzaron a notar que la teoría clásica económica que funcionaba tan bien para medio mundo, tenía una falla si se aplicaba a toda la humanidad: en términos de empleo era un juego de suma cero.

Y descubrieron algo más: que el bienestar no era infinito. El empleo de unos era el desempleo de otros. No era tan fácil mantener los altos salarios, como está viendo hoy mismo los Estados Unidos. El ingreso individual terminaba siendo un promedio entre Tailandia y Alemania.

La apertura comercial hace rato que viene parándose. Y del peor modo. Con mecanismos extratarifarios. Sin contar que las materias primas alimenticias nunca fueron beneficiadas con la libertad.

El Tratado entre países del Pacífico (TPP por sus siglas en inglés) es el resultado de una nueva concepción, la integración regional. Lo que este acuerdo significa es que sus miembros se comprarán entre ellos, sobre todo porque, además de eliminar recargos, se han eliminado o aliviado las restricciones no tarifarias. También unifica una serie de reglas en la resolución de disputas, marcarias, medioambientales y para decirlo claro, expande el dominio comercial de EE.UU. sobre los 11 países e impone normas unificadas a cambio de asegurarles su mercado.

La Argentina se queda afuera de esto por varias razones: a) no pertenece al Pacífico; b) su unión paralizante con el Mercosur y c) las commodities alimenticias siguen expresamente excluidas de las reglas globales de libre comercio. Quedan China y Europa, pero Europa es nuestro mayor enemigo en el comercio agropecuario.

Es el momento ideal para repensar el posicionamiento geopolítico y también de política internacional de la Argentina. El Mercosur, estúpidamente desviado a ser un monigote de politiquería interna barata, con un ridículo Parlasur, debe ser repensado o eliminado si no se puede transformar en un mecanismo útil de negociación e inserción mundial.

El comercio mundial ahora empieza a pasar por las cancillerías, no por los ministerios de Economía. El payasesco alicate de Timerman le ha costado y le costará muy caro al país.